Como en la película de Godard, todo es huida hacia delante, cada nueva decisión es un nuevo error que acelera los acontecimientos y que desembocará irremediablemente en tragedia al igual que en el film que inauguró la Nouvelle Vague.
Sánchez y los suyos protagonizan su particular versión de esa huida hacia adelante, atropellada y desnortada, como única respuesta ante el golpe de estado separatista. Seguir en la senda de las concesiones solo alimentará la percepción de que el Estado es doblegable, que las instituciones pueden ser ninguneadas y la nación destruida. La escenografía del encuentro en el que se simbolizó el acuerdo entre dos estados, uno en situación de debilidad y otro con aspecto emergente, “haciendo país” que diría Pujol, delata las intenciones de un ejecutivo que coloca a España como proyecto fallido frente al empuje separatista.
Un Torra satisfecho afirmaba “hemos hablado de todo” mientras que el silencio del ejecutivo otorgaba. ¿De qué han hablado secretamente a espaldas del Parlamento y de la Nación?, ¿del derecho de autodeterminación?, ¿de una secesión controlada?
Mientras el desnortado Sánchez y el supremacista Torra juegan al puzle territorial, la espiral del enfrentamiento entre catalanes seguirá en aumento, la sociedad catalana se polarizará cada vez más entre los separatistas y aquellos que observan con horror la posibilidad de un futuro estado totalitario independiente regido por la segregación identitaria. Podríamos decir, parafraseando a Gil Robles, que la mitad de los catalanes no se resignará a morir.
Cuando el gobierno Sánchez caiga, tras desnaturalizar el sistema democrático con un ejecutivo sustentando por populistas y separatistas y sostenido por decretos, el panorama será aun más grave. El PSOE podría perder su peso dentro de la política española tal y como le sucedió al partido socialista francés y en este sentido, el final de la hegemonía en Andalucía es la señal inequívoca de este proceso, pero lo verdaderamente grave será la situación en la que dejara España y que heredará el próximo gobierno, probablemente de centro-derecha, que tendrá que enfrentarse a una situación de no retorno y que requerirá acciones contundentes para mantener el Estado, la vigencia de la Constitución y la supervivencia de la Nación. Unas tareas que además deberá enfrentar en solitario, sin el apoyo de un PSOE en proceso de descomposición y por supuesto, con los populistas y los nacionalistas enfrente. La incógnita se plantea sobre cuál será la estrategia que utilizaran Torra y los suyos cuando se produzca el cambio de gobierno, ¿una guerra a la eslovena o las movilizaciones “populares” al estilo de las primaveras árabes? En cualquiera de los casos, el “final de la escapada” se tiene que producir ya, los españoles nos jugamos mucho y podemos perderlo.