¡Su tabaco, gracias! ¿La factura? Para los ciudadanos que me votaron. Una vida placentera avalada y promovida por mis actos (i)lícitos. ¿Y los trabajadores? Asignaciones familiares de manutención. Aquí, en el aeropuerto, me pregunto: ¿En qué círculo del infierno habría colocado Dante a las personas que (no se) tratan este problema?
Los prefectos consideran que son la inversión de la segunda y tercera letra de su denominación. ¡Hipócritas que inventan guerras para gobernar un territorio en nombre de Dios! Encargados de transformar la religión en obediencia disciplinada. Excel(d)entes operadores religiosos de armadura y crucifijo entre las piernas. Castración.
Ayer un grupo de manifestantes tronó contra la injerencia de la Iglesia en los asuntos del Estado. Esos círculos más anticlericales de la intelectualidad y la política. ¿Paradigmático(s)? Ama a tu prójimo como a ti mismo. ¡Paja! Jesús era un refugiado que fue tratado como tal.
Rep(l)icar como lo(g)ros lo que la propaganda de/en nuestro hogar repite hasta el aburrimiento. Una red unificada denominada familia. Esa caricatura estructural que define nuestra identidad: ¡Viva el pato Donald de Matelard! ¿Es (im)posible una distribución justa de los productos alimenticios? Fa(o)lla muy seria, afirma el recién llegado del otro lado del océano.
Ese grupúsculo en la cúspide de la pirámide, estático, no considera necesarias las (inter)acciones sociales. La mera subsistencia del proletariado les parece adecuada para/por su condición. ¡Desagradecidos! Luces de neón indican el paso a la Tierra Prometida reservado para los “iluminados”. El “megamundo”. ¿Por qué los aviones no sobrevuelan los polos? Tierra hueca -y encefalograma plano-. ¡El magnetismo de mi falo redentor les ilumina!
Rezar y rezar a bagatelas como única estimulación. Relojes de oro y colgantes de marfil visten la ostentación. ¿Y la energía? ¿Qué haremos sin combustibles fósiles? Talar todos los árboles de los bosques de alrededor. Madera para cocinar y calentarnos.
Tras la misa dominguera [12pm], la viuda del coronel exclama con gestos de sorpresa y la mano enguantada de encaje negro en la boca: ¿Se quedaron sin nada? Siempre tendrán a Dios [Responde el “rebolondo” párroco]. ¿Final feliz? No. Los cuatro cadáveres aparecieron colgados en la rama principal del último árbol que aún permanecía en pie junto aquel edificio ruinoso.
[Hasta aquí llega el aroma de las orquídeas de aquella floristería del fondo].
Con el tiempo, todos recor(olvi)daremos esta historia [Se justifica el maestro de escuela]. En ese momento, el zagal de alguno de los presentes pregunta enzarzado entre las piernas del corrillo de discusión: ¿El hijo se cansó de transportar los tablones de madera de una esquina a otra en la carpintería de su padre? ¡José! Es más fácil difícil predicar (en el desierto) que trabajar [Miradas de aprobación y persignación]. ¡A almorzar!