La Semana Agustiniana es una celebración anual que honra la vida y enseñanzas de San Agustín, uno de los padres de la Iglesia más influyentes. En esta ocasión, la iglesia de San Francisco se llenó de fieles que acudieron a participar en la misa especial presidida por el obispo Luis María de San Martín.
El presidente de la Ciudad, Juan Vivas, destacó la importancia de mantener vivas las tradiciones religiosas que fortalecen el tejido social y espiritual de la comunidad. Durante su intervención, subrayó el papel de la iglesia como un lugar de encuentro y reflexión.
La misa comenzó con una procesión solemne, seguida de lecturas bíblicas que resonaron profundamente entre los asistentes. El obispo Luis María de San Martín ofreció una homilía inspiradora, centrada en los valores de humildad y servicio que caracterizan la vida de San Agustín.
La música sacra, interpretada por el coro de la iglesia, añadió un toque especial al evento, creando una atmósfera de recogimiento y devoción. Los cánticos tradicionales agustinianos fueron entonados con fervor, recordando a todos los presentes la rica herencia cultural y espiritual que representa esta celebración.
Al finalizar la misa, los asistentes tuvieron la oportunidad de compartir un momento de convivencia en el atrio de la iglesia, donde se ofrecieron refrescos y aperitivos. Esta reunión permitió fortalecer los lazos comunitarios y reflexionar sobre el mensaje de unidad y amor que promueve la Semana Agustiniana.
La Semana Agustiniana no solo es un tiempo de celebración religiosa, sino también una oportunidad para que la comunidad se una en torno a valores comunes y renueve su compromiso con el legado de San Agustín. La participación activa de líderes locales, como el presidente Juan Vivas, resalta la relevancia de estos eventos en la vida cívica y espiritual de la ciudad.
En conclusión, la misa en la iglesia de San Francisco fue un testimonio del profundo respeto y admiración que la comunidad siente por San Agustín. A través de la oración, la música y la reflexión, los asistentes pudieron conectar con su fe y con los demás, reafirmando su compromiso con los principios agustinianos de amor, humildad y servicio.