Mientras nuestro país se desmorona ante una situación caótica a niveles que nunca se han visto antes, tenemos a los que gobiernan nuestro país montando un espectáculo mediático que hoy abre todos los telediarios. En el transcurso de una Comisión para la reconstrucción del país, han aprovechado la ocasión para faltarse el respeto entre ellos mismos y demostrar que los únicos intereses que les mueve son sus propios egos y que poco o nada tienen que ver con un país que está sufriendo, tocado de muerte y que llora a sus muertos.
Es indignante ver estas escaramuzas a las que ya desgraciadamente nos tienen acostumbrados, donde edificios tan emblemáticos como el Parlamento y el Senado, lugares donde se tienen que debatir todos los problemas que nos preocupan a todos los españoles, problemas como las miles de personas que van a perder sus puestos de trabajo, tanto en el ramo del automóvil como en el del aluminio y en casi todos los sectores, nuestros políticos aprovechen este escenario para demostrar con sus actos que les da igual todo lo que está aconteciendo.
Mientras tanto los ciudadanos hartos de nuestra clase política, toman las calles y se movilizan, queriendo hacer llegar un mensaje a unos gobernantes que todavía no han entendido que los ciudadanos están esperando a que de una vez por todas se vistan con el traje de faena y empiecen a trabajar a favor de obra y que dejen de ofrecer migajas a una población que no quiere vivir de prestado y a expensas de ayudas, que ni el propio Gobierno sabe de donde va a sacarlas. Los ciudadanos están cansados de tanto teatro barato.
Los políticos tendrían que dar ejemplo de cordura y tranquilidad para serenar a un pueblo que ruge por momentos, pero en lugar de hacerlo, están desestabilizando a todo un país. Por otro lado, no sólo hay que culpabilizar al Gobierno de hacer las cosas mal, también a todas aquellas personas (que también las hay) que con sus actos incívicos, están haciendo que se vuelva a retroceder y posiblemente volver a la casilla de salida. A qué juegan con estos actos. No parece haberles afectado tanta muerte, miles y miles de personas a las que ni siquiera sus seres queridos pudieron darle su último adiós. La falta de solidaridad y empatía hacia nuestros semejantes nos convierten en monstruos sin sentimientos. Se demuestra con estos actos incívicos que nos queda mucho por aprender y que nuestra escala de valores no da la talla.