Sólo desde el desconocimiento de la figura de esa persona increíble, leal a sus principios, hasta sacrificar su vida, humilde hasta la pobreza más solemne, milagrero en su plano espiritual, es posible llegar a tan distante equiparación.
No cabe que ese hombre político de excepción, santo como hombre, hubiera estado formando parte del equipo.
Ni de broma, vamos.
Político sin parangón.
Durante muchas horas fue advertido de que su suerte estaba echada si seguía quedándose en el ayuntamiento.
Una especie de alea jacta est.
Tuvo preparado por terceros, un coche a las puertas que, vía Benzú, Beliones, le llevaría hasta Marruecos, desde donde podría, a toda prisa, coger un vuelo.
Su huida estuvo preparada al milímetro. Pero, no por él.
Por los mismos que, de manera machacona, insistente, no sabían cómo hacerle entrar en razón.
A veces, por el calor del momento, por el ambiente, por la confusión, uno no sabe escuchar. Hace falta que te lo repitan.
Una y mil veces se lo dijeron.
Ese personaje excepcional fue consciente del riesgo.
Tan es así que, en tan difíciles circunstancias, la sublevación acababa de saltar en Melilla, así se pronunció:
“Soy republicano y alcalde de Ceuta. Si algo me tiene que ocurrir aquí permaneceré para afrontar mi destino. No me iré del ayuntamiento”.
Es decir, como político, tuvo tiempo sobrado, para darse de patadas en el culo para quitarse de en medio, para huir a toda leche, para montarse en ese coche que tuvo en la puerta preparada por sus más allegados.
Ya no es que te vayan a fusilar.
Los políticos de esta democracia de mierda, están en este partido o en el otro, no por amenazas de tal gravedad, por el mero hecho del sol que más calienta.
Chaqueteros de tres al cuarto.
O pactando por la estabilidad, cuando nadie se lo ha pedido.
O haciendo concesiones por la Constitución porque era lo que tocaba en esa Transición, hacia donde ellos iban a cultivar los caldos de cultivo.
O con deudas porque le debemos la democracia, cuando se estaba con una vela a Dios y otra al dictador.
Canta Jorge Cafrune, “y Dios por aquí y no pasó».
Hombre santo.
No hubo un necesitado de Ceuta que no encontrara en ese hombre santo su remedio a sus males.
No sólo no le cobraba las vitaminas, si era necesario, lo fue en muchos casos, le costeaba de su bolsillo todos los gastos de desplazamiento para que pudiera ser atendido en la Península.
Médico y alcalde de Ceuta. Su saldo del año 1936, fue de 54 pesetas.
Aquella mañana temprana, en la playa del Tarajal, no pudo morir.
Un ser extraordinario, fuera de contexto. Hasta puede que no fuera de carne y hueso, que no fuera real. Especie de leyenda urbana.
Tuve oportunidad profesional de realizar entrevistas a personas a las que se les había aparecido en la Cruz Roja.
Dichos entrevistados no tenían necesidad alguna de contar experiencia o testimonio falso.
Reconocían en la foto que aportaba conmigo, al hombre que se les había aparecido en sueños, o de forma como de presencia misteriosa, para indicarle la zona de la enfermedad dónde debería ser tratado en el hospital.
¡Tantos como se han cruzado en nuestras vidas para hacer daño!