Dice un proverbio griego “Una sociedad crece cuando los ancianos plantan árboles en cuya sombra saben que no se van a sentar”. No será ya debajo de la sombra de los tres ficus centenarios que cayeron el pasado 25 de marzo en los Jardines de La República Argentina, por desgracia para todas las personas que habitamos en Ceuta.
Septem Nostra denominó “Selva de asfalto”, en un artículo del Faro de Ceuta, firmado en marzo del 2012 por Carmen Echevarri, aludiendo a la gestión que la ciudad autónoma venía haciendo entorno a la conservación de los escasos espacios verdes que nos rodean. Y podemos decir no sólo escasos, sino irrisorios porque el Instituto Nacional de Estadística tasa nuestra superficie ajardinada, el pasado año, en unos 84.777 metros cuadrados, eso quiere decir que dividiendo entre los habitantes censados podríamos llegar a 1 metro cuadrado por persona. La UE y la Organización Mundial de la Salud, recomiendan 15 metros cuadrados, muy lejos, por ejemplo, de los 26,76 metros cuadrados por habitante de Vitoria. Así, difícilmente, podríamos llegar algún día a ostentar el título de Ciudad Verde Europea.
Un desastre, no sólo para la salud y el paisajismo de Ceuta, además, no se respeta el patrimonio natural que plantaron nuestros antecesores, dejando una herencia de mala calidad ambiental a nuestros sucesores.
La preocupación por la protección de las zonas verdes y los parques urbanos es compartida por muchos países. Pero la realidad es que, España, a diferencia de otros países europeos, optó por un modelo de crecimiento económico demasiado ligado a la industria de la construcción, al desarrollo de proyectos urbanos faraónicos y a una laxa comercialización gemerañozada de hipotecas. Y son conocidas las trágicas consecuencias como la degradación de los paisajes urbanos y rurales, destrucción de nuestras costas, corrupción urbanística, hundimiento del mercado inmobiliario. Muchas de las afirmaciones del informe AUKEN del Parlamento Europeo, de 29 febrero de 2009, son un fiel reflejo de la realidad española de la pasada época, en especial su opinión sobre los devastadores efectos de la urbanización extensiva en nuestro país. “Huella ecológica” de mayor impacto en Ceuta por la carencia de territorio y su complicada naturaleza administrativa.
Pero el desagradable episodio vivido la pasada semana en nuestra ciudad, justo cuando se observaba que el confinamiento para contener la propagación del virus mejoraba la calidad ambiental, primeramente en China, bajando la contaminación atmosférica a gran velocidad y después en Italia, con la imágenes de la vuelta de los peces a los canales de Venecia, aumenta la rabia por la pérdida de estos árboles históricos para los ceutíes. Es entonces cuando tenemos que hacer un balance de acontecimientos acaecidos en los últimos años en la zona de “Las Puertas del Campo” y, más concretamente, en el ya mencionado “Jardín de la República Argentina”:
-Año 2006: cae una rama de ficus de gran porte junto al restaurante “Asador de la Argentina”, con posterioridad el árbol es talado.
-Año 2017: caen ramas de ficus.
-Año 2018: cae un ficus sobre el parque infantil de este jardín.
-Año 2020: caen tres ficus centenarios.
A todos estos hechos hay que sumarles la poda de ramas secas y tala de un ficus que dispuesto junto a las instalaciones multifuncionales del principio de la “Avenida Virgen de África”.
La consecución del empeoramiento de la salud de estos impresionantes ejemplares puede deberse al sumatorio de diferentes factores que han ido restando o dañando su volumen radicular, como pueden ser la realización de diferentes obras, tanto de edificios anexos y de embellecimiento del piso con losas, impidiendo así el normal intercambio gaseoso necesario para el mantenimiento del vigor de las raíces, también mermado al crecer y estar los individuos plantados demasiado cerca sin tener en cuenta la biología de esta especie de gran porte, Ficus microcarpa. Otro factor de gran importancia es la existencia de galerías subterráneas creadas por los portugueses para la defensa del asedio de las tropas de Ismail. Todo ello, finalmente, lleva a que la relación entre la parte aérea de los ciclópeos árboles y la cantidad de raíz que los sostiene quede descompensada y el viento termine de empujar, llevando al desastre natural, como un dedo empuja a unas fichas de dominó puestas en fila.
Así, la crónica de una muerte anunciada durante décadas de nefasta gestión continúa y no parece tener final, según la reacción de una administración local incapaz de dar una solución para equilibrar la normativa nacional y europea con el Plan de Ordenación Urbanística en materia de calidad ambiental, implementando, por fín, la preservación y mejora de los espacios verdes.
Queda muy poco, parece, del denominado por algunos como “Antropoceno”, tiempo limitado de la vigencia del antropocentrismo, fin del reinado de la ambición por destruir todo lo que conocemos a cambio de dinero. Para Malcom Gladwell “los seres humanos somos virus propensos a principiar epidemias”. Estos meses empezamos a descubrir que, además, somos portadores de otro virus que colapsa nuestra dañada sanidad pública y que dependerá de la adquisición de una conciencia mínima para analizar qué tipo de pobladores y cuántos vamos a dejar para honrar y preservar la naturaleza, garante de nuestra salud, para lograr unidos alargar nuestra pervivencia en el planeta.