La violencia existe en todas las sociedades y por tanto parece ser universal. Tal vez en otras galaxias o en otros mundos más avanzados no sea así.
Desde que existe la vida los distintos especímenes han recurrido a la violencia como medio para conseguir algo. El problema adquiere su máxima envergadura cuando se convierte en finalidad.
La etología es la ciencia que, básicamente, se dedica a estudiar el comportamiento de los animales en su interacción con el medio. Es decir, las características conductuales distintivas de un grupo determinado y cómo éstas evolucionan para la supervivencia del mismo en un ambiente determinado. Se centran en aspectos tales como la selección sexual, la alimentación, la agresividad, los conflictos o la relación con los congéneres.
Desde la etología también nos estudiamos a nosotros mismos. Es la denominada etología humana y está diferenciada de la psicología o la sociobiología. Supuestamente somos los seres más complejos de la naturaleza y nuestra conducta es proporcional a dicha complejidad.
Personalmente considero que la mejor aproximación a la investigación conductual de los seres humanos solo puede llegar desde la Antropología Social y Cultural pues el elemento que nos define con respecto a cualquier otra sociedad comunitaria de seres vivos es la cultura. Pero eso sería para otro artículo.
Nuestros parientes vivos más cercanos genéticamente dentro del mundo de los primates son los chimpancés y bonobos. Ambas especies tienen un sinfín de características comunes y otras que no solo difieren, sino que son contrapuestas. A través de las siguientes líneas percibiremos el reflejo luminoso y oscuro de la proyección de la etología en nuestras vidas.
Los chimpancés utilizan la violencia, incluso matar, como parte de su estrategia evolutiva, ocasionalmente pueden existir condicionantes externos que les lleven a ello, pero sin estos condicionantes la violencia y la muerte provocada forman parte de su propia existencia. Hace años un estudio publicado en “Royal Society Open Science” obtuvo conclusiones determinantes como que en sus comunidades la competencia grupal es brutal, que están segregadas por sexos, es decir, se interactúa más con compañeros del mismo sexo, las actividades susceptiblemente más violentas son cosa de los machos, necesitan cooperar entre ellos para vigilar sus límites fronterizos, defender su territorio y participar en las acciones de caza. La resolución de conflictos entre ellos suele ser mediante el uso de la fuerza o la escenificación de la misma. Su sociedad es profundamente patriarcal.
Por su parte los bonobos no demuestran gran competencia grupal. No existe segregación por sexo, los machos no se relacionan preferiblemente con otros machos como ocurre entre los chimpancés y ambos sexos se asocian preferentemente con las hembras. Son menos territoriales, trabajan cooperativamente con las hembras, frecuentemente con sus madres, con las que colaboran entre otras cosas para favorecer en todo lo posible el éxito en el apareamiento de sus vástagos. La resolución de conflictos entre ellos es abrumadoramente pacífica con un gran componente sexual. Es casi imposible encontrar muertes sobrevenidas por el uso de la violencia a la hora de dirimir situaciones conflictivas entre los bonobos, justo lo contrario suele ocurrir con los chimpancés. En definitiva, su sociedad es profundamente matriarcal.
Destacar que en ambas especies las hembras se apoyan y ayudan en el cuidado de la prole. Existiendo una maternidad compartida grupal que sustenta el desarrollo de la propia comunidad.
Destacar también que hasta el momento no se ha comprobado que ninguna de las dos especies cante Rap pero en caso de hacerlo creo que serían los chimpancés quienes tendrían penas de cárcel para condenar las letras que no gustasen.
Desde el comienzo de los tiempos los Estados se han apoyado en la violencia. La han creado, sustentado, implementado, intentado monopolizar e institucionalizado. Pero eso sería para otro artículo en el que sin dudas además deberíamos referirnos a la violencia estructural: otra de las múltiples caras que tiene la violencia y que hace referencia al mal ocasionado en la satisfacción de las necesidades humanas básicas como consecuencia de los procesos de estratificación social. Este fenómeno parece estar soterrado bajo la vorágine de la supervivencia diaria y los cantos de sirena de las estructuras coercitivas totalitarias con esencias franquistas que hablan de libertad y democracia, pero que continuamente nos las arrebatan y no las dejan seguir desarrollándose.
Esto se constata nítidamente en la actitud de gran parte de los políticos y poderes económicos que los controlan, a la vez que a los medios de comunicación creadores de corriente de opinión. Que incluso intentan adoctrinar dejando a un lado la honestidad de la información. No son todos, pero sí demasiados.
Existen manifestantes que salen a la calle para defender la libertad de expresión y no están provocando altercados ni cuestionando sentencias contra delitos comunes imparcialmente juzgados. Y están los voceros del poder (poder económico, evidentemente) que manipulan con el único fin de echar del Gobierno a una parte de éste salido de la voluntad popular manifestada en las urnas libremente (bueno con toda la libertad que las cloacas del Estado y los poderes mediáticos controlados por los económicos han permitido en cada una de las últimas elecciones). A todas luces es infinitamente más pernicioso para una democracia este tipo de actitudes que la de vándalos organizados para crear caos, destrozos y asaltar comercios. Estos últimos son tan sólo una expresión de una sociedad imperfecta que ha fallado en la educación y formación dejando de lado el civismo y la ética mientras que los primeros intentan subvertir la inestable democracia, remedo de una de alta calidad, que nuestros padres y abuelos, madres y abuelas nos regalaron. Luchando por ella con la mejor de las intenciones y tras realizar un esfuerzo titánico por dejar atrás al franquismo, aunque quedara tras las bambalinas de los distintos poderes, ejecutivo, legislativo y judicial. Mi mayor reconocimiento a su sacrificio, que se debe honrar con la mejora de la democracia que nos transmitieron.
Regresando a la trama principal del artículo llegamos al auténtico nudo gordiano de lo hasta ahora expuesto. ¿Si la violencia como estrategia adaptativa conlleva ventaja o ventajas? y de ser así, ¿cuál o cuáles son éstas?
Desde la etología podríamos responder que el control del territorio junto a sus recursos naturales y el acceso a las hembras como medio para obtener beneficios reproductivos serían los principales. ¿Recuerda a algunas sociedades humanas de carácter totalitarios? Por otro lado, la matanza de machos o miembros de grupos rivales debilita a éstos dando la opción al grupo rival de aumentar su territorio, a costa del grupo debilitado, tener acceso a más recursos naturales y a las hembras.
En otro artículo analizaremos las supuestas ventajas de la violencia como estrategia adaptativa, si las tiene, en sociedades humanas. Pero no me gustaría concluir sin un párrafo que nos debiera hacer reflexionar a todas. Y que me sirve para sustentar con fortaleza lo que al comienzo de este artículo defendí: que la mejor aproximación a la investigación conductual de los seres humanos solo puede llegar desde la Antropología Social y Cultural. Françoise Heritier demostró que la violencia machista no tiene nada de natural, sino que se debe a un exceso de cultura patriarcal. “La humanidad es la especie más estúpida: es la única donde los machos matan a sus hembras”
Si me circunscribo al contexto general del espíritu de este artículo resulta casi prescriptivo concluir con unas palabras inmortales de Martin Luther King: “La violencia crea más problemas sociales que los que resuelve”.
De una forma u otra, manifiesto mi respeto y admiración tanto por Françoise Heritier como por Martin Luther King que supieron denunciar y describir con absoluta precisión problemas personales que trasladamos a la sociedad a través de la cultura y que debemos resolver para avanzar en igualdad y equidad.