El Tribunal de lo Penal ha condenado a cadena perpetua al principal acusado del caso conocido como el «crimen de Tánger Balía» y ha impuesto penas que suman 77 años de prisión para otros miembros de la familia involucrada. Los condenados fueron hallados culpables del asesinato del padre, cuyo cuerpo fue enterrado dentro de una pared, así como de la fabricación y el tráfico de pastillas alucinógenas.
Entre las condenas destacan la cadena perpetua para Mohamed, el hijo mayor; 25 años de prisión para la madre, Fátima; 20 años para sus hijos Bilal y Mariam; 3 años para Hamza y Doaa; y 6 años para Mohamed Mehdi.
Investigación policial y descubrimiento del caso
El caso salió a la luz durante una investigación policial sobre el tráfico de éxtasis y drogas duras. En el proceso, la policía detuvo a un joven vinculado al caso y, posteriormente, descubrió que su madre escondía herramientas utilizadas para fabricar pastillas alucinógenas en su vivienda en la zona de Tánger Balía.
Durante el interrogatorio, Fátima se derrumbó y confesó que, en 2018, había participado junto con sus hijos en el asesinato de su esposo y en el posterior entierro de su cuerpo dentro de una pared de la casa.
Detalles del juicio y confesiones
Durante las sesiones del juicio, Mohamed asumió la responsabilidad de los hechos, declarando que enterraron a su padre sin informar a las autoridades, por temor a ser acusado de su muerte, supuestamente causada por la administración de medicamentos narcóticos.
No obstante, la fiscalía presentó pruebas que contradicen esta versión, señalando que el cuerpo del padre fue hallado atado con lo que parecía ser una cuerda, lo que apunta a un posible caso de tortura antes de su asesinato y entierro.
Implicación en el narcotráfico
Además del asesinato, la familia fue acusada de dedicarse a la fabricación y distribución de pastillas alucinógenas, lo que, según la fiscalía, representaba un grave peligro para la seguridad de los ciudadanos al traficar estas sustancias en las calles de Tánger.
Alegato de la defensa
La defensa de los acusados argumentó que la familia vivía en un entorno de extrema precariedad, marcado por la práctica de la brujería por parte del padre. Según la defensa, esta situación transformó el hogar en un espacio lleno de rituales, sacrificios, humo de incienso y hierbas, lo que tuvo un impacto psicológico profundo en los hijos, haciéndoles creer que estaban poseídos por espíritus malignos.
Asimismo, los abogados defensores sostuvieron que los demás miembros de la familia desconocían los hechos, y que la desintegración familiar provocó que no prestaran atención a la desaparición del padre, quien solía ausentarse por largos periodos para visitar mausoleos en ciudades como Fez y Mequinez.
Con este veredicto, el caso de Tánger Balía queda sellado como un suceso que ha conmocionado profundamente a la sociedad marroquí.