La crisis del coronavirus también ha tocado a los migrantes subsaharianos en Marruecos, sobre todo a los «sin papeles», a los que no están regulados. Ante el confinamiento obligatorio no pueden salir de sus lugares y tampoco pueden optar a las ayudas sociales que el Estado ha puesto a disposición de sus ciudadanos
La crisis del coronavirus también ha tocado a los migrantes subsaharianos en Marruecos, sobre todo los sin papeles, a los que no están regulados. Ante el confinamiento obligatorio, que para ellos supone una traba más a sus intenciones de continuar el viaje, no pueden salir de sus lugares y tampoco pueden optar a las ayudas sociales que el Estado ha puesto a disposición de sus ciudadanos para mitigar el grave impacto social que ha producido la pandemia.
El caso de Khadi en Tánger
Khadi es una mujer migrante senegalesa de 27 años empleada de un restaurante en Tánger. Ella vive en Marruecos desde hace 16 años, y por el coronavirus, ha perdido su trabajo de cocinera. Cuenta que le preocupa mucho la situación que está viviendo con sus compañeros africanos que llevan casi un mes de brazos cruzados.
Khadi se siente afortunada de haber podido pagar dos meses de alquiler gracias a la ayuda de la organización internacional Alarm Phone, pero sabe perfectamente que su suerte no es la de sus hermanos y hermanas que intentan sobrevivir al igual que ella, “estamos encerrados en una casa, estoy con otros compañeros de costa de marfil, de Camerún, de Liberia….., no tenemos trabajo, no tenemos nada que comer, —continúa—; podemos reunir diariamente unos 5 o 10 DH (no llega a un euro diario) para sobrevivir, en la mayoría de días solo nos alimentamos con huevos y algo de pan” afirma a la otro lado del teléfono la joven con la voz entrecortada que denota el desanimo por la situación que están padeciendo.
Khadi, no tiene un plan B, vive día a día preocupada de poder conseguir el sustento básico para no morir de hambre. Su única esperanza son las pocas asociaciones que trabajan apoyando a los migrantes para salvar su vida y de sus compañeros; “tengo a otros amigos que no tienen nada, no tienen dónde dormir, algunos están en el bosque y con hambre y no pueden ni pedir limosnas”, lamentó Khadi.
Muchos son los migrantes que viven situaciones difíciles, tanto los residentes como los que están de tránsito, ya que la mayoría de ellos dependen de la economía sumergida y de la caridad.
La situación de Jany en Tetuán
No muy lejos de ahí, en Tetuán, encontramos a Jany, una mujer camerunesa de 30 años. Hace cuatro años que llegó a Marruecos y actualmente, vive en una habitación alquilada con su esposo y sus dos hijos de 7 y 6 años. Dice que viven entre la espada y la pared, y tiene miedo que el casero les eche a la calle, “tengo miedo de quedarme en la calle, en los próximos días el dueño vendrá pidiendo el alquiler”. Desde que el virus obligó al gobierno a decretar el estado de emergencia y encerrar a la población, en casa de Jany solo comen dos veces al día para no gastar mucho. “Mi marido y yo comemos poco y sacrificamos bocado para que mis hijos coman lo necesario”, indicó Jany.
Vienen a Marruecos con la esperanza de mejorar su vida y de sus familias, pero entre otras adversidades, se les cruzó en sus caminos el coronavirus, “hay personas que no tienen nada para comer lo que hacen es compartir entre ellos, y no sabemos cuanto va a durar el confinamiento. Estoy profundamente preocupada y aterrada por esa situación”, dice. Ella era voluntaria en la Iglesia de la Victoria en Tetuán.
El distanciamiento social ayuda a minimizar el riesgo de contraer el virus, pero también genera que migrantes como Khadi y Jany y sus familias y amigos sufran en silencio y al mismo tiempo comparten el deseo y la esperanza de que los organismos oficiales y los colectivos asociativos les brinden más protección y ayuda.
Ayuda insuficiente…
Ante las medidas restrictivas que se están tomando en diferentes países, entre ellos Marruecos surgen algunas iniciativas solidarias hacia los migrantes, aunque se consideran insuficientes. El confinamiento obliga a la población a cerrar sus puertas, pero no les impide brindar ayudas a los más necesitados. Para los marroquíes, como para cualquier persona que procesa la religión islámica, es una obligación ser solidarios con los que sufren, no serlo sería una contradicción con sus principios y valores religiosos.
Las líneas telefónicas de la fundación Oriente-Occidente no dejan de sonar. Cientos de migrantes llaman de diferentes ciudades de Marruecos pidiendo ayudas en tiempos de pandemia, “intentamos brindar ayuda a las personas más vulnerables, principalmente para menores no acompañados, solicitantes de asilo, mujeres solteras que cuidan niños y personas que padecen enfermedades crónicas» nos dice, Nadia Tari, directora general del Centro Oriente-Occidente y secretaria general de la Fundación Oriente-Occidente (FOO) en Marruecos.
La fundación esta gestionando la entrega de bolsas con alimentos de primera necesidad sobre todo en las grandes ciudades donde hay más migrantes. Rabat, Casablanca, Tánger, Marrakech y Oujda, “ya hemos entregado las 250 bolsas en Rabat; distribuimos productos de higiene, alimentación básica y cada bolsa depende de la persona y el núcleo familiar, tenemos equipos que se desplazan a sus domicilios para ver la situación”, afirmó Nadia Tari.
Además, “la fundación no solo se ocupa de hacer llegar comida al mayor numero de personas, también damos apoyo moral y psicológico, ya que hay varias familias que sufren conflictos sobre todo las que viven en pisos compartidos, también hay mujeres que son víctimas de violencia de género que intentamos detectar aunque sabiendo la dificultad que eso conlleva.
La iglesia de Rabat
Desde la iglesia de Rabat, también nos informaron que por su parte se movilizan e intensifican sus actos de solidaridad, en medio de la escalada de coronavirus que ha afectado a migrantes.
“Estamos comprometidos en profundidad en la distribución de ayudas y también en el apoyo en el pago de alquiler. En la iglesia brindamos ayuda a 200 o 300 personas diariamente, también los voluntarios de Caritas hacen lo mismo pero desplazándose a lugares donde ellos saben que viven los migrantes”, nos relató, el Cardenal Cristóbal López Romero, Arzobispo de Rabat.
Esas ayudas no llegan a los miles de migrantes que están en Marruecos, sobre todo los que se encuentran en las periferias de las ciudades y los que están desconectados, “desde los primeros días del confinamiento hemos recibido llamadas que no tienen nada que comer y nada a dar a los niños y gracias a la tecnología podemos contactarles aunque no a todos” precisó el Arzobispo por teléfono.
Varias asociaciones y organizaciones ya han alertado sobre la situación de los migrantes y refugiados ante la expansión del COVID-19. Hace semanas la Plataformade las Comunidades y Asociaciones Subsaharianas de Marruecos (ASCOMS)ha llamado a la necesidad de implementar, lo más rápido posible, medidas de apoyo y asistencia humanitaria para migrantes, solicitantes de asilo y refugiados en Marruecos, a fin de evitar un desastre humanitario para estas poblaciones en los próximos días y semanas.