Una investigación internacional ha revelado que una empresa con sede en Singapur está desempeñando un papel clave en el suministro de petróleo que alimenta la maquinaria de guerra del ejército de Myanmar, implicado en graves violaciones de derechos humanos desde el golpe de Estado de 2021. Este descubrimiento pone de relieve el papel de actores privados en el conflicto y la prolongación de la crisis humanitaria en el país asiático.
La compañía, identificada como Seavision Resources, ha estado proporcionando grandes cantidades de productos petroleros al ejército de Myanmar a través de contratos que, según fuentes del sector, son a menudo opacos y difíciles de rastrear debido a la complejidad de las rutas comerciales utilizadas. A través de un sistema de intermediarios y empresas fachada, Seavision Resources ha conseguido esquivar las sanciones internacionales impuestas al régimen de Myanmar y continuar con el suministro de recursos estratégicos para sus fuerzas armadas.
El petróleo suministrado es crucial para el funcionamiento de las aeronaves, vehículos blindados y otras maquinarias utilizadas por el ejército en su represión de los opositores al golpe de Estado, que derrocó al gobierno democráticamente elegido de Aung San Suu Kyi. La continua disponibilidad de recursos energéticos ha permitido que el régimen mantenga su capacidad bélica, a pesar de los intentos de aislamiento internacional.
La denuncia de organizaciones internacionales
El informe, elaborado por una coalición de organizaciones de derechos humanos y analistas de comercio internacional, destaca el impacto devastador que esta red de suministros tiene en el conflicto en Myanmar. Activistas y expertos aseguran que el apoyo logístico al ejército mediante el suministro de petróleo ha facilitado la intensificación de las operaciones militares contra civiles, especialmente en las zonas donde se ha documentado el uso de ataques aéreos y operaciones terrestres contra comunidades étnicas y pro-democracia.
«Este suministro de petróleo es fundamental para que el régimen siga operando con impunidad, y la empresa de Singapur juega un papel directo en la perpetuación de las atrocidades cometidas contra la población civil», declaró Ana Paredes, portavoz de la organización Human Rights Watch. «Es crucial que las autoridades de Singapur y la comunidad internacional investiguen a fondo estos lazos comerciales y pongan fin a cualquier apoyo indirecto a las fuerzas armadas de Myanmar».
Reacciones políticas
A nivel diplomático, varios países y organismos internacionales han expresado su preocupación por el papel de empresas en países como Singapur, que facilitan la continuación del conflicto en Myanmar. A pesar de las sanciones de la ONU y la Unión Europea, el ejército de Myanmar sigue recibiendo suministros clave gracias a empresas como Seavision Resources, lo que pone de manifiesto las brechas en el sistema de sanciones y la falta de control sobre el comercio internacional de productos estratégicos.
Por su parte, el gobierno de Singapur ha evitado comentarios oficiales sobre las acusaciones, limitándose a señalar que «se adhiere a las normas internacionales y que las empresas operan bajo la legislación local». Sin embargo, el creciente escrutinio internacional podría poner a prueba esta postura, dado el creciente llamado a imponer sanciones a las empresas y gobiernos que colaboran indirectamente con el régimen de Myanmar.
Una cuestión de justicia global
El hallazgo de este nexo entre una empresa de Singapur y la maquinaria de guerra del ejército de Myanmar subraya el dilema más amplio sobre el comercio de recursos y el cumplimiento de las normativas internacionales de derechos humanos. Las investigaciones señalan la necesidad urgente de una mayor regulación global para evitar que actores privados contribuyan a financiar regímenes autoritarios y la represión de los derechos fundamentales.
A medida que la comunidad internacional observa cómo evoluciona la situación en Myanmar, la presión sobre los gobiernos y empresas vinculados al régimen militar continúa creciendo. Las llamadas a tomar medidas más firmes y transparentes se intensifican, con el objetivo de interrumpir los flujos de recursos que permiten a los opresores mantener su poder y seguir cometiendo abusos sin rendir cuentas.