Cada vez que he repasado la Ley de Igualdad entre Hombres y Mujeres del año 2007 pasaba por alto las medidas en relación a la mujer y el deporte por considerarlas como poco relevantes. Craso error. Pero no solo mío, sino también de los legisladores porque la verdad es que es la sección más corta de la ley con solo dos artículos que no suman más de cuatro párrafos, vamos, una presencia anecdótica.
Con el tiempo, me he dado cuenta que el deporte ha sido y sigue siendo uno de los ámbitos que más discrimina a la mujer, y además, donde estas discriminaciones están más naturalizadas, siendo asumidas y no cuestionadas. Y digo esto porque de deporte se habla mucho, tanto en todos los medios informativos a diario como en las charlas informales, en casa, en bares y en el trabajo. Casi todos y todas somos fans de algún deporte, vemos las olimpiadas y campeonatos, somos de algún equipo de fútbol o llevamos a nuestros hijos e hijas a practicarlo. Sin embargo, no nos damos cuenta de la invisibilidad de las mujeres en este ámbito, de la escasa presencia y promoción del deporte femenino, de la escasez de medios a las que se enfrentan muchas mujeres deportistas, de la falta de profesionalización, y de la brecha o mejor dicho abismo salarial que separa a las mujeres de sus compañeros hombres.
Por encima de esto, la imagen de la mujer en el deporte en numerosas ocasiones causa bochorno. Muchos clubes y federaciones han utilizado el cuerpo femenino como reclamo sexual, se han impuesto uniformes y vestimentas que desvalorizan a la mujer, e incluso se les ha hecho posar como maniquíes sonrientes listas para posar y besar cuantas veces sean necesario.
Frente a esto, hace ya algunos meses que compruebo con alegría que en los deportes del telediario de la primera algo está cambiando. Por fin se habla del deporte femenino en un claro esfuerzo en visibilizar y reconocer a nuestras campeonas. Desde Carolina Marín son muchas las deportistas de élite en fútbol, kárate, baloncesto, halterofilia, natación y un largo etcétera que espero no deje de crecer. Se lo merecen por ser doblemente luchadoras.