La violencia, también contra mujeres y niñas, se ha visto recrudecida por la influencia del discurso belicista
- Por Gloria López
El colectivo Ca-minando Fronteras (@walkingborders) ha presentado esta semana las cifras del monitoreo de la frontera realizado durante el primer semestre del presente año. Una vez más las cifras son demoledoras: se han contabilizado, en lo que va de año, 978 víctimas mortales en la Frontera Occidental EuroAfricana. Y es solo la punta del iceberg: las personas muertas tratando de cruzar nuestras fronteras podrían ser más; además, las organizaciones denuncian el uso sistemático de la fuerza sobre estas personas que, recordemos, han sido expulsadas por causas violentas (guerras, violencias machistas, persecución por su orientación sexual), así como la discriminación racial que enfrentan y el aumento de una violencia específica contra mujeres y menores.
El informe ha sido presentado en rueda de prensa de la mano de Helena Maleno (@HelenaMaleno), Coordinadora del Colectivo Ca-minando Fronteras, y María González, responsable del Eje Derecho a la Vida. Los datos directos, de fuentes primarias, se han cotejado con fuentes oficiales, comunidades migrantes y organizaciones sociales en terreno con las que Ca-minando Fronteras está en contacto de forma permanente, en su labor como Observatorio de Derechos en las Fronteras.
En el primer semestre de 2022, 18 embarcaciones desaparecieron en su trayecto para llegar a España con todas las personas a bordo. Ha habido 978 víctimas totales, 938 personas han muerto o desaparecido en el mar y otras 40 murieron en la valla de Melilla. Del total de personas que han perdido la vida en el mar en transcurso de 2022, 118 eran mujeres y 41 niños y niñas. El 87’83% de las víctimas siguen sin ser identificadas.
Una vez más, se han clasificado las vías de acceso a España en cuatro rutas diferentes: la Ruta Canaria, la Ruta de Alborán, la Ruta Argelina y la Ruta del Estrecho. De nuevo, la mayoría de las víctimas se han registrado en la Ruta Canaria, hasta 800 personas han perdido la vida en los 28 naufragios sucedidos en esta ruta. Por otra parte, en la Ruta de Alborán, los 3 naufragios que fueron recogidos en este período elevaban a 35 las personas fallecidas. En cuanto a la vía argelina, se tiene conocimiento de 11 naufragios que resultaron en 101 víctimas. Por último, en el Estrecho, dos naufragios dejaron dos personas fallecidas. A todas estas víctimas habría que añadir las 40 muertes en la frontera terrestre, entre Nador y Melilla, a raíz de la tragedia del 24 de junio.
En una mirada más amplia al transcurso del semestre, los meses de enero y junio concentran la mayoría de víctimas, con 306 y 290 personas fallecidas respectivamente. En promedio, 5 personas perdieron sus vidas cada día del primer semestre de 2022 en la Frontera Occidental-EuroAfricana. Las víctimas procedían de hasta 23 países diferentes, entre los que se encuentran Marruecos, Argelia, Guinea Conakry, Costa de Marfil, Senegal y Siria.
Cada víctima tiene una historia, una familia, una comunidad
El informe recuerda algo obvio y que, sin embargo, nuestras sociedades parecen haber olvidado: Cada víctima tiene una historia, una familia, una comunidad. Compartían anhelos, sueños, esperanzas y ganas de vivir que quedaron truncadas. Cada una de ellas deja un vacío que se siente en el seno de su comunidad, de las redes familiares, pero todas las vidas juntas que se perdieron suponen un impacto global en sus lugares de origen, en los países donde fallecieron. No son números aislados, son un conjunto de muertes que comparten los mismos responsables, personas que perdieron la vida por efecto de políticas aplicadas a determinadas poblaciones en movimiento.
“Ella venía para curarse. La pobre salió huyendo de ese viejo, pero ya estaba enferma. Decía si me curo os ayudaré mucho. Iba a Francia. ¿Dónde dices que fue el accidente?, ¿Es el mismo océano de Abidjan? Es muy peligroso. Os llamaré para ver si hay alguna noticia. Ahora hay que decírselo a mamá”. Es el testimonio de la hermana de una mujer costamarfileña, uno de tantos recogidos por Ca-minando Fronteras.
En la presentación del informe, Maleno ha señalado que, si bien la militarización del control migratorio ha ido escalando en la aplicación de acciones que atacan de forma sistemática los derechos humanos de las personas migrantes, esta situación se ha visto avalada por el discurso belicista generado tras la guerra de Ucrania, en el que Europa y la OTAN prevén un rearme que afecta también a la gestión del control de fronteras. “El relato político del estado español ha situado a las personas en movimiento como una de las amenazas provenientes del sur y ha planteado un debate para establecer de facto una respuesta militar contra ellas”, asegura el informe.
Otras de las variables que Ca-minando Fronteras ha querido “medir” ha sido la influencia que la renovación del acuerdo entra el Gobierno español y el Gobierno marroquí ha tenido en las políticas migratorias y los derechos humanos.
Porque las muertes suceden por algo. Las personas migran por algo. En las rutas utilizan embarcaciones endebles que las exponen al accidente, mucho más cuando los tránsitos son largos y complicados. Y ante esas situaciones y contextos, desde Europa y España cada vez se emplean menos esfuerzos y recursos para proteger la vida. “Hay falta de activación de los equipos de rescate”, ha explicado Maleno, y falta de coordinación entre los países.
La violencia contra las mujeres se recrudece
Ellas ponen el cuerpo, porque la violencia sexual es un precio a pagar durante el camino migratorio. La sufren por parte de compañeros de viaje, por las sociedades que atraviesan en su viaje. “Pero lo más importante a destacar durante estos años, ha sido la implementación de la violencia sexual como parte del control migratorio. Ésta se ha convertido en una de las herramientas para causar dolor, para castigar desde las instituciones a las mujeres que se mueven”, asegura el informe, que apoya a muchas mujeres en su tránsito hacia Europa y cuando llegan a nuestro país.
Las mujeres afrontan mucha violencia sexual, que además tiene como consecuencia embarazos no deseados y también enfermedades graves que acaban en muerte”, ha dicho Helena Maleno en la rueda de prensa.
«Las mujeres y la infancia migrantes sufren violencias diferenciadas, que se cruzan cuando se trata de unidades familiares. Por eso la mayoría de las madres mencionan el dolor de la pérdida de sus criaturas como uno de los miedos mayores en su proceso migratorio: cuando no pueden viajar en la misma embarcación, o cuando las separan en las redadas, pero también cuando llegan al Estado español y como consecuencia del racismo institucional el sistema de menores considera que niños y niñas estarán mejor en centros que con sus madres. Este es el testimonio de una de ellas:
“No pude cruzar con ella, nos separaron a pie de playa, de noche, fue como si me arrancasen una parte de mí. Llegó sana y salva a Canarias. Hice todo para cruzar, como fuese, de la manera que pudiese, arriesgué mi vida porque sin ella no soy nada. Seis meses después llegué también al mismo lugar. Pensé en abrazarla que sería fácil, pero no fue así. Es mi hija, mi hija. Hice todo lo que me pidieron, todo, papeles, adn. A veces no les entendía pero aún así lo hacía. Tuve que recurrir a una organización porque no me escuchaban, pedir ayuda. Alguien que defendiese mis derechos y me escuchase. No dormía, no comía, llamaba a la organización cada día. Meses después la volvía a abrazar, fue un calvario. Estoy segura de que sino hubiera sido acompañada no me la hubiesen devuelto. Estoy segura de que hay mucho racismo y por eso nos miran mal, nos castigan, piensan que somos malas madres. Pero es mentira, ¿qué madre podría hacer y sacrificar lo que he hecho yo por mi hija? Esas mujeres de los centros de menores, no son mejores madres que yo, pero sí son más racistas que yo”.