El pasado lunes, el diario digital de ámbito nacional de mayor difusión, “El Español”, publicaba un extenso artículo que bajo el título de “La tapadera de Ceuta tras los juegos online: fraude, blanqueo de capitales y dinero para espías”, describía con todo lujo de detalles determinadas prácticas fraudulentas que se podrían estar produciendo en nuestra Ciudad al amparo de la reciente implantación de diversos operadores de juego online.
Es muy probable que a usted esto no le importe lo más mínimo. En realidad a usted ya le importan muy pocas cosas, y nada que no esté directamente relacionado con el obsesivo malabarismo parlamentario que practica obscenamente para tejer su red de seguridad en forma de trece votos incondicionales.
Es muy probable que despache este asunto con absoluta indiferencia como muestra de pretendido desprecio, aunque en realidad sea pura debilidad. Es posible que se instalen en las novedosas teorías conspiranóicas para desprestigiar al mensajero. O cabe la posibilidad, también, de que esquive su responsabilidad, escondiéndose detrás del covid-19 y su innegable prioridad (es un discursillo, fácil y cómodo con el que puede convencer a los crédulos si en Ceuta todavía queda alguno).
Pero lo único cierto es que este tipo de publicaciones hacen mucho daño a la imagen de Ceuta. Y eso nos preocupa. Y mucho. Usted ha tirado la toalla. Ha presenciado desde la más irritante pasividad cómo se desmoronaba nuestro débil modelo económico (sólo le falta el arpa para ser un digno émulo de Nerón), llevándose por delante a decenas de empresas y centenares de trabajadores. Pero quienes aún queremos seguir luchando por Ceuta, como CCOO entre otros, nos sentimos concernidos y dolidos cuando se vitupera públicamente nuestra imagen sin ser capaces de contraponer nada más que un inquietante silencio.
Ceuta ha sido acusada desde muchos sectores, y a lo largo de las últimas décadas de ser una Ciudad opaca en la que todo es turbio, en la que la ley no se aplica nunca y en la que toda suerte de trapacerías tienen cabida. Esta imagen injusta ha hecho mucho daño a Ceuta. No es necesario que le recuerde cómo se arruinó la posibilidad de implantar un sector industrial al amparo de las reglas de origen porque los prejuicios de los cuadros intermedios de la administración siempre sospechan de que todo lo que se hace en Ceuta es contrabando o similar. Esta sombra nos ha perseguido implacablemente. Somos muchos los ceutíes que nos hemos indignado por ello y hemos luchado con todas nuestras fuerzas para combatir esa corriente de opinión. Somos quienes pensamos que Ceuta es una Ciudad con sus peculiaridades y problemas, pero una comunidad de personas honradas y honestas en su inmensa mayoría que aportan su esfuerzo para labrase un futuro digno como una parte más de nuestro país.
Por eso estamos indignados ante la imagen que hoy se tiene de Ceuta, como si nuestra Ciudad fuera un “conflicto permanente sumido en la más tétrica opacidad y cada vez más costosa para las arcas del estado”.
Por si fuera suficiente con la fama que arrastramos, el Gobierno de la Ciudad decidió dar el paso de convertir Ceuta en la “meca del juego online”, sabiendo que se trata de un sector muy cuestionado no sólo desde una perspectiva moral, sino porque está siempre asociado a actividades ilícitas. Era una apuesta (valga esa expresión) arriesgada. Pero es comprensible que ante la tremenda dificultad de encontrar otros sectores alternativos para reconstruir nuestra economía, se optara por este intento. Se contó con un apoyo casi unánime (incluido el de CCOO), sin embargo, la propia naturaleza de esta actividad económica obliga al Gobierno a ser absolutamente transparente en todos los aspectos relacionados con ella. Los ceutíes (y todos los españoles) tenemos derecho a saber si todo el apoyo institucional que se está brindando (en especial el dumping fiscal) está sirviendo al interés general en forma de creación de riqueza y empleo para toda la Ciudad, o si por el contrario, está sirviendo para hacer “el caldo gordo” a una minoría a costa de una considerable merma de los ingresos del estado (de todos los españoles).
Cada vez que se ha pedido información, ustedes han respondido con evasivas apelando al “carácter privado” de esta actividad. Pero esto no es más que una burda falacia que nadie puede creer. Ustedes rebajan los impuestos a las empresas del juego, le buscan locales, le forman a los potenciales trabajadores, se reúnen con ellos en ferias y eventos, aparecen públicamente con ellos en los medios de comunicación. Pero cuando se trata de rendir cuentas (por ejemplo, los doscientos trabajadores contratados residen en Ceuta?), en ese caso, y solo en ese caso, se trata de empresas privadas de las que ustedes no quieren saber nada (“a mí que me registren!, es la única posición del Gobierno conocida”). Esto no es justo con la ciudadanía.
Se ha acusado a Ceuta de ser una tapadera de actividades ilegales y/o inmorales. Ustedes tienen la obligación de comparecer públicamente y rebatir todos los argumentos publicados. Tienen la obligación de explican a la ciudadanía cuales son los mecanismos de control que están activados para evitar las prácticas fraudulentas. Y también la obligación de explicar si el esfuerzo que está haciendo todo el país (dejando de recaudar ingresos procedentes del juego que se podrían destinar a otras iniciativas sociales) está mereciendo la pena.
Dice el refrán popular que “quién calla, otorga”. Ceuta no se merece su silencio.