Entrevistamos a Sara y a Nahuel, dos de las casi 300 personas que forman parte del programa «Cruz Roja Responde». Un ejército de personal voluntario que ante la amenaza de la COVID-19 no dudó en echarse a la calle para prestar asistencia allí donde iban surgiendo necesidades, mientras que el resto nos confinábamos para no contagiarnos. Este está siendo sin duda, y con todo el respeto a la carrera cívico-militar, el verdadero «Desafío de los 300 de Ceuta». Pero, no son héroes ni heroínas, como ellos mismos recalcan son personas «normales» que han estado donde tenían que estar porque ese es el compromiso que adquirieron con la sociedad cuando se hicieron voluntarias.
El paso de la COVID–19 por Ceuta nos ha dejado y nos deja multitud de historias que merecen ser contadas, que son dignas de pasar a formar parte del imaginario colectivo e incrustarse en la argamasa que compone la identidad cultural del pueblo caballa. Una identidad que a ratos se vuelve difusa y se dispersa en ese mar que llaman “de las cuatro culturas”, pero que creemos que con relatos como este puede derivar en una identidad genuina; una Ceuta de una sola cultura: la de todos/as los/as ceutíes. Porque ¿qué es ser de Ceuta? Para nosotros ser de Ceuta es, por ejemplo, saber que si nos azota una pandemia y en nuestras despensas comienzan a faltar alimentos, nuestras vecinas y vecinos no nos van a dejar pasar hambre, que de hecho, no van a esperar siquiera a que pidamos ayuda para ofrecérnosla. Esa solidaridad espontánea que se generó cuando se decretó el estado de alarma no entendía de “cuatro culturas”, entendía solo de ceutíes, ni más ni menos.
Precisamente, de solidaridad va esta historia. En concreto de la que hay tras el hecho de que casi 300 personas hayan estado desde el minuto uno del estado de alarma hasta día de hoy allá donde se les necesitaba por el bien de toda la población. Mientras que muchas podíamos permanecer a salvo guardando el confinamiento en casa, el equipo de voluntarios y voluntarias de Cruz Roja Ceuta se dedicaba a atender los teléfonos de emergencia, a tomar la temperatura a los pacientes que acudían a los servicios de urgencia, a asistir en la toma y el transporte de muestras de posibles contagios, a prestar servicio en los polideportivos reconvertidos en albergues… Y al acabar la jornada, tocaba volver al hogar junto a la familia y convivir con el miedo de poder ser el/la que lleve accidentalmente la enfermedad a casa. Aislándose voluntariamente de las personas que más quieren y tomando precauciones extremas basadas en una rutina de higiene metódica y rigurosa. Obligándose a llevar una coraza para no dejarse llevar por la situación porque hay otros/as que necesitaban y necesitan que estén justo donde están y donde han estado.
Cuando contactamos con Cruz Roja Ceuta para plantear estas dos entrevistas, la única condición que pusimos es que fueran un chico y una chica y, a ser posible, que uno de ellos hubiese tenido contacto con las personas acogidas en los polideportivos. Sin embargo, la casualidad nos refuerza en nuestra intención de ofrecer un relato que sea capaz de servir humildemente para construir pueblo. Sin quererlo, hemos entrevistado a un “medio argentino/medio polaco” y caballa de adopción y a una ceutí hija de padres migrantes, que a su vez son hijos adoptivos de esta ciudad. Un signo de que, pese a la cruzada organizada por cierto partido político contra todo lo que es diferente, Ceuta es una ciudad que acoge y que se enriquece gracias a ello permitiendo que cualquiera pueda escribir sus propias líneas en las páginas de la historia común. Nuestra identidad cultural, por encima de todo, es y debe ser la de un pueblo solidario que hace virtud de la adversidad porque Ceuta son sus habitantes.
Y dos de esos habitantes son Jan Nahuel Janik y Sara Faitah. Ambos llevan casi tres meses formando parte del programa “Cruz Roja Responde” y sometiéndose a jornadas intensas, tanto a nivel físico como psicológico, en las que a veces se duerme poco y se come mal porque las necesidades de otros así lo demandan, el guion lo exige. De hecho, a día de hoy, y aunque el nivel de emergencia ha ido remitiendo, siguen estando al pie del cañón, como el resto de sus compañeras y compañeros. A pesar de ello, agradecemos que ambos hayan sacado un hueco para atendernos. En el caso de Sara, debido a sus horarios de trabajo y a que cuando hablamos con ella todavía estábamos en Ramadán, no tenía tiempo para perder, en el buen sentido, una hora al teléfono y tuvimos que improvisar y enviarle preguntas que ella hizo el esfuerzo de reenviarnos ya contestadas. Nahuel sí disponía de tiempo para atendernos al teléfono aunque insistió en disculparse y advertirnos que iba a estar “bastante disperso”. Se podía notar el cansancio en su voz.
Sara y la “experiencia inolvidable” de prestar servicio en el polideportivo de “La Libertad”
Empezaremos contando la historia de Sara y su trabajo prestando asistencia sanitaria en el polideportivo de La Libertad, reconvertido en el albergue, en el que han pernoctado las personas que quedaron atrapadas en Ceuta cuando se cerraron los pasos fronterizos de Bab Sebta y el Tarajal.
Sara Faitah tiene 26 años y es madre “de una nena de 8 años”. Actualmente estudia para ser TES (Técnico de Emergencia Sanitaria) y también se está formando como socorrista. Confiesa que acabó en Cruz Roja Ceuta prácticamente de rebote, como se suele decir, ya que no se había interesado nunca por el trabajo voluntario:
“Llevo en Cruz Roja como voluntaria desde noviembre de 2018 haciendo voluntariado en 3 ámbitos (ERIE/Servicios preventivos/acuático). Todo comenzó cuando pregunté por el curso de primeros auxilios porque me parecía interesante tenerlo y una amiga, que ya era voluntaria, me comentó que en la organización lo impartían y me convenció para hacerme también voluntaria. He de confesar que no fui muy convencida y que nunca antes me había interesado el voluntariado ni mucho menos el tema sanitario y a día de hoy el voluntariado es algo que me encanta hacer y me gratifica muchísimo. De hecho, me ha servido para encontrar una vocación, hasta tal punto, que este año pasado me matriculé para estudiar y formarme como TES y también como socorrista acuática”.
-En tu caso particular has sido testigo directo de la situación en el polideportivo de La Libertad y de cómo ha ido escalando la tensión a medida que el estado de alarma se iba extendiendo. Cuéntanos cómo está siendo esta experiencia para ti.
-Mi experiencia en el trabajo y con los usuarios será inolvidable y algo que creo que nos cambiará a todos (compañeros de los distintos equipos que intervenimos y residentes). En mi caso me ha enriquecido y me llevo de ahí una nueva familia que por circunstancias nos hemos visto obligados a convivir juntas sin elegirnos, una familia con sus más y sus menos que me ha enseñado muchísimo en muy poco tiempo.
El día a día de esas personas es duro. Ten en cuenta que, de repente, se vieron sin sus familias, sabiendo que esta les esperaba en Marruecos o que se quedaban sin el único sustento del hogar… En el caso de las personas que estaban en situación de calle cuando se decretó el estado de alarma, de buenas a primeras se vieron encerrados en un lugar al cual no estaban acostumbrados ni les gustaba. No estaban acostumbradas a estar encerradas sin poder salir y tenían que someterse a unas normas de convivencia que son necesarias, pero que no las dictaban ellos, les eran impuestas. Hay que entenderlo también y ponerse en su situación si se les quiere ayudar.
Al principio, fue algo muy nuevo para todos y fue muy duro acostumbrarse a eso. No ha sido fácil para mí ni para mis compañeros y compañeras. Tuvimos que ir ganándonos la confianza de todos poco a poco para que nos ayudarán a ayudarles. A día de hoy la cosa ha mejorado muchísimo y hemos pasado de la desconfianza a las charlas sobre nuestras vidas, a compartir momentos de risa o de llanto, a vivir el día a día con ellos y a tenerlos en tu pensamiento cuando vuelves a casa.
Hay gente que no lo entiende, pero es porque lo vive desde fuera. Cuando vives con ellos momentos duros como la muerte de un familiar que está en Marruecos o cuando, por el contrario, un usuario te ofrece compartir contigo su plato de comida -sabiendo que ellos tienen mucho menos que yo- o cuando haces feliz a un chaval solo con el detalle de prestarle tu teléfono… No puedes evitar cogerles cariño. Cuando esto acabe, que aún no sabemos cómo ni cuando lo hará quedarán sentimientos encontrados que, en mi caso, no sé aún como manejaré, pero sé que serán de alegría y tristeza a la vez. Eso sí de aquí me llevaré a más de un hermano que me ha tratado como a su familia.
Ser voluntaria o voluntario en una pandemia
¿Cómo fueron para vosotros los primero días? ¿Qué se os viene a la cabeza cuando recordáis la primera semana, con todo el caos que había, la incertidumbre, el miedo…? ¿
-Sara: Los primeros días del estado de alarma yo me quedé en casa por miedo a contagiar a familia porque vivo con más gente y supongo que los viví como todo el mundo, con miedo por no saber lo que iba a pasar. Sin embargo, viendo que mis compañeros y compañeras no paraban y necesitaban ayuda acabé ofreciéndome para lo que hiciera falta en ese momento y coincidió con que se estaban preparando los polideportivos como albergues. Comencé a prestar servicio en La Libertad desde el pasado 24 de marzo y a diferencia de otras ocasiones, esta vez estoy contratada por Cruz Roja, no es estrictamente voluntario. Aunque lo hubiese hecho también sin cobrar. No obstante he de decir que cuando llegué a La Libertad jamás me imaginé que sería como ha sido. Experiencias tan extremadamente malas, pero, sobre todo, extremadamente buenas y estas últimas son las que me llevo de lo vivido en estos días y las que más me han marcado.
– Nahuel: Las primeras semanas fueron muy duras porque era muchísimo trabajo que además iba surgiendo sobre la marcha. Si bien, algo pudimos prever desde finales de febrero. Nos estuvimos formando para usar bien los equipos de protección individual y nos fuimos aprovisionando de ellos por si existiera la necesidad. Pero es cierto que cuando empezó todo empezamos a entrar en un ritmo vertiginoso de ir sumando proyectos, personal, voluntariado… y fue en aumento día a día. Nosotros no dejamos de ser personas, puede que contásemos con un poco más de información sobre la pandemia y cómo protegerse, pero también teníamos este miedo y, sobre todo, en la familia. Teníamos que hacer un trabajo triple: tranquilizar a la población, a nuestras familias y a nosotros mismos porque sabíamos que nos empezábamos a exponer a algo que realmente nadie sabía las dimensiones que iba a llegar a tomar.
¿Cuál es vuestra rutina al volver a casa después de un día de voluntariado?
-Sara: Desde el primer momento sigo llevando mucho cuidado en casa y tengo mi propia rutina al llegar para no tener contacto con nadie hasta que yo esté lista y toda mi ropa esté lavando. E incluso cuando estoy limpia mantengo cuidado en algunos aspectos y mantengo un cierto distanciamiento. Es duro y difícil de llevar pero pienso que es por su bien.
-Nahuel: El detalle, que no es tan menor, de llegar a tu casa y tener que desvestirte, meter la ropa en otra bolsa aparte, lavarla aparte y empezar a tomar una serie de medidas de protección e higiene al volver a casa genera también toda una situación especial en el día a día que hace saltar algunas alarmas. Hay compañeros y compañeras que tienen familiares que son grupos de riesgo y viven en la misma casa, hay otras que tenemos hijas e hijos y nos preocupamos por ellas y por ellos. Algunos tuvimos que tomar medidas más extremas por estar en contacto con la población en general y nos autoaislamos dentro de nuestras propias casas los que pudimos y los que no, tomaron medidas de precaución e higiene extrema. Por suerte podemos celebrar que no hemos tenido ningún contagio.
En este sentido, la carga es compartida ¿Cómo se toma la familia tener a un/a voluntario/a en casa en plena emergencia sanitaria?
-Sara: Como ya he dicho antes, yo misma me quedé en casa los primeros días por miedo a contagiarme y, sobre todo, a poder contagiar a mi familia. Por este mismo motivo, al principio mi familia no veía con buenos ojos lo que yo hacía. Mi madre tenía miedo por mí y por mi hija y yo por ella, por mi hija y también por mi hermano. En casa somos más gente y la idea de que por mi culpa les pasase algo me preocupaba. Aún así terminaron aceptándolo y viéndolo mejor. A día de hoy me apoyan en lo que hago y yo puedo ir a La Libertad porque se que mi hija no se va a quedar sola hasta que yo vuelva.
-Nahuel: Es muy difícil, yo creo que imposible, hacer voluntariado sin el apoyo de la familia. Si bien hay algunos/as compañeros/as que a los que les pilló acá estudiando y viven solo/as y han hecho un gran esfuerzo; en mi caso, sin el apoyo de mi pareja no hubiera podido afrontar esto de esta manera y estar disponible 24 horas para sacarlo delante. De hecho, creo que nuestras familias han hecho una labor inmensa para que nosotros podamos estar ahí cubriendo servicios que tenemos activos 24 horas de lunes a lunes.
Son 280 voluntarios y todas sus familias detrás. Y ya llevamos dos meses y medio así, es admirable que ese trabajo siga estando ahí también de parte de nuestras familias que también tienen derecho a estar cansadas. Podemos decir que de alguna manera ese voluntariado se multiplica a esa familias que indirectamente están trabajando también para que todo esto pueda salir adelante.
-¿Tenéis alguna anécdota que queráis contar o alguna reflexión que os llevéis de todo esto que estáis viviendo?
-Sara: Me quedo con ese cambio que te comentaba antes. Ahora son las personas acogidas en La Libertad las que me buscan a mí para hablar o me hacen regalos por el tiempo que hemos compartido. Pequeños detalles como que se te acerquen a ofrecerte un cigarro porque tú en su día, cuando no se podía salir, le diste uno o que quieran compartir su plato de comida contigo, sabiendo tú que ellos tienen mucho menos que tú… Son ese tipo de situaciones que parecen tonterías, pero que te llenan de satisfacción.
-Nahuel: En general los detalles de agradecimiento de la gente, las palabras de ánimos de las personas que atendemos que te dicen ellas que todo saldrá bien, que te regalan una sonrisa de ánimo, que te agradecen muchísimo, la gente que se te acercaba a ofrecerte algo para ayudarte… Eso no tiene precio. También me quedo con el cambio de paradigma o de visión que hemos conseguido lograr en algunas personas de la ciudad con respecto a ciertos colectivos, eso creo que es muy importante.
Nahuel, “dispersas”, pero profundas reflexiones del gestor de voluntariado del Área Terrestre de Socorros y Emergencias
Nahuel es un chico de treinta años, hijo de madre argentina y padre polaco. Se ha criado en Argentina y con 18 años se mudó a Polonia, donde estuvo hasta los 24. Con esa edad y por motivos académicos, llegó a Granada y conoció el amor: “Suena un poco cursi, pero vine a Ceuta por amor. Mi pareja es de Granada y trabajaba en la Universidad de Granada. En su momento se había presentado a la bolsa de trabajo de Ceuta y la llamaron para venir aquí. Yo vine a acompañarla”. Tienen una hija en común de catorce meses. Fue a su llegada a Ceuta cuando comenzó a colaborar con el asociacionismo local y así acabó en Cruz Roja Ceuta dando clases de español de manera totalmente voluntaria a menores migrantes y a personas residentes en el CETI. Actualmente es trabajador de Cruz Roja Ceuta y gestiona el voluntario del Área Terrestre de Socorros y Emergencias, pero aún así sigue haciendo voluntariado:
“Creo que meto muchas horas como voluntario y que esto es algo que atañe a la mayoría de personas que trabajan en Cruz Roja. Todas y todos solemos complementar esa parte estrictamente laboral con una parte también de trabajo voluntario que bien realizamos en otros proyectos del mismo departamento o incluso en otros departamentos. Si formas parte de Cruz Roja lo haces en su totalidad y eso creo que la da un cierto carácter familiar. Al fin y al cabo es como echarle una mano a un amigo, a un primo o a un hermano”.
-En tu caso particular, formas parte del equipo encargado de coordinar a esas 280-300 personas que componen el operativo “Cruz Roja responde”. Sostienes que todo se puede mejorar, pero la respuesta ha estado a la altura, no hay más que mirar los datos de los informes sobre las actuaciones del personal voluntario ¿Cómo se consigue sacar adelante esta labor colosal de organización y coordinación a contrarreloj y sin morir en el intento?
-Por suerte, contando con el apoyo de muchísimos compañeros y compañeras que, incluso perteneciendo a otras áreas y departamentos nos apoyaron y fueron todos a una. Es imprescindible que todos estemos muy conectados y el trabajo del voluntariado es fundamental porque sin el voluntariado nada de esto se podría haber hecho. Yo, además, tuve la fortuna de poder contar con el apoyo de mis compañeros/as (Munir, Gema, Noelia, Clemen, Isa, Pili), que aunque no son tantos como algunos/as pueden creer, son un equipazo.
Hay situaciones de muchísima presión e intensidad porque tenemos servicios de lunes a lunes y las 24 horas en algunas casos como las compañeras que toman la temperatura en urgencias o las que están en los pabellones o las que atienden el teléfono de emergencia… Todo esto es muy difícil, pero creo que hemos superado un desafío increíble y nos hemos demostrado a nosotros mismos que tenemos la capacidad para hacerlo y lo estamos haciendo. Estamos muy contento con el trabajo que estamos haciendo.
Uno no deja de sentirse orgulloso de la capacidad de coordinación y trabajo intenso que tuvimos en estos dos meses y medios y se fortalece con todo esto, no cabe duda. Nos hemos fortalecido en nuestro trabajo individual y también como equipo.
-A fin de cuentas, nos ha tocado vivir un momento histórico. Somos testigo de un hito que las nuevas generaciones estudiarán en el futuro. En tu caso, además, lo has vivido en “primera línea de batalla” ¿Has tenido tiempo de reflexionar qué te llevas de esta experiencia?
Hay noches sin dormir, días en los que uno como cuando y cómo puedo, dejas a la familia un poco relegada para atender estos asuntos urgentes es la parte sufrida, pero no deja de haber este añadido positivo de sentirte orgulloso de que lo que estamos haciendo es realmente histórico y realmente grande. Que hayamos atendido con el equipo de atención temprana a 25.000 personas en una ciudad de 85.000 habitantes te hace tomar magnitud del trabajo que estamos haciendo. Eso sin lugar a duda es reconfortante, le infla el pecho a uno de orgullo y le hace decir: “esto que estamos haciendo vale la pena, es necesario y tiene sentido”. Eso creo que para mí, como para cualquiera, es muy gratificante y creo que es lo que nos sigue manteniendo en pie. La alegría y el orgullo de decir: “Estamos acá porque no nos necesitan y estamos ahí donde nos necesiten todo el tiempo que se necesario”. Como decías, es una situación histórica que creo que el día de mañana le contaremos a nuestros hijas, a nuestros hijos, a nuestras nietas y a nuestros nietos, lo que hemos pasado y cómo lo vivimos.
–Vivimos un momento excepcional que está suponiendo que muchas personas se vean sometidas inevitablemente a un estrés crónico y continuado que ya dura más de setenta días. Algunas autoridades sanitarias aseguran que cuando volvamos a la “normalidad” van a aflorar problemas de salud mental en masa. Este situación se agrava entre personas que han trabajado combatiendo la pandemia y ustedes formáis y habéis formado parte de la primera línea desde el principio…
Es un trabajo muy duro, no cabe duda. Es una situación especial y por eso nuestra respuesta también está siendo especial. De alguna manera nosotros preveíamos esto y desde el principio pusimos en marcha un “Equipo de apoyo psicológico y ventilación emocional” exclusivamente para nuestro voluntariado. Este equipo llama a diario y de manera aleatoria, para que sea más equitativo y anónimo. Tratamos de hacer un seguimiento del estado psicológico y emocional de nuestro voluntariado porque es verdad que para ayudar a los demás también tenemos que estar bien nosotros y cuanto mejor estemos, mejor vamos a poder ayudar. Me temo que inevitablemente nos vamos a encontrar con situaciones en las que toda la población en general se va a ver afectada porque hemos pasado precisamente una situación de anomalía social.
Sin embargo, en el caso de Socorros y Emergencias, lo que nos sucede es que cuando finalice esta situación o se soliviante, nosotros seguimos con nuestro Equipo de Respuesta Inmediata de Emergencia de ayuda humanitaria a inmigrantes que también tiene una labor muy urgente. Tenemos un equipo de responde en 20-30 minutos para ir a atender personas a cualquier hora los 365 días del año. De hecho, hemos tenido alguna intervención durante la situación actual. Pero en nuestro caso de Socorros y Emergencias, la vuelta a la “normalidad” no va a ser tan rotunda, estamos un poco más acostumbrados a manejar estas situaciones.
En cualquier caso, todavía queda mucho trabajo porque nos vamos a quedar con una sociedad golpeada después de todo esto. Golpeada psicológicamente, socialmente, económicamente… y nosotros vamos a tener que responder a esas vulnerabilidades también. Entonces, creo que, a pesar de que la situación se normalice un poco, igualmente vamos a seguir teniendo mucho trabajo.
-Normalmente, asociamos voluntariado a gente joven o con mucho tiempo libre. Hemos construido un estereotipo que se queda en la superficie de la realidad y sienta cátedra a través de una verdad a medias. Tú que, por la labor que te ha tocado realizar, has tenido contacto directo con estas (casi) 300 personas que ha movilizado Cruz Roja ¿cómo dirías que es el perfil del voluntario o la voluntaria en Cruz Roja Ceuta?
Es cierto que el perfil del voluntariado que se idealiza es ese. Un estudiante o gente que está sin trabajo y tiene mucho tiempo libre. En nuestro caso creo que rompemos ese paradigma. En primer lugar, tenemos muchísimo voluntariado que estudia y trabaja, lo sigue haciendo durante este estado de emergencia, y aún así colabora día a día. No es que tengan mucho tiempo libre y no saben cómo utilizarlo y entonces lo invierten en Cruz Roja. De hecho, en la mayoría de los casos creo que el poco tiempo libre que tienen lo ofrecen para ayudar a las demás personas a través de Cruz o incluso hay muchos que dejamos de estar con nuestras familias, de atender cuestiones personales, para poder estar acá y, sobre todo, en esta situación que estamos viviendo. Creo que esto hay que remarcarlo: hay muchas personas que no es que les sobre el tiempo libre, sino que se crea dentro de su rutina un espacio para dedicarlo a ayudar a los demás. En estos momentos de emergencia sanitaria, con todas sus cosas negativas, creo que algo que podemos rescatar es eso.
En cuanto al perfil, realmente es muy heterogéneo. Tenemos estudiantes y jóvenes, pero también tenemos por ejemplo a toda una familia entera que son voluntarios/as. El padre es profesional, la madre también, los hijos y la hija estudian; y sin embargo, todos colaboran, cada uno desde donde puede y en proyectos diferentes de hecho. Tenemos también personas abogadas, psicólogas, maestras; es decir, profesionales de alta cualificación que en muchos casos siguen trabajando telemáticamente y siguen viniendo a colaborar con nosotros presencialmente.
-Hay un efecto de pérdida de identidad cuando uno asume la etiqueta de “voluntario”. En cierta manera es lógico y consecuente, la solidaridad es anónima. Pero también contribuye a la infravaloración del trabajo voluntario. Por decirlo de un modo simple, es como si se diese por sentado que el voluntariado, sobre todo el de Cruz Roja, por la magnitud de la propia entidad, va a estar ahí cuando haga falta como si fuese un ejército de autómatas. Nadie piensa en esto que hablamos: personas normales con familia, con trabajos, con sus propios problemas, etc., que deciden dedicar tiempo de su rutina para ayudar a los demás ¿Cómo se vive esto desde dentro?
Cuando decimos “voluntario” o “voluntaria” es como una figura un poco inhumana. Incluso en algunas situaciones como estas tomamos dimensiones de superhéroes y superheroínas, pero no dejamos de ser personas con nombres y apellidos. Dentro de esas 280-300 personas con las que contamos ahora día a día están Yunes, Nisri, Leila, Mohamed, Ilias… Cada uno tiene su historia, sus necesidades, tiene su familia que ayuda muchísimo también para que ellos puedan hacer ese trabajo.
-Nos comentabas que algunas de estas 300 personas, sobre todo, las que se incorporaron justo para participar en “Cruz Roja Responde” han roto con visiones y/o conceptos preconcebidos y también ha tomado conciencia real de las problemáticas que afectaban muchas personas en Ceuta y que yo lo hacían antes de la pandemia
Hay mucha gente que ahora se ha dado cuenta realmente de la cantidad de personas que hay en Ceuta en situación de necesidad, vulnerabilidad y/o exclusión social, más allá de la situación de emergencia que estamos viviendo. Hay compañeros y compañeras que si bien se sumaron cuando empezamos “Cruz Roja Responde” en esta situación puntual, no me cabe duda que van a seguir colaborando con nosotros en otros proyectos cuando esto se normalice un poco.
-¿Crees entonces que esta toma de contacto con la realidad puede haber servido para fomentar la conciencia social entre el voluntariado?
Totalmente. Me ha pasado puntualmente. Voluntarias/os que se han encontrado con personas mayores que les hacían un dibujito de agradecimiento por haberlos acompañado en esos momentos en que estaban solos. Eso es movilizador, es emocionante. O cuando viene una compañera nueva y te dice que los niños que estaban en el pabellón de Santa Amelia eran niños normales como cualquier otro niño de 16 o 17 años cuando ella antes de llegar ahí tenía otro concepto. Eso es un triunfo en esta situación. Hay mucha gente que ha cambiado paradigmas, visiones y conceptos sobre determinados colectivos y sobre el trabajo voluntario en general.