Es esta acepción la que mejor define nuestra postura ante lo que se ha convertido un día de denuncia como es el 25 de noviembre, día Internacional de la Eliminación de la Violencia hacia las Mujeres, por parte de los poderes públicos.
Aunque se invierten grandes esfuerzos en invisibilizar que existe una estructura basada en la ideología del odio, la discriminación y la desigualdad que adopta diversas formas e intensidades, quienes ostentan el poder público no lo han podido invisibilizar por más tiempo y han fagocitado algunas de las reivindicaciones feministas para quedarse en la superficie -intencionadamente-, haciendo grandes esfuerzos para enfocarlo principalmente en la más extrema, los feminicidios.
Las pioneras que comenzaron a visibilizar y exigir que los poderes públicos tenían que asumir que las violencias machistas, entre ellas que las que se dan dentro del ámbito conyugal no eran ni son una cuestión del ámbito privado sino que forman parte de toda una estructura y un sistema de organización social universal, fueron los colectivos feministas y de mujeres. Mujeres que pagaron un alto precio por exigir medidas para prevenir, atender y paliar estas desigualdades y denunciar públicamente que la inacción de las instituciones trabaja en connivencia con el sistema.
Desde Kódigo Malva queremos poner el foco en toda una serie de factores que rodean cada vez que una mujer es asesinada por su pareja o ex pareja: se deshumaniza a las mujeres y se las convierte en un mero numero acumulativo para las estadísticas, se realiza un acto protocolario que consiste principalmente en la foto de rigor de personalidades con un lazo blanco y se acompaña de un minuto de silencio, como si fuese lo único que se puede hacer. Todo un protocolo que ha convertido los minutos de silencio en momentos en los que no sólo se despoja de toda dignidad a las mujeres asesinadas – se hace público el nombre y apellidos, número de hijos e hijas, si había denunciado, si fue su pareja o ex pareja y la forma en la que fue asesinada- sino que además, se priva del derecho a la intimidad en el duelo a sus familiares apropiándonos del dolor ajeno.
Ya que estamos tan constitucionalistas últimamente, vemos conveniente recordar que según el Artículo 9.2 de la CE, “Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social” y es sobre todo en el plano simbólico, donde las administraciones públicas eluden sus responsabilidades y siguen ejerciendo violencia hacia las mujeres de muchas formas: cuando recortan en sanidad, dependencia o educación, cuando los trabajos que tienen peores condiciones son los sectores feminizados, cuando hacen pactos con ideologías cuyos ejes vertebradores son la misoginia y la xenofobia, cuando impiden la participación democrática en los organismos colegiados, cuando a pesar de que la ley recoge todas las formas de violencia hacia las mujeres las medidas solo se aplican cuando haya existido o exista una relación afectiva heterosexual, cuando hacen declaraciones machistas o mantienen actos culturales que fomentan los estereotipos de género, por ejemplo.
Hermanas, los minutos de silencio, que en un principio fueron muestras de respeto hacia los familiares y una forma de poner en el foco público que nos asesinan por ser mujeres, han tornado para las instituciones actos protocolarios que se han extendido a semanas en las que hay que “distraer” -para que no digan que no hacen nada- y que lejos de sensibilizar, nos tiene extenuadas.
Al igual que plantamos cara a la institucionalización del día de los Derechos de las Mujeres los dos pasados 8 de marzo y los volvimos a sacar a la calle desde la autoorganización colectiva, queremos hacer un llamamiento para resignificar el 25 de noviembre y poner encima de la mesa que conocemos todas las maniobras que lo que persiguen es el mantenimiento del statu quo, la debilitación e intento de división del movimiento feminista.
Nuestra propuesta pasa por repensar nuestras estrategias y resignificar los minutos de silencio y convertirlos en ruido, un ruido incómodo.
Porque el movimiento feminista es especialista en incomodar y resignificar todo insulto o estereotipo. Porque tal vez no consigamos subvertir del todo el orden establecido, pero resistimos y resistiremos. Porque estamos cansadas de la revictimización constante y de este sistema que nos quiere tristes, sumisas y con miedo.
Porque a partir de este 25 de noviembre queremos gritar “NI UN MINUTO DE SILENCIO MÁS. SI TOCAN A UNA, RESPONDEMOS TODAS”.
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