Arabia Saudí ha implementado una estrategia masiva para mejorar su imagen internacional mediante el deporte, conocida como sportswashing. Según un análisis de la organización danesa Play the Game, el reino ha firmado más de 910 contratos en deportes de élite, consolidándose como un actor clave en el ámbito deportivo global.
Una apuesta multimillonaria en el deporte
Liderada por el príncipe heredero Mohamed bin Salmán, esta estrategia está respaldada por el fondo soberano de riqueza, el Public Investment Fund (PIF). A través de él, Arabia Saudí ha adquirido equipos como el Newcastle United, ha impulsado la Saudi Pro League con fichajes de estrellas como Cristiano Ronaldo, Neymar y Karim Benzema, y ha financiado competiciones como la LIV Golf, que ha generado controversia en el mundo del golf profesional.
El país también ha apostado por organizar eventos de alto perfil como el Gran Premio de Arabia Saudí de Fórmula 1 y la Copa Mundial de Clubes de la FIFA, consolidando su influencia en el panorama deportivo. Además, busca asegurar la sede del Mundial de fútbol de 2034, alineando esta meta con el plan Vision 2030, que busca diversificar la economía saudí y reducir su dependencia del petróleo.
Críticas y controversias
A pesar de estos avances, Arabia Saudí enfrenta críticas por su historial de derechos humanos. Organizaciones como Human Rights Watch denuncian que el régimen utiliza el deporte para desviar la atención de problemas internos como las ejecuciones masivas, la opresión a disidentes y el asesinato del periodista Jamal Khashoggi. Estas inversiones, señalan los críticos, son una herramienta de relaciones públicas para mejorar su imagen en lugar de abordar sus violaciones de derechos humanos.
El equilibrio entre influencia y ética
Si bien la estrategia saudí ha transformado al país en un jugador importante en el deporte global, plantea preguntas sobre la ética de usar el deporte para mejorar la reputación de un régimen autoritario. Aunque algunos defienden que estas inversiones generan empleo y promueven el desarrollo económico, otros ven en ellas un intento de blanquear su historial.
Arabia Saudí se enfrenta ahora al desafío de demostrar que estas iniciativas no solo buscan mejorar su imagen, sino también generar un impacto positivo y sostenible en el deporte y en su sociedad.