Kraetzschmar, Cleminson y Delatolla son tres investigadores británicos que se han desplazado a la ciudad autónoma para desarrollar el primer estudio sociológico de este colectivo. Pablo Núñez, activista por los derechos LGTBIQ en Ceuta, ha hecho de anfitrión, introduciéndolos en la sociedad caballa. Apoyados por el Instituto de Estudios Ceutíes, la investigación concluye que «sí hay diferencias» entre Ceuta y otras comunidades españolas, la «invisivilización» del colectivo, la importancia de la «perspectiva interseccional» para entender el contexto, la necesidad de referentes y la urgencia de programas educativos y campañas de sensibilización
‘Una exploración de la diversidad en un lugar intersticial urbano: La comunidad LGTBIQ de Ceuta’. Este es el título del primer estudio sociológico que se realiza en nuestra ciudad sobre este colectivo. Hendrik Kraetzschmar, profesor de Política Comparativa del Medio Oriente; Richard Cleminson, catedrático de Estudios Hispánicos; y Andrew Delatolla, profesor de Estudios del Medio Oriente, procedentes de la Universidad de Leeds, en Reino Unido, han aterrizado en la ciudad autónoma para desarrollarlo. Todo ello de la mano de Pablo Núñez, activista por los derechos del colectivo LGTBIQ en Ceuta, que ha hecho de nexo de unión entre los académicos y la sociedad caballa. Kraetzschmar, Cleminson y Delatolla optaron por Ceuta para desarrollar su investigación porque les pareció “un lugar único de coexistencia intercultural”. Para los académicos, la ciudad autónoma presenta un “importante enclave transfronterizo” y un “centro diverso y multicultural” con numerosas influencias. Por ello, definen a nuestra ciudad como “un caso único dentro del contexto europeo, un lugar que no solo atrae a migrantes y refugiados, sino que también a aquellos que se identifican como LGTBQ (Enríquez, 2007; Pinos, 2009)”.
La investigación propone investigar las experiencias subjetivas, las actitudes y las circunstancias personales de aquellas personas que se identifican como LGTBQ y residen en Ceuta, así como del contexto urbano e intersticio en el cual residen. Para ello se han preguntado cuáles son los retos principales experimentados por la comunidad LGTBQ en Ceuta; de qué manera influye su ubicación geográfica en las vidas e identidades de las personas LGTBQ; cómo negocian sus sentidos de la nacionalidad, la subjetividad, la religión y la sexualidad dentro del contexto; y cómo influye la diversidad sociodemográfica de las comunidades LGTBQ de Ceuta en la formación comunitaria, la acción colectiva y los compromisos intracomunitarios. El estudio inicialmente pretendía abarcar tres públicos objetivos: los españoles residentes en Ceuta, las personas migrantes marroquíes y las personas refugiadas internacionales, aunque se han centrado en el primero.
Los tres profesores han puesto al servicio de la ciudad su experiencia académica y Núñez les ha dado desde el terreno la perspectiva de la comunidad LGTBIQ. También les ha puesto en contacto con personas del colectivo, así como con las administraciones públicas. Todo ello financiado por el Instituto de Estudios Ceutíes. Se han entrevistado a 33 personas de todo tipo, a la Dirección Provincial de Educación en Ceuta, al INGESA, Consejería de Cultura, Consejería de Sanidad, grupos políticos y sindicatos, entre otros. Además, también se reunirán con personas de la comunidad LGTBIQ de Ceuta para compartir las primeras conclusiones. “Al fin y al cabo las voces que queremos escuchar es el de las personas implicadas”, explica Cleminson.
Entre las conclusiones a las que han llegado con la investigación afirman que “la comunidad LGTBIQ sí que presenta diferencias con otras comunidades similares que viven en el resto de España o en la zona limítrofe con Ceuta en la parte de Marruecos, por razones evidentes geográficas, de densidad de población, de una tradición cultural muy influenciada por el fenómeno religioso”. Asimismo, reseñan que han encontrado también diferencias en cuanto a la perspectiva del colectivo “con respecto a la zona de residencia, así como el estatus social y económico para conocer los estándares de auto reconocimiento y auto empoderamiento, o lo contrario, autoexclusión o de homofobia interiorizada”. Todo ello desde una perspectiva interseccional poniendo de ejemplo que “una mujer blanca lesbiana de 40 años con trabajo fijo puede experimentar su sexualidad de una forma distinta de una mujer musulmana de 19 que vive en El Príncipe”. Han intentado indagar en esas diferencias y entenderlas, pero dejando siempre que las personas sean las que hablen. Lo “curioso y contradictorio” para los investigadores es que, para una parte de la comunidad es que Ceuta es “un refugio de tolerancia donde se sienten cómodos y pueden desarrollar su sexualidad, pero por otro lado es un espacio insuficiente y que está retrasado con respecto a su referencia cultural”. Dependiendo de las circunstancias, “Ceuta es un sitio bueno para ser una persona LGTBIQ o no”.
Otras de las concusiones a las que han llegado es la invisibilización. Núñez, como conocedor de la historia de Ceuta, recuerda que hubo una época en la que la presencia de organizaciones que defendían el colectivo era notable, sin embargo, esto no ocurre desde hace alrededor de 15 años. “Hablamos mucho de igualdad de género, de los derechos de los animales, del derecho de las personas migrantes”, asume el activista, que lamenta que el fenómeno LGTBIQ haya queda como una cuestión “tolerada, pero invisibilizada”. Todos coinciden en la falta de iniciativas institucionales y de organizaciones. “No hay asociacionismo LGTBIQ en Ceuta, sino brotes pasajeros durante el Orgullo y poco más”, subrayan, poniendo de manifiesto la importancia de llevar a cabo campañas de sensibilización, de normalización, de libertad de orientación sexual e identidad de género “para que todos los miembros de la sociedad se puedan sentir cómodos y no violentados”.
Además, señalan que las personas entrevistadas han indicado que les gustaría contar con medios educativos y programas de sensibilización. “En el ámbito educativo detectamos que la educación sexual queda muy de la iniciativa del docente y del compromiso del centro educativo”, explica uno de los investigadores, que remarca que hasta ahora no hay un programa estandarizado en el que se hable de estas realidades al alumnado en edad infantil y adolescente. Los académicos también consideran que las personas que viven en el centro “están cómodas, viven bien y no perciben demasiadas cuestiones de discriminación”. Sin embargo, en otras zonas de la ciudad “se ve la necesidad, por parte de ellos y ellas, de tener una referencia”. Pero con referencia no solo se refieren a una persona, sino a entidades en las que puedan participar.
Entrevistados y entrevistadores coinciden en que la atención al colectivo transexual es “prioritaria”, así como reivindicar los derechos de las personas migrantes LGTBIQ con políticas de concienciación. Núñez, como conocedor de la comunidad, valora que hay quienes comparten su realidad y también quien no lo hace, ya sea por miedo o por desinterés. Los tres investigadores ponen el foco en la extrema derecha como una preocupación entre el colectivo, debido a su “carácter discriminatorio” que influencia a la población joven. Otros de los factores que inciden en la problemática es la relación de las comunidades con el propio Estado: “en vez de educar, se fomenta la presencia policial, introducen más policía en según qué barrios para solucionar el problema en vez de hacerlo a través de la educación”. Algo que preocupa al equipo es que casi el 90% de las personas entrevistadas han experimentado o conocen agresiones verbales o físicas contra personas LGTBIQ, lo que consideran “una cifra bastante alta”.
En definitiva, faltan organizaciones y administraciones que pongan sobre la mesa esta realidad. Los medios de comunicación también juegan un papel muy importante en la sensibilización, ya que trasladan a la opinión pública cuestiones necesarias. Los cuatro se preguntan si la propia sociedad considera que “hay derechos ganados y ya es suficiente” o si “la persona reivindicativa se ha acomodado y a las nuevas generaciones no les interesa”. El Consejo de la Juventud es la única entidad que trabaja en la ciudad de manera más directa con este colectivo, también una sección de CCOO, y aunque hacen una gran labor, tiene que haber un espacio específico. Además de referentes, en Ceuta son necesarios servicios que apoyen a estas personas. No hay que olvidar que «hay generaciones que se han tenido que ir de casa, o se han casado y tenido hijos dejando a un lado quienes verdaderamente son, y hay quienes han sido agredidos verbalmente o han recibido palizas, y frente a situaciones intolerantes, no debe haber tolerancia». Por ello, este estudio sociológico ha elaborado su propia receta: educación, visibilidad, política institucional, compromiso social. Porque lo importante es que las personas se puedan reconocer a sí mismas, y si no hay un espacio físico donde organizarse, es difícil tener referencias.