Ayer por la noche, el auditorio de la Feria de Ceuta vivió una auténtica lección de lo que significa ser artista. La voz grave e íntima de María Nieves Rebolledo creó un ambiente que transformó la melancolía romántica en una invasión del público de la pista ocupada por sillas.
Bebe lleva la música tanto por dentro que, cuando dio las gracias por primera vez repitió ocho veces seguidas la palabra, como si el mismo agradecimiento formara parte de una canción. Un banco de madera y una alfombra reproducían un hogar y permitieron a la cantante moverse y posar en función de lo que la canción conllevara. Los temas de Bebe han trascendido más allá del repertorio habitual de un artista, convirtiéndose en himnos. Ni uno ni dos. Ayer, «Siete horas», «Como los olivos», «Siempre me quedará» o un apoteósico final con la mítica «Ella».
Como si se tratara de un flashmob, el público contenido en los laterales de la pista por deferencia a las sillas que ocupaban el centro del espacio, se coordinó para plantarse delante de Bebe a cantar sus canciones frente a frente, cerca de ella. Porque Bebe enamoró Ceuta.