La actualidad internacional trae a colación una pregunta que seguro ronda por la mente de muchas personas (incluida la del que suscribe): ¿Cómo está el mundo que hemos creado para que salvar a personas de una muerte segura por ahogamiento sea delito y dejarlas morir a su suerte sea lo «correcto»?
Uno de los golpes de efectos más sonados que dio el PSOE, tras acceder al Gobierno de la Nación a través de la moción de censura contra el PP de Rajoy, fue la acogida del Aquarius. A priori, podía parecer que el PSOE lanzaba un mensaje a la Unión Europea y se oponía al rumbo que estaban tomando las políticas migratorias, pero el efecto se diluyó pronto. Cinco meses después de aquello, en enero de 2019, el mismo gobierno que acogía al Aquarius denegaba el permiso de navegar al Open Arms para realizar labores de rescate en las aguas del Mediterráneo. El espejismo se disipó a las primeras de cambio.
Seis meses después de recibir la prohibición de zarpar, la organización Proactiva Open Arms se ha rebelado y ha enviado a su barco Open Arms a rescatar migrantes en la ruta más mortífera del Mediterráneo. Oscar Camps apuntaba en su cuenta de Twitter: «6 meses bloqueados. No aguantamos más. Levamos anclas y nos vamos. Antes presos que cómplices«. La organización ha decidido mantener un pulso con el Gobierno de España y, por extensión, con la Unión Europea.
No son el único caso. Además del Open Arms, el buque Sea Watch 3, capitaneado por Carola Rackete, hace unos días hacía caso omiso de las imposiciones de Salvini y se dirigía a Lampedusa para dejar en tierra firme a un grupo de migrantes que rescató en las costas de Libia. Hoy El Foro de Ceuta publicaba una entrevista a Iñigo Mijangos, presidente de Salvamento Marítimo Humanitario que viaja a bordo del Aita Mari. En la entrevista, Mijangos hacia estas declaraciones sobre algunas de las personas que habían podido rescatar de una muerte segura: «Se nos han tirado al agua cuando pensaban que volvían a Libia y dicen que prefieren morir en el agua que retornar a Libia«. Por este motivo, Carola Rackete tenía claro que no había rescatado a 42 migrantes para devolverlos a Libia.
Y no lo hizo. De hecho, ni siquiera pidió permiso para hacer justo lo contrario. Lo más que hizo fue notificar al Gobierno de Salvini que se dirigía para dejar allí a las 42 personas que llevaba a bordo. No era una petición, ni un intento de negociación. Era todo un órdago que la joven capitana de 31 años no dudó en lanzar a Salvini, aun sabiendo cuáles podrían ser las consecuencias. Estas consecuencias no han tardado en cumplirse. Nada más poner pies en tierra, la policía italiana detuvo a Carola Rackete acusada de violar el código de navegación, un delito por el que la pena oscila entre 3 y 10 años e cárcel, según medios italianos.
Rackete es una joven alemana de 31 años, licenciada en Ciencias del Mar, habla cinco idiomas y con una experiencia de navegación sorprendente para su edad: ha navegado por los 7 mares y los 5 océanos del planeta. No tenía ninguna necesidad de «jugársela». Lo hizo porque cree firmemente que actuar de otra manera la hubiese convertido en cómplice de las miles de muertes que se producen en el Mediterráneo y por ahí no estaba dispuesta a pasar.
Oscar Camps, que dado el momento, podría verse obligado a enfrentarse a una situación como la de Carola Rackete ha declarado que haría lo mismo y que sería él quien asumiese todas las responsabilidades en caso de que el Open Arms tuviese que desobedecer los mandatos europeos a cambio de salvar vidas. «Yo también lo hubiera hecho. Cualquier ser humano no político lo hubiera hecho. De la cárcel se sale, del fondo del mar no» sentenciaba Camps de manera rotunda y concisa».
Puede que no le falte razón al afirmar que cualquier persona haría lo mismo. Mientras que las autoridades italianas detenían a Rackete, de forma paralela, una buena parte de la sociedad italiana se volcaba en apoyos a la capitana del Sea Watch 3. Las redes sociales se inundaron de publicaciones con el hashtag #IoStoConCarola (Yo estoy con Carola). Lo que nos trae devuelta a la cuestión inicial: ¿Cómo está el mundo que hemos creado para que salvar vidas sea un delito y la omisión de socorro ante una muerte segura sea lo legalmente correcto? ¿Cómo están nuestras instituciones para que sus decisiones se muestren tan alejadas de la opinión pública?
La sociedad europea está con Carola Rackete, con el Sea Watch 3, con el Open Arms, con el Alan Kurdi, con el Aita Mari y con todas las personas que hartas de la impasibilidad de nuestros gobiernos ante una tragedia migratoria sin parangón deciden actuar aunque esto pueda suponerles acabar en la cárcel. Sin embargo, las instituciones europeas -esas que deberían ser un reflejo de la sociedad a la que representan- parece que se han puesto en contra y cada vez lo manifiestan con menos complejos.
Se puede pintar el cuadro como se quiera, pero dentro de 50 años, cuando se recuerden estos episodios se hablará de la deshumanización de nuestras políticas y del retroceso experimentado en la aplicación de los Derechos Humanos. Los buenos seguirán siendo los buenos y lo malos seguirán siendo los malos. Eso no lo va a cambiar ninguna condena, más bien al contrario. Ninguna causa quiere tener mártires pero las que se ven obligadas a tenerlos, en la mayoría de los casos salen reforzadas. Esto no va de Carola Rackete, sino de las miles y miles de vidas que se ha tragado el Mediterráneo en los últimos años. Precisamente por eso #YoEstoyConCarola.