En este artículo tratamos de analizar cómo se ha llegado a la situación en la que se encuentran ciudades como Fnideq, Tetuán o M’diq y por qué sus habitantes se han hartado de esperar las promesas alternativas económicas que nunca llegan mientras el hambre y la necesidad siguen apretando. Nos ayuda en el análisis el politólogo y asesor de la coalición Caballas, Mohamed Mustafa
La frontera del Tarajal ha sido el ecosistema donde se ha desarrollado una simbiosis comercial entre las ciudades fronterizas de Ceuta y Fnideq que, tras el intervencionismo de una de las partes, apuntaba a desaparecer y que la pandemia ha suprimido por completo dejando sin alternativa económica a muchas personas del norte de Marruecos y provocando un socavón el tejido empresarial ceutí que también ha afectado a la vida de familias a este lado de la frontera.
Después de casi un año de cierre impermeable de los pasos fronterizos de Bab Sebta y el Tarajal, el viernes 5 de febrero de 2021 una masa de ciudadanos/as de Fnideq tomaba la calle para protestar por la situación de precariedad en la que se encuentran y también por la falta de respuesta desde Rabat. La manifestación tuvo ecos en otras ciudades como Tetuán. Esa misma noche hubo disturbios en Fnideq con enfrentamientos entre la gendarmería y los manifestantes. Una semana más tarde, la concentración se volvía a repetir, pero esta vez sin altercados. Este pasado viernes, 19 de febrero, ha sido el tercero consecutivo de manifestaciones al otro lado de la frontera.
Relaciones comerciales entre Ceuta y el norte de Marruecos
Para explicar cómo se ha llegado a esta situación en el norte de Marruecos, hay que precisar primero qué tipo de relación comercial existía con Ceuta y, a su vez, para entender esta relación, antes hay que reseñar la diferencia de Renta per cápita entre la España y Marruecos: 24.450 euros aproximadamente en el caso de España y 2.700 euros en el de Marruecos (información del Banco Mundial).
Este dato se traduce en que para una buena parte de las ciudades de la Región de Tánger-Tetuán-Alhucemas, la Ciudad Autónoma suponía una oportunidad desde la que buscar una fuente de ingresos más o menos estable -condicionada a tener que cruzar cada día una frontera exterior- bien a través del porteo de todo tipo de mercancías o bien como trabajador/a transfronterizo/a (en esta difusa categoría se pueden englobar desde a trabajadores/as por cuenta ajena, con y sin contrato, hasta a chatarreros y demás personas que se buscaban la vida en la Ciudad Autónoma). Por otro lado, no hay que despreciar las compras y el ocio que buena parte de la población ceutí realizaba con frecuencia en estas ciudades.
Asimismo, Ceuta gozaba de un caudal permanente de mano de obra barata y de ciertas mercancías que se compraban a un precio menor al de la venta al por mayor en España, a la vez que muchos negocios y empresas de todo tipo radicadas en la ciudad (desde pymes a multinacionales) que hacían un «agosto» casi eterno. Unas porque se centraban en el porteo y otras porque recibían a turistas y compradores del país vecino con alto poder adquisitivo. Una muestra de ello es que franquicias y cadenas como Inditex, que durante años se beneficiaron de esta situación, han comenzado a desmantelar algunas de sus franquicias en Ceuta a consecuencia del bloqueo fronterizo.
Las primeras restricciones las impuso Rabat
Esa ruptura abrupta de las relaciones entre la ciudad fronteriza española y ciudades como Fnideq, Tetuán, M’diq o incluso Tánger ha llegado de la mano de la pandemia de la covid-19. Sin embargo, antes de la aparición del virus, desde el Gobierno de Marruecos se hicieron una serie de movimientos que evidenciaban una clara intención de suprimir o limitar al mínimo esas relaciones comerciales. Hablamos de la decisión unilateral de acabar con el porteo de mercancías. De un plumazo, Marruecos, en su intentona por ahogar económicamente a la Ciudad Autónoma, acabó con el sustento de miles de personas que se dedicaban al porteo de mercancías y tenía como siguiente objetivo reducir la entrada de turismo y mano de obra marroquí en Ceuta.
Con estas medidas, Rabat lanzaba una mensaje claro a la Región de Tánger-Tetuán-Alhucemas: el futuro económico ya no pasaba por mantener relaciones comerciales con las ciudades de Ceuta y Melilla.
Como alternativa, el Gobierno del Reino alauita prometió a los/as habitantes de la Región de Tánger-Tetuán-Alhucemas la creación de una «zona franca» en el norte de Marruecos, así como la industrialización de la región a fin de que quienes vivían de la actividad comercial fronteriza encontrasen una nueva salida laboral. A esta medida «proteccionista», le acompañaba un plan de dotación y mejora de todo tipo de infraestructuras (tendido eléctrico, la red de carreteras, el alcantarillado, etc.) que se llevaría a cabo con la contratación de los lugareños.
El golpe del K.O. lo dio la pandemia
Sin embargo, no entraba en los cálculos Marruecos -ni en los de nadie- que en 2020 un virus, hasta entonces desconocido, provocase una pandemia que, en 2021, sigue siendo uno de los factores que marcan todas las agendas políticas.
Las obras de la zona franca se anunciaron en febrero de 2020 con unos plazos de ejecución de unos 18-24 meses. En marzo llegó la pandemia y Marruecos decretó el estado de emergencia sanitaria. No fue hasta junio cuando comenzaron las actuaciones. Sin embargo, estas se volvieron a interrumpir y, según medios del país vecino, llevaban dos meses inactivas antes del estallido de las protestas.
El norte de Marruecos se siente abandonado
Después de casi un año de cierre permanente de la frontera con Ceuta y sin haber recibido alternativas por parte de Rabat, el norte de Marruecos no aguanta más. Jóvenes y no tan jóvenes, negados a la resignación, se lanzan cada vez con más frecuencia al mar jugándose la vida en busca de futuro. A veces, no se vuelve a saber de ellos. Quienes se quedan se enfrentan día a día con la miseria.
La situación terminó por estallar el viernes, 5 de febrero, cuando una multitud tomaba las calles desoyendo las restricciones sanitarias. Reclamaba alternativas al bloqueo fronterizo o, en su defecto, la reapertura de los pasos que conectan Fnideq y Ceuta. La gendarmería cargó contra la concentración y esa noche hubo disturbios en Fnideq.
Al viernes siguiente, se reprodujeron las protestas pacíficas y esta vez no hubo represión policial. De hecho, durante la última semana, el Gobierno marroquí trató aplacar los ánimos de distintas formas: suspendió condenas a cuatro jóvenes detenidos en los disturbios del 5 de febrero, repartió alimentos de primera necesidad, retomó las obras de la zona franca e incluso ha prometido implementar una ayuda económica mensual a quien acredite tener certificado de trabajo en Ceuta. Nada de eso ha evitado que un tercer viernes, la gente haya vuelto a tomar pacíficamente las calles.
El problema va más allá de la preocupante cuestión económica
Según explica el politólogo y asesor de la coalición Caballas, Mohamed Mustafa, las relaciones entre las ciudades fronterizas no se limitan a la economía, sino que vertebran algunos aspectos fundamentales de ambas sociedades.
«Entre Ceuta y el norte de Marruecos existen relaciones históricas que están por encima de los intereses geopolíticos de ambos países. Históricamente, ambos entornos han tenido lazos culturales, materiales e incluso familiares importantísimos que han favorecido que, si en un lado iba bien, en el otro también. En consecuencia, separar o cortar de cuajo esas relaciones históricas, que datan desde tiempos anteriores al Protectorado, provoca una distorsión importantísima«, explica en declaraciones a El Foro de Ceuta.
«Parece ser que, aunque a Marruecos se le veía la intención de asfixiar económicamente a ambas ciudades (Ceuta y Melilla), no tenía un plan B, aunque sí había puesto sobre la mesa diferentes estrategias. No sé si es la pandemia o si son otro tipo de vectores han imposibilitado que exista una alternativa antes del bloqueo de la frontera«, apunta el politólogo ceutí.
En cualquier caso, la población de esta región Marruecos, especialmente la de Fnideq, se ha cansado de escuchar los cantos de sirena que llegan desde Rabat. Si antes seducían, hace tiempo que dejaron de hacerlo. Los y las habitantes de la zona norte de Marruecos se quejan de que la frontera esta cerrada y también de que las promesas de futuro que se hicieron a finales de 2019 y principios de 2020 siguen estando muy lejos en el horizonte, pero, probablemente, lo que más duela sea la sensación sentirse olvidados por su Gobierno y por su monarca.
A este lado de la frontera, aunque las cosas están algo mejor, se puede llegar empatizar con ese sentimiento de abandono y de incertidumbre ante un futuro incierto. Entre ciudades fronterizas que están a cientos de kilómetros de sus gobiernos centrales, nos entendemos.