¿Qué pasase si preguntásemos en cualquier instituto de España quién es Agustina González? Seguramente que nadie la conocería. Este último mes he realizado un sondeo entre el alumnado del Grado de Lengua y Literatura española de mi universidad si conocían a Agustina González; y pasó igual que en la hipótesis del instituto: ningún alumno ni alumna conocía a Agustina González. Hubo algunas intrépidas a quienes el nombre les sonaba…, pero ¿quién es ella? Aviso: no busquen en los libros de la generación del 27. No la encontraran.
Agustina González fue una granadina valiente. Nació en 1891, es decir, siete años antes que Federico García Lorca, ¿a ese si que lo conocemos, verdad? Agustina fue política, pensadora y escritora -así la enmarca a la perfección Luna Miguel en su libro “El coloquio de las perras”-. Como este artículo va sobre literatura nos vamos a centrar en este aspecto. Ella escribió mucho, muchísimo. Le encantaba hablar de política y de filosofía; y hacía constar esas reflexiones en cuadernos que vendía o regalaba en el comercio familiar, a modo de ensayo o bien por medio de grabados. Formalmente, escribió tres libros de pensamiento de los cuales destaca “Justificación” en 1927. Este libro relata a modo de autobiografía, los pesares de su vida, cómo se sentía en la sociedad granadina, cómo pasó su infancia y cómo su familia no la entendía ni la apoyaba en su modelo de vida.
Recuerdo perfectamente como un día en Granada me hablaron de La Zapatera, así era conocida Agustina González porque su familia tenía una zapatería en una céntrica calle de la ciudad. Recuerdo que me dijeron que ella era una escritora magnifica, que había roto con los roles de género y que en una ciudad tan poco progresista como Granada había logrado que se pensase políticamente de otra forma entre muchas personas. Sin embargo, esta es la descripción de una minúscula parte de la ciudad, la mayoría siempre la tachó como loca. Ella misma en “Justificación” habla de su locura y como esta era producto de la ignorancia de la sociedad granadina de la época, pero ¿en qué consistía esa locura? Muy sencillo. Agustina desafió lo que significaba “ser una mujer” en la Granada de la época. Ella vestía de traje, salía “sola” por la noche, iba a las tertulias, nunca se casó, nunca tuvo hijos, viajaba a Madrid a vender sus libros o a ver espectáculos de teatro, hizo lo que quiso pese a la flagelación social a la que estuvo sometida.
A Agustina la asesinaron. En 1936, las tropas falangistas fueron a su casa a por ella y la fusilaron acusada de transgresión, o como cuentan las fuentes locales “por puta” o “por tortillera”, ¿curioso, verdad? Por puta para algunos y por tortillera para otros. Al patriarcado, todavía hoy en día, le encanta ponernos esas dos etiquetas cuando no cumplimos con nuestros roles de género. Todas lo hemos escuchado tantas veces…
Poco se sabe de ella, su muerte no tuvo tanto eco como la de su querido amigo García Lorca, ni tampoco su obra. Pese a que realizó un libro llamado “Idearium Futurismo” en el que se adelantó a la forma de escribir actual vía whatsapp en el que se economizaban las palabras. Recuerdo como en “Una habitación propia” (1929) de Virginia Woolf, ella imagina como hubiese sido si William Shakespeare hubiese tenido una hermana. Woolf afirma que hubiese sido imposible que su talento hubiese tenido el impacto del de su hermano. Salvando la distancia y sin menospreciar la obra de García Lorca, a Agustina le ocurrió algo similar que a la hermana “inventada” Shakespeare. Nunca tuvo ninguna oportunidad de que su obra permaneciese en los temarios y en la memoria del estudiantado de la literatura española -aunque solamente fuese de él-.
Al menos, eso sí, a Agustina González se le considera la inspiradora de la obra de “La Zapatera Prodigiosa” de Federico García Lorca.