Catalina Paris, hija de la represaliada por el franquismo, la anarquista Dolores Botey Alonso, ha recopilado las memorias de su madre en las que narra sus vivencias en las prisiones en las que estuvo recluida durante más de diez años.
Dolores Botey fue una sindicalista que, tras pasar más de una década en prisión, decidió sacar a la luz sus memorias. Entonces fue un ejercicio de reflexión que ni la propia autora pensó que tendría una repercusión más allá que la de servir de desahogo por los años de dura represión franquista. Treinta años después de su muerte, su hija Catalina ha recopilado ‘Memorias de una anarquista’, una obra cuya recaudación va destinada a asociaciones que trabajan con refugiados de guerra. Lleonard Muntaner Editor, sacará una segunda edición del libro que se podrá solicitar directamente a la editorial.
¿Cómo surge la idea de editar la vida de su madre?
Cuando nos fuimos a Inglaterra, aún en época franquista, me dijo que tenía recuerdos tan vivos de la experiencia que había tenido que ahora que, por primera vez, se sentía libre, le gustaría escribirlo. Me preguntó qué me parecía y le dije que genial. Lo empezó a escribir como un diario, como un desahogo personal, no pensando en ningún momento que esto se publicaría.
Volvimos a Mallorca, el libro ya estaba escrito y en uno de sus cumpleaños lo llevé a encuadernar porque estaba escrito de su puño y letra. Le hizo mucha ilusión y el libro se guardó.
Treinta años después de la muerte de mi madre, volví a encontrar el manuscrito y lo estuve leyendo con unos amigos, algunos de ellos escritores, y me dijeron que tenía que publicarlo. Yo tenía claro que no quería que se modificara nada de lo que se había escrito ni que se hiciera ninguna corrección. Siempre se ha puntualizado que no es un texto con un valor literario, filosófico, político o histórico, sino una experiencia vital, esa es la base del libro.
¿Cómo era su madre en su día a día?
Era una persona muy optimista, que buscaba la parte positiva y bonita de la vida. Recuerdo que mi hermana me decía: “Mamá me ha puesto la vida de color de rosa y no lo es”, ese es el enfoque que le daba. Era muy íntegra y consecuente y muy silenciosa en el sentido en que todo lo que escribió en el libro, no lo expresó nunca y eso se lo recriminé bastante.
Yo me enteré de todo cuando tenía 13 o 14 años y me sentí muy dolida, pero con el tiempo me di cuenta que lo hizo muy sabiamente y fue muy generosa porque no me contó nada para no condicionarme y no hacerme sufrir. Tal y como estaban las cosas en España en esos momentos no era para crear más conflictos y yo que entonces era un poco contestataria, como para que encima me hubiera dicho algo. Las personas que han pasado por esto no contaban nada para proteger a sus seres queridos. Ha habido personas que me han dicho que con el libro de mi madre se han enterado que su abuelo estuvo en un campo de concentración. Ha habido un silencio enorme.
¿Cree que también era una forma de protegerse ellos de su propio dolor al recordar esos momentos vividos?
En cierta manera también, estas cosas se dicen pero no para ahondar en viejas heridas, sino para que se sepan las cosas e intentar que no sigan ocurriendo. Cuando mi madre salió de la prisión decía: “He salido pero no soy libre, en el sentido de que no puedo hablar, expresarme, decir lo que siento. Y hay valores que había dentro de la prisión que aquí están diluidos, como la solidaridad, entrega, amistad, sacrificio…” Hay una cierta contradicción en este sentido.
¿Había entonces una gran camaradería entre las mujeres presas en esa época, no?
Claro, ella cuenta que iban a la galería de las ancianas para animarlas. Todo era un sentimiento de ayuda, para que no sufrieran e intentar animar a las que tenían algún problema. Estos valores de solidaridad son esenciales porque hoy en día nos encontramos con lo mismo. La gente está muriendo de hambre por las esquinas huyendo de guerras y encima estamos castigando a los que intentan ayudar. Estas obras no son para decir lo que pasó entonces, sino también para recordar qué está pasando ahora.
¿Cuáles fueron los primeros contactos de su madre con el anarquismo?
Mi abuela se quedó viuda muy joven con tres hijos y una hija (mi madre). Los chicos se pusieron a trabajar y dijeron que la niña tenía que estudiar y empezó a hacerlo en la Sociedad Económica de Amigos del País, una institución pedagógica bastante adelantada de la República. Cuando estalló la guerra sus ideas ya eran muy claras, de izquierda. Sus hermanos estaban en el frente y ella trabajaba en la CNT como oficinista. Ella vivía en la casa familiar con su madre donde cayó una bomba y cuando volvió la encontró destrozada, tuvo que ir al depósito de cadáveres y eso fue algo que la persiguió mucho tiempo. Decía que su único consuelo era pensar que su madre la protegía. Un día hubo una redada en la CNT y se la llevaron.
Ahí comenzó una larga etapa en varias prisiones…
Ella estuvo en varias prisiones de Madrid y alrededores. Tenía unos 18 o 20 años y salió de prisión con 30. Incluso pidió un traslado a la cárcel de tuberculosos porque lo que tenía ganas era de morir.
Además de su trayectoria sindical ¿Dolores era feminista en una época donde el feminismo no estaba nada bien visto?
Por supuesto que lo era. Ella apoyaba los derechos humanos, daba igual que fuera una mujer, un hombre o lo que sea. Y si nos alargamos, estos derechos alcanzarán a animales y plantas, es un cambio de mentalidad. La época de la República era una sociedad más avanzada, los valores de libertad y democracia, evidentemente, tienen que implicar a la mujer y ella esto lo defendía mucho.
¿Le transmitió estos valores a usted y a su hermana?
Sí, era una cosa clarísima. Yo fui a un colegio de monjas y un día en una entrevista me dijeron que eso era una contradicción, pero no es así, porque entonces eran los únicos colegios posibles, ya que los del Estado eran deplorables. Yo estuve en las Trinitarias y en esa época, en los años 50, nos dijeron que Jesús era defensor de los obreros y mi madre me decía: “Claro es que Jesús era anarquista, qué te sorprende”. Pero no nos condicionaba porque yo me sentía libre.
¿Le hablaba de su vida en el trabajo?
No mucho. Pero normalmente lo hacía conmigo porque mi hermana era más pequeña y nos llevábamos muchos años de diferencia. Lo que sí hacía es hablar del colegio en lugar de la prisión.
¿En el libro de su madre aparece reflejada la dureza de las cárceles para mujeres en la época franquista?
Totalmente. Es todo muy crudo y muy duro. En su historia se alternan estos momentos con otros que mi madre narra con una ironía muy bonita.
Precisamente, al hilo de lo que dice, estas memorias están escritas sin odio e incluso desde un punto de vista irónico. ¿Piensa que su madre quiso, con ello, perdonar a los que la encarcelaron o tal vez restar hierro al asunto?
No, para nada. Ha pasado lo que ha pasado, fue durísimo y sigue siéndolo porque todavía hay muchas cosas que no han sanado si no, no se escribiría tanto sobre esto, pero ella tenía clarísimo que hay que perdonar y ver la parte positiva porque cada persona ha tenido sus condicionamientos. Un ejemplo de ello es que cuando ya estaba en libertad condicional tenía que presentarse en la Comisaría cada cierto tiempo. Un día llegó un poco tarde y la persona que la atendía se puso hecho una fiera. Mi madre entonces le dijo: “Tiene usted más odio por tres años de guerra que yo por diez de prisión”.
¿Qué parte de las vivencias de su madre en prisión le ha impresionado más?
Una de las cosas que más me impresionó fue el de las presas con hijos. Eso fue lo que dio lugar a que, posteriormente, los beneficios del libro se donaran a las madres con niños menores en prisión. Un día el niño estaba bien y al día siguiente le dolía la barriga, se lo llevaban a enfermería y a los tres días estaba muerto. Otros desaparecían. Han pasado 38 años y es hora de que nos den explicaciones de qué pasó con tanta mortalidad infantil.
¿Cree que la represión que vivieron mujeres como su madre y otras luchadoras ha influido en que siga habiendo tanta desigualdad para las mujeres en España?
Directamente no creo, porque esta desigualdad ha existido siempre. Si se va al campo o a las fábricas eran ellas las que trabajaban, las que cuidaban a los hijos. En cualquier ámbito la mujer ha sufrido el doble por el hecho de ser mujer, ha habido una marginación muy elevada.
¿Piensa que el régimen franquista se tomó como algo prioritario la represión de la mujer de izquierda?
Esa represión era total. A cualquier mujer le bastaba ser la madre de…, la mujer de… o la hija de…. para que la encarcelaran o mataran. No necesitaban ninguna otra excusa.