Hoy me he puesto a pensar en mis influencias femeninas y en cuánto hemos aprendido todas de ti, en tu carácter fuerte, que hemos heredado, en la libertad que siempre nos enseñaste a defender. Hoy me he puesto a pensar en cómo aprendiste tú a ser libre y a qué precio.
Desde pequeña te he admirado. He visto en ti un referente en muchos aspectos, y es que siempre fuiste adelantada a tu época. Aprendiste a leer, escribir y sumar, y todo lo que no pudiste aprender en la escuela, lo aprendiste sola. Siempre has sido una mujer con millones de inquietudes e intereses que, años después, compartiste conmigo. Tu mayor pretensión no era ser una mujer bella ni complacer a tu marido, y cuánto te juzgaron por ello. Ahora, el objetivo principal de la mayoría no es complacer a nadie, estudiamos lo que queremos, abuela, nos maquillamos si queremos, y si no queremos, pues no, aunque esto tú ya lo hacías.
Desde hace tiempo el alzhéimer ataca a tu memoria y no sabes cuánto duele que a veces no recuerdes mi nombre, pero espero, de verdad, que esa enfermedad se haya llevado de tu memoria algunos recuerdos que duelen. Ojalá no tengas que volver a recordar tu primer embarazo. Ojalá no tengas que volver a acordarte de cuando el abuelo tuvo que irse a la mili y te quedaste prácticamente sola en un Jaén que, en 1948, te juzgó por quedarte embarazada con dieciocho años sin estar casada. Ojalá nunca más recuerdes que te señalaron y escupieron por las calles por disfrutar de la intimidad con tu pareja y no tener la oportunidad de tomar precauciones. Ojalá nunca vuelvan a tu memoria aquellas personas que quisieron obligarte a abortar en condiciones insalubres. Ojalá no tengas que volver a sentir el abandono de una niña de dieciocho años que no sabía hacerse responsable de una casa y tuvo que cargar con eso y con un bebé sin apenas ayuda.
Me gustaría poder decirte que todo eso ha cambiado, pero no es del todo cierto. Ahora ya no nos juzgan por quedarnos embarazadas sin casarnos. De hecho, ahora casarse es muy distinto, abuela. Las prioridades han cambiado para nosotras. Algunos nos siguen señalando por disfrutar del sexo libremente, pero todo está evolucionando. Ahora tomamos precauciones para evitar enfermedades y embarazos no deseados, y los abortos aquí son libres, seguros y gratuitos, aunque te echarías las manos a la cabeza si vieras cómo tienen que abortar en otros países. Ahora salimos a las calles a quejarnos. Cada ocho de marzo nos juntamos miles de mujeres para gritar al viento que las calles también son nuestras, y cada vez más hombres se unen y gritan con nosotras. Seguro que se te llenarían los ojos de orgullo al ver cómo tantas mujeres se unen para ayudarse.
Cuánto te han criticado por ser tú, por querer irte a pasear al centro en lugar de quedarte limpiando la casa, por no cumplir con las que se asumía que eran tus obligaciones porque te apetecía hacer otras cosas. Jamás tuviste ese instinto, y eso hizo que fallaras en otros aspectos. La presión social de la época te llevó a tener siete hijos, y sé que no siempre fuiste buena madre, pero te puedo entender, tú no tuviste la oportunidad de elegir. Quiero contarte que ahora sí podemos decidir si queremos ser madres o no, aunque hay unos cuantos que nos juzgan, ¿te lo puedes creer? Nos juzgan por abortar, aunque también nos juzgan por no tener el deseo de ser madres, pero a nosotras ya nos da igual, abuela. Somos dueñas de nuestras vidas y de nuestros vientres. ¿Qué hubieras hecho tú si hubieras podido elegir? Seguramente ni siquiera deseabas crear una familia tan grande como la que hoy tenemos, pero nunca te has arrepentido de que sea así, y se nota en la dulzura con la que miras y acaricias la cara de tus nietos.
Me encantaría contarte que hay cosas que ya no tenemos que aguantar, pero la vida sigue siendo peligrosa para nosotras. A veces salimos de fiesta o a hacer deporte y no sabemos si vamos a volver o en qué condiciones lo haremos. Mi madre siempre me pide que la avise cuando llegue a casa, aunque casi siempre se me olvida y luego me siento fatal, imagínate que piensa que me ha pasado algo… Las cosas están cambiando, abuela, aunque como tú me decías siempre, para que las cosas salgan bien hace falta tiempo y paciencia.
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