Cuando uno llega a una cierta edad, tiende a dormir lo justito, y a veces nos despertamos con recuerdos y añoranzas de tiempos pasados. Eso me ha pasado esta mañana cuando, de repente, me he levantado con un vacío interior, como si Chanquete acabara de morir, o como si JR se hubiera mudado de Dallas a Venecia.
Menos mal que las nuevas generaciones vienen pisando fuerte. Si alguien temía que el espíritu de la política local de antaño pudiera reconducirse hacia horizontes más brillantes, que se quede tranquilo. Tenemos Sálvame de Luxe garantizado y mis desvelos vacíos pueden ya llenarse.
Y es que después de ver el sainete tan educativo que nos brindaron ayer nuestros diputados en el Pleno de la Asamblea de Ceuta, me pregunto si no se deberían hacer pruebas de acceso a los diputados más allá de las urnas. Y no me refiero a unos estudios universitarios, porque hoy cualquier cantamañanas tiene un grado de todo a cien y no sabe la diferencia entre “a ver” y “haber”, o entre “ay”, “hay” y “ahí”. Me refiero, quizás, a unos cursillos teórico-prácticos de civismo y respeto, con su “L” correspondiente pegada en la espalda durante el primer año de aprobado.
Aunque, ahora que lo pienso, proceder del ámbito de la educación tampoco es garantía de nada. ¿Quién no recuerda con lágrimas en los ojos esas míticas intervenciones del señor Aróstegui, que tantas jornadas de gloria le dieron a esta ciudad? ¿No resuena aún sus voz de ultratumba entre las bancadas del pleno, cual psicofonía de pueblo abandonado en la sierra de Gredos, que nos susurra eso de “mamarraaaachoooos” y “traidooooores” o “sois una mierda para Ceutaaaaaa”? Ains, discúlpenme, pero no lo puedo evitar, estoy muy sensible.
Es cierto que el nivel que tenemos ahora está en pañales. Intenta despuntar con fuerza y, aunque le queda un trecho para consolidarse, apunta maneras. Al ya tradicional “traidor”, podemos sumar un muy original “cornudo” o el más pueril “ñoño”. No va mal, pero… ¿dónde han quedado nuestros clásicos? ¿Es que nuestros diputados no leen a Cela o a Pérez Reverte?
Por favor, no me entiendan mal, no es que no valore el poder de un buen insulto. Lo que sucede es que el tiempo me ha vuelto huraño y ya no confío en el cariño de nuestros políticos. Antes, detrás del “mamarracho” uno podía detectar un trasfondo de cariño y cercanía, se percibía una entrañable rabieta de quien representa una obra de teatro para ocultar la connivencia durante muchos años de complicidad con el poder. Hoy percibo algo diferente, un imberbe intento de cortar el bacalao, un desprecio mal disimulado que aún busca su hueco en ese espectáculo circense que tienen montado.
No estoy del todo de acuerdo con la frase tan “manriqueña” de que todo tiempo pasado fue mejor, pero ¿y si fuera cierta? En fin, cosas de un señor mayor. Disfruten del espectáculo… y de lo votado, por supuesto.