En España, que ha entrado oficialmente en escenario de sequía meteorológica de larga duración, tendremos cada vez menos agua. De no cambiar la tendencia actual, el regadío intensivo e industrial amenazará el abastecimiento y los ecosistemas
Con motivo del Día Mundial del Agua, Naciones Unidas organiza, del 22 al 24 de marzo, la 2º conferencia mundial del Agua en Nueva York para combatir los desafíos globales del agua a escala planetaria. Un encuentro al que esperamos que asista la Ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, quien debe poner el agua como prioridad en la agenda, ya que de ello depende el futuro de España. Según la ONU, el incremento de los fenómenos climáticos extremos, como consecuencia del cambio climático junto al creciente e insostenible consumo, aumenta la gravedad y la frecuencia de los desastres naturales relacionados con el agua.
Unos 2.300 millones de personas (casi el 30 % de la población mundial) viven en países con estrés hídrico y 3.600 millones de personas no tienen acceso a agua suficiente. Casi tres cuartas partes de todos los desastres naturales recientes están relacionados con el agua y han causado daños económicos de casi 700.000 millones de dólares en los últimos 20 años. Las sequías podrían ser la próxima gran pandemia que sufra el planeta.
Las actividades humanas insostenibles (regadíos intensivos e industriales, las macrogranjas, los pozos ilegales…) y la mala gestión general de los recursos hídricos afectan directamente a la disponibilidad, la calidad y la cantidad del agua.
La situación en España
España no es ajena a los problemas del agua. Casi la mitad de los acuíferos, están en mal estado, algo preocupante teniendo en cuenta que son las reservas para el futuro, en el país de Europa más amenazado por la desertificación.
«Los fondos de inversión y la especulación han puesto sus ojos sobre el campo español y están dirigiendo la agricultura hacia una actividad intensiva e industrial. Ésta consume más del 80% del agua y los planes estatales y autonómicos son de seguir creciendo las superficies regadas. Es una espiral insostenible que se llevará por delante a la agricultura tradicional y familiar, los ecosistemas y pondrá en serio peligro el abastecimiento de ciudades y pueblos», ha declarado Julio Barea responsable de aguas de Greenpeace.
A día de hoy, la media de agua en los embalses es del 51%, 13 puntos menos que la media de los últimos 10 años. Tras tres años con niveles de precipitaciones por debajo de la media, nuestro país ha entrado oficialmente en un escenario de sequía meteorológica de larga duración. Las lluvias invernales, algo más abundantes, no han servido para acabar con la sequía meteorológica que sufrimos. Por el momento, el mes de marzo está siendo seco y cálido, acumulando un 36 % menos de lluvia de lo normal y las previsiones, para los próximos meses, son de falta de precipitación:
CATALUNYA:
Los años 2021 y 2022 han sido los más secos de la historia, desde 1914 -inicio de registros en Barcelona-. Ello ha obligado al Govern a declarar la fase de «excepcionalidad» por sequía en toda la región. Esta medida supone reducciones en el uso del agua y afecta a 224 municipios de 15 comarcas, afectando a más de 6 millones de habitantes.
ANDALUCÍA:
En Andalucía, donde se está viviendo situación de alerta, con restricciones por sequía debido a la falta de precipitaciones, la inmensa demanda de agua, especialmente para el regadío intensivo e industrial, está poniendo en jaque al campo andaluz. Aun así, La Junta de Andalucía ha presentado una nueva proposición de legalización de regadíos ilegales en Doñana, en contra de las explotaciones agrarias que sí se acogen a la normativa, enviando un peligroso mensaje hacia aquellas explotaciones que, más allá de Doñana, extraen agua de forma ilegal. «Ni siquiera un espacio natural con todo tipo de protección como Doñana se ha librado de la presión de la agricultura intensiva pero hay otros muchos», manifiesta Luis Berraquero, coordinador de Greenpeace en Andalucía. Precisamente, Greenpeace, en el marco del Día del Agua, se ha desplazado hasta Doñana para comprobar la situación y denunciar la problemática (Imagen de cabecera)
Ayer se publicó el último informe del IPCC
El informe presentado ayer por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) indica que las consecuencias negativas del cambio climático se están experimentando antes y tienen consecuencias de mayor magnitud que las anticipadas en informes anteriores. Los estudios científicos coinciden en prever un aumento de los peligros relacionados con el agua, un aumento de las amenazas a su disponibilidad y calidad debido al incremento del calentamiento global. Esto repercute en los sectores agrícola y energético, en la integridad de los ecosistemas y las cuencas fluviales que se nutren del deshielo, los glaciares, la disponibilidad de aguas subterráneas y el almacenamiento de agua superficial. El incremento de las temperaturas aumentará la demanda de agua de la vegetación y los cultivos entre un 25% y un 200%. Además, las precipitaciones se darán con menos periodos de lluvias, pero más intensos, aumentando así las grandes inundaciones. La duración de las sequías aumentará drásticamente si se supera el límite de 1,5ºC.
En lo relativo a los datos del IPCC para el agua en España, las previsiones alertan de un aumento de las temperaturas asociado a una (desigual) disminución de las precipitaciones y un aumento de la evapotranspiración. Todo ello llevará, inexorablemente, a una menor disponibilidad de agua. Muchas zonas se volverán más secas y, sin embargo, también se prevé que los períodos de lluvia (o nieve/granizo) se vuelvan más intensos, con volumen de hasta un 10% más en el día más lluvioso del año, lo que podría aumentar el riesgo de inundaciones.
Las proyecciones para el sur de Europa indican que, a medida que el nivel de calentamiento global alcance los 2°C, más de un tercio de la población experimentará escasez de agua, con el riesgo de sufrir sequías agrícolas y ecológicas más frecuentes y/o más graves. La escasez de agua y los eventos extremos, como la sequía, tienen un impacto negativo en los ecosistemas porque los hábitats pueden disminuir, así como la tasa de crecimiento de los árboles, aumenta el riesgo de erosión del suelo y el de incendios forestales. Además, se proyecta una pérdida generalizada de humedad del suelo para España bajo el calentamiento global continuo.
«Los datos del IPCC no pueden ser más contundentes. Existen aún opciones para asegurar un futuro habitable y sostenible, pero son cada vez menores. Se necesitan cambios rápidos y ambiciosos en todos los sectores y escalas. Hay que reducir a la mitad las emisiones globales para 2030. Lo que se ponga en marcha de aquí a ese año se notará ahora y durante miles de años. España debe administrar mejor el agua que tiene, porque será tarde hacerlo cuando ya no haya agua. Las soluciones no pasan por realizar más infraestructuras como embalses, trasvases o desaladoras. Ni tampoco por reducir los, ya exiguos, caudales ecológicos, que han hecho que nuestros ríos sean auténticas cloacas» ha declarado Julio Barea, responsable de la campaña de agua de Greenpeace. «Las soluciones pasan por trabajar en disminuir el insaciable consumo de agua, centrado en una agricultura y ganadería industriales e intensivas, y cerrar el más de un millón de pozos ilegales que tenemos», ha añadido.