EL CORREO ha seguido la ruta de los menores extranjeros no acompañados (MENAS) desde Ceuta hasta Euskadi, un camino plagado de obstáculos, incertidumbres y promesas de un futuro mejor. La ruta, que conecta el sur de España con el norte, está protagonizada por jóvenes que sueñan con encontrar en Bilbao mejores condiciones de vida y oportunidades, atraídos por la percepción de un sistema de acogida más robusto.
La ruta: de Ceuta a Bilbao
En la estación de autobuses de Algeciras, el viaje comienza para muchos. A las cinco de la tarde parte el autobús que conecta esta ciudad andaluza con Irún, pasando por Bilbao, un trayecto de 16 horas y más de 70 euros de costo. Abdul, un trabajador del kebab cercano a la estación, describe la rutina: “Cada semana vemos chicos intentando comprar billetes o buscando quién los ayude a viajar”. En muchos casos, intervienen “facilitadores” que, a cambio de dinero, guían a los menores en su camino.
Según EL CORREO, algunos chicos logran embarcarse en este autobús, mientras otros enfrentan barreras legales o policiales. “Es algo recurrente”, comenta Abdul, quien recuerda haber visto a hombres acompañando a menores para adquirir billetes sin documentación adecuada.
El papel de las mafias y los facilitadores
La migración de menores no está exenta de la participación de redes organizadas. José Carlos Cabrera, consultor en políticas migratorias, señala que estos grupos se consideran “facilitadores” y no mafias. Aunque sus métodos son variados, incluyen desde el transporte en vehículos particulares hasta la compra de billetes de autobús o la gestión de documentos falsos. Este fenómeno, que incrementa la llegada de menores al País Vasco, ha suscitado preocupación en la Diputación de Bizkaia, que ha calificado la situación como “excepcional” debido al colapso de sus centros de acogida.
Bilbao: una meta idealizada
La percepción de Bilbao como un destino preferido no es casual. Según educadores y trabajadores sociales entrevistados por EL CORREO, los menores ven en Euskadi un lugar donde el sistema de protección es más sólido. “Piensan que allí van a estar a gusto, que hay más recursos, mejor comida y acceso a teléfonos móviles”, explica Nayat Abdeselam Ahmed, una trabajadora social de Ceuta.
Esta percepción ha disparado las cifras de menores tutelados en Bizkaia, que han pasado de 310 en 2022 a 602 en 2023. Para hacer frente a la saturación, la Diputación ha activado residencias exclusivamente para acoger a estos jóvenes, aunque sin recursos educativos adecuados, lo que ha generado críticas y un intenso debate político.
Los peligros del camino
Antes de llegar a Euskadi, muchos menores enfrentan riesgos extremos en Ceuta. Allí, algunos intentan cruzar la frontera nadando, enfrentando controles policiales y castigos severos en Marruecos. Carmen Echarri, directora de El Faro de Ceuta, relata casos de jóvenes que nadan hasta seis horas para eludir la vigilancia. En 2023, la ciudad autónoma registró la llegada de 900 menores, un 261% más que en años anteriores, saturando sus recursos de acogida.
Un sistema en crisis
Aunque Euskadi es percibido como un refugio seguro, muchos menores llegan con expectativas que no siempre se cumplen. Sin vínculos familiares ni integración efectiva, algunos jóvenes se ven empujados hacia la delincuencia, alimentando un ciclo que organizaciones como Cardijin buscan romper. Según Nayat Abdeselam Ahmed, el sistema actual de acogida no responde a las necesidades reales de los menores: “Para algunos políticos y empresas, esto es un negocio. Lo que menos importa son los menores”.
El fenómeno de los MENAS sigue siendo un desafío social y político de gran complejidad, pero para los jóvenes que emprenden este viaje, Euskadi representa la esperanza de una vida mejor, aunque el camino esté lleno de incertidumbres y sacrificios.
(Artículo basado en el reportaje original publicado por EL CORREO).