Este miércoles por la noche comenzamos el noveno día del mes Av. El ayuno de Tish’a B’ Av. «Muchos podrán asistir a congregarse en la sinagoga» y se sentarán en el suelo a leer el libro de Eijá, el libro de las Lamentaciones, que nos relata en su poética religiosa, las tragedias que sobrevinieron a nuestro pueblo.
Para muchas personas, el día conmemora con tristeza nuestros Templos caídos, pero para muchos otros, la pérdida de un templo no es la razón más contundente para seguir conmemorando un dolor que parece no cesar ni sanarse.
Tisha BeAv y la destrucción de los Templos en Jerusalén no evoca sólo las pérdidas arquitectónicas ni la anulación de sacrificios y rituales del Templo en sus tiempos de esplendor.
Algo mucho más trágico ocurrió cuando el Segundo Templo fue arrasado hace casi
2.000 años.
Nuestros Sabios del Talmud enseñan que el Segundo Templo fue destruido debido a sinat jinam – ODIO sin fundamento – entre los propios miembros del pueblo judío. En vez de bondad y convivencia, eligieron la división y el enfrentamiento.
La victoria romana fue posible porque las luchas internas allanaron el camino para el triunfo del enemigo. Así lo relata Flavio Josefo: «Mientras que Jerusalén estaba sitiada, una guerra civil de guerrillas rugía en las colinas de Jerusalén entre estos grupos rivales. Durante este tiempo crucial y peligroso, estos grupos se masacraron entre sí, sabotearon suministros comunales, y arrasaron Jerusalén.
La lucha interna feroz debilitó a los rebeldes hasta el punto de que prácticamente entregaron a los romanos la oportunidad de quemar Jerusalén y su templo sagrado. Habíamos perdido todo peleando entre nosotros mismos.»
¿Cuál fue el precio de nuestra locura? Según el historiador Flavio Josefo, los romanos masacraron a más de un millón de judíos durante la Gran Revuelta. También perdimos nuestro Templo.
Hacer duelo en Tishá beAv por el Templo caído es sentimental y admirable. Hacer duelo por las personas caídas, es esencial e imperativo.
Tisha beAv nos convoca a la conmemoración de un dolor colectivo. Extraña manera de definir el dolor que en general es íntimo, privado y solitario.
Nuestro pueblo duele y duela colectivamente.
Somos un pueblo diverso, y nuestra heterogeneidad nunca ha sido más evidente que lo que es ahora. Vivimos tiempos convulsionados. Divisorias de aguas que parecieran no tener puntos de contacto.
En Israel, y en nuestras comunidades nuestros argumentos nos enfrentan. Somos una nación tan unida y a su vez tan dividida. De algún modo, me atrevo a decir, que no registramos que vivimos climas como en la Gran Revuelta hace 2.000 años. En muchos espacios las disputas se están transformando en cisma.
Este Tisha beAv, debemos recordar las consecuencias de aquella sinat jinam- del ODIO GRATUITO. No es simplemente un lugar común-moralista que nos insta románticamente a ser más respetuosos con los otros. Es una advertencia. Corremos el riesgo de perderlo todo.
Hace dos mil años, nuestra lucha interna y la imposibilidad de presentarnos como uno, nos llevó al peligro y luego a la destrucción.
Como pueblo, tenemos una gran memoria. No dejamos que las cosas se borren fácilmente. “Zajor”- “Recuerda”, “Nunca olvidar”, es un imperativo categórico y, en definitiva, nuestra única opción. Así lo enseñaron quienes sobrevivieron a la masacre de la Shoá. Recordar. Recordar. Recordar.
Nuestros Sabios del Talmud nos enseñan que las fiestas bíblicas dejarán de tener vigencia en el tiempo mesiánico. Sin embargo, se nos enseña que Tishá Beav será eterno y pasará de ser un día de luto a ser un día de celebración.
Revivimos nuestros momentos más trágicos cada año en Tishá beAv, pero no es porque disfrutamos del dolor o porque no conseguimos construir más allá de nuestro trauma. Anclamos en el dolor para pelear por la esperanza, para no cejar en nuestro reclamo y nuestro trabajo allí donde estemos, por el consuelo, por la alegría y por la paz.
Nos aferramos a esta historia acumulada de miles de años y millones de lágrimas para confirmar nuestra convicción de que haremos todo lo que esté a nuestro alcance para convertir nuestras lágrimas en lágrimas de alegría.
No confrontarnos con el dolor nos hace más vulnerables. Pelear por la armonía y la convivencia pacífica nos hace fuertes y le da sentido a nuestra pertenencia.
Quizás ésta sea una herramienta útil para estos tiempos tan oscuros. No evitar enfrentarnos a la información. No permanecer indiferentes a las historias que nos rodean. Participar en la lucha y en la discusión. Permitirnos sentir todo. Para no perder de vista el horizonte, el único y exclusivo horizonte: la paz, la proclama de paz, el trabajo por la paz, manifestarnos por la paz, aunque sintamos que sea un riesgo.
Tishá beAv es una oportunidad importante. Quizás es lo que necesitamos en este tiempo. Juntarnos para reflexionar sobre el dolor y la destrucción y esperar juntos las próximas semanas que, si Dios y los hombres quieren, serán de consuelo, así como indica nuestro calendario- shivá denejamata- siete semanas de consuelo.
Estemos juntos en Tisha beAv este año. Para empezar juntos las semanas del consuelo.
En este Shabat en el que empezamos el libro de Devarim, el libro de las palabras, aquellas que Moshé vuelve a decir para enseñarnos a hacernos cargo del relato de la historia por generaciones.
Volvamos a hablar de paz. De consuelo.
De construcción. De concordia.
De convivencia. Lo necesitamos para seguir de pie.