La irrupción de VOX en el Parlamento andaluz ha sido todo un terremoto. Pocos lo vieron venir y muchos, entre los que me incluyo, pensábamos y decíamos que no pasaría de tres escaños. Nos equivocamos.
La inmigración, el paro y la crisis económica han creado el caldo de cultivo perfecto para que los discursos de la ultraderecha penetren en la sociedad. No es nada nuevo. Ocurrió en momentos pasados de la historia y, en el presente, está pasando en otros lugares del mundo. Francia, Holanda, Italia, Finlandia, Suecia, Estados Unidos y, más recientemente, Brasil sufren a la ultraderecha y al populismo. Lo veíamos lejano, pero ya está aquí, y veremos si para quedarse.
Pueden quejarse de los resultados, preguntar qué ha pasado, buscar diagnósticos… pero lo que es indiscutible es el logro democrático de este partido. Sí, democrático. Ha conseguido pasar de la indiferencia ciudadana a 12 escaños decisivos para conformar la nueva mayoría que desbancará al PSOE del Gobierno. Mientras, el resto de partidos no supieron hacerle frente. El PP se dedicó a imitarlo, lo que no hizo más que reforzarlo. Ciudadanos, ni lo vio venir. El PSOE agitó la bandera del miedo, el “que viene, que viene” que, a la vista está, no ha servido de nada. A partir de ahora hay que aceptar que la ultraderecha forma parte del tablero político, confrontar propuestas y convencer al ciudadano de que la mayor parte de su proyecto es demagogia, propuestas irrealizables y populismo rancio.
Esto no resta un ápice de la claridad y sencillez que caracteriza el discurso de VOX. Cumple con la principal estrategia del populismo: soluciones sencillas para problemas complejos. Y si el problema no existe, se lo inventan (como el de los hombres maltratados por mujeres). Echara todos los inmigrantes, acabar con las autonomías, derogar la ley contra la violencia de género, prohibir el matrimonio igualitario, recuperar Gibraltar (no sabemos cómo) y levantar un muro de hormigón en la frontera son algunas de sus propuestas. Hacer política es la única manera de evitar que calen estas ideas.
La gestión de la inmigración es una de sus promesas más exitosas y con más aceptación entre la ciudadanía. Pretenden deportar a todos los inmigrantes que entren irregularmente en España. Este argumento es tan poco original que es lo que hacen PP y PSOE cuando gobiernan. Porque ambos partidos han tratado de, como no puede ser de otra manera, cumplir la ley. Todo migrante que entra en nuestro territorio de forma ilegal recibe una orden de expulsión y, si se puede, es expulsado. Las únicas personas migrantes (con entrada ilegal) que se quedan en España son los que tienen concedida la protección internacional (no alcanza el 1% de los solicitantes) y los que, estando en situación irregular, proceden de países con los que España no tiene acuerdos de repatriación. Es decir, VOX no aporta nada nuevo, solo pone el acento en el problema sin dar ninguna solución.
Esto es solo un ejemplo de cómo manipular al electorado con soluciones sencillas e irrealizables para una situación complicada. Pero este éxito sería impensable sin los errores del resto de partidos, ya que, en la campaña electoral, se han echado de menos ideas y propuestas tanto en materia de inmigración como en muchas otras. Si la izquierda quiere volver a ganar tendrá que convencer, hacer política y concentrarse en las demandas de los ciudadanos. No se puede eludir que VOX ha obtenido el apoyo de miles de andaluces que, no lo olvidemos, buscaban respuestas.