El pasado domingo, en una conmovedora ceremonia celebrada en la Plaza San Pedro del Vaticano, el Papa Francisco proclamó santos a Manuel Ruiz López y otros siete frailes franciscanos, quienes fueron brutalmente asesinados en Siria en 1860. Este acto de canonización no solo reconoce su martirio, sino que también resalta su dedicación y servicio a la fe cristiana en tiempos de extrema adversidad.
Manuel Ruiz López, nacido en Burgos en 1804, fue uno de los franciscanos que encontró su trágico destino en Damasco durante un período de intensas masacres contra los cristianos por parte de la comunidad drusa. Junto a él, fueron decapitados otros seis frailes españoles: Carmelo Bolta, Nicanor Ascansio, Nicolás María Alberca, Pedro Nolasco Soler, Francisco Piñazo Peñalver y Juan Fernández, así como el austríaco Engelbert Kolland.
Durante la ceremonia, el Papa Francisco destacó la valentía y el compromiso de estos mártires, afirmando: «Continuamos la obra de Jesús en el mundo. Bajo esta luz podemos recordar a los discípulos del Evangelio que son hoy canonizados. A lo largo de la agitada historia de la humanidad, ellos fueron siervos fieles, hombres y mujeres que sirvieron en el martirio y la alegría».
Además de los frailes franciscanos, también fueron canonizados los hermanos maronitas Francesco, Mooti y Raffaele Massabki, laicos de Damasco que compartieron el mismo destino trágico en el convento de San Pablo. Estos actos de violencia no lograron silenciar su fe, sino que fortalecieron su legado espiritual.
La ceremonia también incluyó la canonización de otras figuras notables, como el presbítero italiano Giuseppe Allamano, fundador del Instituto de los Misioneros de Consolata y de las Hermanas Misioneras de Consolata. Asimismo, se reconoció a Elena Guerra, fundadora de la Congregación de Oblatas del Espíritu Santo, y a Marie-Léonie Paradis, fundadora de la Congregación de las Hermanitas de la Sagrada Familia.
Estos nuevos santos representan un testimonio vivo de la resistencia y la esperanza en medio de la persecución. Su canonización es un recordatorio poderoso de la capacidad humana para el sacrificio y la devoción, inspirando a los fieles a seguir sus pasos en la búsqueda de la paz y la justicia.
La ceremonia en el Vaticano reunió a miles de fieles de todo el mundo, quienes se congregaron para rendir homenaje a estos mártires y celebrar su legado eterno. La canonización de Manuel Ruiz López y sus compañeros es un hito significativo en la historia de la Iglesia, reafirmando su compromiso con aquellos que han dado su vida por su fe.