«Mi mochila no se la come ni el gallo ni la gallina, solo mi barriga». Con esta canción que ha pasado de generación en generación damos la bienvenida a los frutos secos de temporada. Sin embargo, la resaca de Halloween, ciertas prohibiciones medio ambientales y el puente que muchos y muchas utilizan para viajar a la Península, hacen que queden muy lejanas aquellas imágenes de colas de cientos de coches y miles de familias buscando un hueco en la naturaleza para pasar un día en buena compañía
Justo hace un año que el ‘Día de la Mochila’ se convertía en la primera celebración «postpandemia» después de casi dos años de restricciones. Como cada 1 de noviembre, el monte se llena de coches y de familias que buscan un hueco para pasar un día agradable con los suyos. Las altas temperaturas del «veroño» como las de hoy, hacen que muchos ciudadanos opten directamente por la playa para aprovechar el buen tiempo como si de una jornada estival se tratara. Porque si algo tenemos claro ya entrado el mes de noviembre, es que el verano no se ha ido de Ceuta.
Como con ocurre con cualquier tradición, esta tiene su símbolo: una mochila llena de frutos secos que anunciaban una nueva temporada; y su himno: «mi mochila no se la come ni el gallo ni la gallina, solo mi barriga». Y como tradición que es, pasa de generación en generación. En cada familia hay un pequeño o pequeña que empieza a hablar y lo primero que le enseñan sus padres, madres, abuelos y abuelas, es esta musiquilla con tanta historia en nuestra ciudad.
Sin embargo, quedan muy lejanas aquellas imágenes de colas de cientos de coches y miles de familias buscando un hueco en la naturaleza para pasar un día en buena compañía. Esto se debe a que hay quien sigue optando por marcharse de la ciudad autónoma durante el puente por el Día de Todos los Santos y poner rumbo a la Península. Asimismo, cada vez hay más generaciones que celebran con gran intensidad la noche de ‘Halloween’, por lo que a primera hora de la mañana del día 1 de noviembre no hay tanta presencia en el monte. Del mismo modo, hay quienes nos cuentan que esta escasa presencia se debe a que cada vez hay más prohibiciones con respecto al uso del monte ya que no se puede realizar fuego para hacer comida y eso hace que mucha gente prefiera no celebrarlo allí ya que tiene que llevarse la comida desde casa. La costumbre por acampar se ha reducido este año a 160 personas.
Sin lugar a dudas, una de las imágenes más bellas de la jornada ha sido ver cómo empieza a brotar la naturaleza verde en el terreno afectado por el incendio forestal que tuvo lugar el pasado mes de octubre.