El auditorio de la Marina presentó una entrada discreta para recibir a Blas Cantó. Si bien el graderío estaba más o menos lleno, la gente que se congregó en la pista central ocupaba una cuarta parte de la misma, siendo (muy) generosos.
El inicio del espectáculo se demoró casi una hora. Según nos explicaron a los medios, hubo «problemas técnicos» durante la prueba de sonido y esa fue la causa de la demora. De hecho, cuando llevaba unos pocos minutos en el escenario, el propio artista hizo referencia a dichos problemas técnicos con un ligero tono de disgusto.
Sin embargo, no le faltaron actitud, ni ganas, a Blas Cantó y a sus músicos. Empezaron con fuerza y con energía tratando de levantar a un público que, de entrada, ofrecía una primera impresión un tanto apática. Sobre todo por la disposición los/as asistentes: la mayoría se sentó en las gradas, pese a tener la posibilidad de ver el concierto muchísimo más cerca del escenario, que, en teoría, es lo que uno busca cuando acude a estos eventos. Las personas más adeptas al músico -en su mayoría adolescentes- ocuparon la primera fila, pero tras esta apenas si se contaban tres o cuatro hileras más de gente. Si el público ceutí pretendía hacerle llegar su calor ayer a Blas Cantó, se puede decir que tuvo una forma un tanto peculiar de hacerlo.
Una entrada discreta, problemas técnicos, retraso de una hora… No fue el de ayer el concierto soñado por un músico, a no ser que hablemos de una pesadilla. Ser el primero tiene sus pros y sus contras, y ayer Blas Cantó se encontró más de lo segundo. Hoy se espera que Juan Magán abarrote el auditorio de la Marina -sin tener que lamentarse por problemas de sonido- y también que el público caballa se muestre más predispuesto a pasarlo bien.