El fenómeno conocido como “caza de brujas” se ponía en práctica entre los siglos XV y XVII en el cual las personas eran ejecutadas por practicar la brujería, la medicina, brebajes, la adivinación y la magia, entre otros. Todas estas personas y sus conductas eran rechazadas y castigadas por un puñado de ignorantes que las ejecutaban incluso con la muerte, en una hoguera, de ahí la expresión “quema de brujas”. Normalmente se sospechaba de mujeres de edad avanzada y de aquellas personas socialmente más débiles. Solo bastaban unos simples rumores o denuncias para poner en marcha toda la maquinaria judicial, las cuales llevaban a conseguir confesiones falsas a través de la tortura.
Según las creencias de la época, estas brujas y brujos acudían a reuniones nocturnas llamadas “aquelarres” o “sabbats” para llevar a cabo la realización de rituales o hechizos para invocar y adorar a Lucifer. Pero de seguir con esta teoría de los aquelarres, su época de apogeo acabó en la Edad Media, fueron crímenes atroces nunca reconocidos como tal.
Ya en el siglo en el que nos encontramos, este término se utiliza para referirnos a la persecución de alguien de forma sesgada de la inocencia o culpabilidad real, pero tenemos una herramienta no existente hace siglos y es la presunción de inocencia y es esa que nos protege hasta que se demuestra que realmente se es culpable.
También es cierto que muchas veces es el investigado y el acusado el que debe probar su inocencia, vulnerándose así su derecho al silencio, o sea que la carga de la prueba se ha invertido, siendo contrario a los enunciados constitucionales. La Constitución dice proteger al individuo y toda persona se presume inocente mientras no se prueba lo contrario y la Declaración Universal de los Derechos Humanos también indica que toda persona acusada de un delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se prueba su culpabilidad.
Se vulnera la presunción de inocencia en todas aquellas ocasiones en las que un supuesto culpable sufre las consecuencias penales del delito imputado, sin haberse demostrado de forma justificada su culpabilidad. Cuando el investigado en lugar de ser tratado como inocente, es considerado como culpable del delito.
La rueda gira para todos. Respeta la presunción de inocencia, mañana te puede tocar a ti ser procesado.