Lo que debía ser una tertulia política acabó convertido en un auténtico espectáculo televisivo. Este martes, el programa Malas lenguas vivió ocho minutos de alta tensión entre Pablo Iglesias y Esther Palomera que hicieron recordar más a un reality show que a un debate de análisis político.
En esta especie de Gran Hermano improvisado, los dos tertulianos protagonizaron un intenso cruce de reproches en directo, con Ana Rosa Quintana y Antonio García Ferreras como ejes del desacuerdo. Lo que comenzó como una discusión sobre medios y poder derivó rápidamente en acusaciones personales y enfrentamientos directos, ante la mirada atónita —y en ocasiones cómplice— del resto de la mesa.
El formato del programa, que ya se mueve en el filo entre la información y el entretenimiento, se vio especialmente desbordado por la virulencia del intercambio. Como si se tratara de un concurso de convivencia, Iglesias y Palomera se erigieron en protagonistas absolutos, dejando al resto de participantes en un segundo plano, casi como “expulsados” de la conversación.
La escena confirma que, en la televisión actual, la política no solo se discute: también se dramatiza. Y a veces, como ocurrió este martes, se convierte en puro espectáculo.
