La falta de un modelo de seguridad que genere confianza en nuestra ciudad es una utopía por la nefasta gestión de una administración con muchas lagunas, ya que no damos crédito al último acto cometido en la Barriada del Príncipe, donde recientemente un joven perdió la vida al recibir un disparo en la cabeza.
Deberíamos preguntarnos en qué se está convirtiendo este barrio de gente humilde y trabajadora.
Pero esto solo es la punta del iceberg, ya que hay muchísimos otros problemas de inseguridad que llevan generándose a lo largo del tiempo y si a esto le unimos los actos vandálicos que a diario vive la ciudad, es un claro ejemplo de que hay una falta de compromiso por parte de los que gobiernan.
El paradigma de la seguridad tradicional, la integridad territorial, la soberanía nacional y el orden público como bienes que no se están protegiendo. Se debe avanzar hacia un concepto de seguridad crítica, con una mirada integral más coercitiva que fortalezca la prevención y la cohesión social.
Pretenden hacernos ver que vivimos en una sociedad más segura, pero lo cierto es que el miedo se ha instalado con mucha más fuerza de forma cotidiana. Se ha llegado a ver como algo normal que tiene lugar en esta zona, de hecho no se comentan estos hechos en las noticias, pero la realidad es que un adolescente de 15 años ha fallecido a consecuencia de la falta de seguridad que hay en esta barriada. La seguridad como percepción subjetiva que se tiene de ella, responde a una multiplicidad de factores que abarcan todos los ámbitos vitales, que además funcionan como vasos comunicantes, de modo que una inseguridad manifestada en algún ámbito en concreto, acaba afectando la percepción de inseguridad en otros aspectos.
Esta inseguridad provoca conflictos, malestares y descontento entre los caballas que ven que sus gobernantes no hacen nada por paliar esta situación tan delicada. El equilibrio entre garantizar los derechos y libertades y mantener el orden público es un reto que las administraciones deben asumir y no hacerlo supone riesgos democráticos, desafección política, desprestigio policial, problemas de convivencia y pérdida de derechos y libertades.
Un factor clave para una buena gestión de conflictos de derechos en la vía pública es tener claro como punto de partida, que el conflicto en sí no es negativo, sino que es inherente a la condición humana y ha sido el motor de cambios sociales esenciales en materia de derechos y libertades y si no se abordan las causas y se gestionan las expresiones, estos pueden ser violentos, por ello aconsejaría plantear la seguridad ciudadana como un ámbito más amplio y transversal que la propia seguridad ciudadana entendida de manera tradicional, cuyo principal objetivo es que nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad tengan como objetivo preservarla dotándolos de protocolos de actuación donde no se vean desprotegidos y con las manos atadas, tal y como ocurre en la actualidad.