La asociación ecologista Septem Nostra recuerda que estos ejemplares centenarios de Laureles de Indias no tenían las condiciones adecuadas para estar en esa zona. Estaban catalogados como ‘árboles singulares’ dentro del proyecto Arbolar de la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente
La Ciudad no escuchó las señales que desde hace un tiempo lanzaban los grandes árboles centenarios de los Jardines de la Argentina y en la madrugada de este miércoles, los gigantescos ejemplares de Laureles de Indias cayeron muertos en la zona donde poco a poco se han ido ahogando hasta alcanzar su final.
Varios de estos árboles centenarios habían sufrido la caída de sus ramas en distintas ocasiones aunque, al margen de la limpieza y retirada de los restos, poco más se ha hecho por preservar unos ejemplares que datan de 1925, casi un siglo de vida que convertían a estos árboles en ejemplares dignos de su conservación y mantenimiento. Y es que, a pesar de que la causa de la caída pueda responder al fuerte viento que estos días ha azotado la ciudad, varios parecen ser los motivos que han derivado en este final, según explica el presidente de la asociación Septem Nostra, José Manuel Pérez Rivera. «Las raíces necesitan profundidad y espacio para expandirse pero no lo tenían porque estaban limitadas por el asfalto. A eso se suma la falta de agua, porque era una zona de aguas subterráneas, pero allí iban a abastecerse varios servicios y no tenían suficiente agua».
Árboles singulares
Son dos de las causas que han derivado en lo que Pérez Rivera describe como «una pérdida de monumentos naturales«, el de una especie que estaba catalogada como «árboles singulares» dentro del proyecto ‘Arbolar‘ que hace unos años desarrolló la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente en Ceuta. Actualmente, se registran en la ciudad entre diez y doce ejemplares de árboles singulares, en su mayoría en la zona de Calamocarro, aunque su pérdida ha sido especialmente dramática en los últimos tiempos debido a los graves incendios sufridos y que, entre otras especies, ha acabado con numerosos castaños, también incluidos en ese catálogo, además de dañar a otros ejemplares de gran riqueza medioambiental como son los alcornoques, quejigos o a un enorme pino ubicado en el arroyo de Calamocarro. Algunos de los ‘supervivientes’ de esa tragedia han quedado marcados gravemente por el fuego y, pese al llamamiento desesperado de Septem Nostra en su día pidiendo un tratamiento fitosanitario «no se hizo nada», apunta el presidente de la entidad ecologista.
Esta irreparable pérdida no ha sido solo consecuencia del temporal, sino a una falta de «una merecida atención y cuidados que no se han llevado a cabo y ahora estén muertos«, lamenta Pérez Rivera. Confía, sin embargo, en que estos hechos hagan reaccionar a las autoridades respecto al cuidado de estas zonas verdes en medio de la ciudad. «Habría que pensar qué tipo de árboles pueden ir en esta zona, teniendo también en cuenta la seguridad de las personas y, a partir de ahí, crear un pulmón verde«.
Imágenes: Antonio Sempere / Cedidas por Abselam M.