Bintou llegó a Canarias hace unos meses, tras una peligrosísima travesía marítima desde Marruecos. Ahora vive en España, donde espera una resolución de asilo favorable para poder vivir por fin en paz y con plenos derechos
La vida de Bintou no ha sido nada fácil y ella lo sabe. Natural de Costa de Marfil, siendo muy joven sufrió una violación y se quedó embarazada de una niña que, a pesar de las reticencias por parte de su familia, decidió tener y criar. Sabe que hay que salir adelante siempre, como le decía su madre, por los hijos, así que ella decidió hacerlo igual. “Mi madre luchó por nosotros, era una mujer fuerte, así que yo también tengo que serlo”, afirma.
A los cinco meses le obligaron a casarse con un familiar sin que ella pudiera evitarlo. Sabe que “el amor no es así” y que no es lo que ella quería, pero no le dejaron opción. Ni siquiera estuvo presente el día que lo decidieron. “No había hecho las maletas y vinieron a buscarme para ir a su casa. Me negué y mis padres me obligaron. Nunca lo quise. Para mí fue muy duro”, explica. Un matrimonio en el que, además, sufrió violencia machista, y que le obligó a buscar refugio por primera vez en casa de su tío materno, en un pueblo cercano. Bintou volvió a quedare embarazada de otro hombre con el que la relación tampoco terminó bien y que le llevó a dedicarse al comercio para subsistir. Es en estos momentos cuando comenzaron a hablarle de migrar a Europa, pasando por Marruecos.
Exilio forzoso por ser mujer
La noche antes de viajar, Bintou tuvo una corazonada de que no debía hacerlo. “Algo me dijo que no viajara. Cuando llegué allí por la mañana estaba llorando, mi corazón me decía que no fuera, así que no fui”. Después se enteró de que todos habían muerto. Aun así, con mucho miedo y por temor a perder el dinero invertido, decidió intentarlo y, finalmente, se subió en una zodiac junto a otras 56 personas, con cuatro niños.
Bintou todavía recuerda las fuertes olas que hacían que la barca se balancease y que dejaron en el camino a 18 personas. Las mismas olas que las llevaron a la orilla de Gran Canaria. “Yo le rezaba a dios. Si quiere que salgamos, saldremos. La gente estaba en el agua y decían ‘venid a salvarnos, venid a salvarnos’, pero nadie fue a ayudarles”, explica. Entre los náufragos había una mujer costamarfileña con la que había compartido habitación y que no logró llegar a tierra. “Se quedó en el agua”, sentencia. Aún le escuece pensar en ella y reconoce llorar mucho cuando la recuerda.
Pendiente de una resolución para poder vivir en paz
La memoria de Bintou está llena de recuerdos dolorosos, miedo y supervivencia. Lleva prácticamente toda su vida huyendo. Ahora, por fin ve algo de luz en España, tras ser trasladada primero desde Canarias a un centro de atención humanitaria de CEAR en Cádiz y posteriormente a un centro de acogida de la Asociación Columbares en Murcia, donde sigue pendiente de la resolución de su solicitud de asilo. Se siente “feliz” por cómo le trata la gente desde que llegó a un puerto seguro, algo que «nunca olvidará.
“Cuando llegamos a Gran Canaria todo el mundo se portó bien con nosotros. Vinieron a acogernos como si fuéramos sus hijos. Nunca había visto nada igual”, afirma. Todavía no sabe qué será de ella en un futuro, pero sabe que el primer paso es conseguir los papeles para poder trabajar y “ser feliz”.
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