Dedicado a todo el pueblo cubano, en especial a la doctora Gysele Gallardo
He querido dejar pasar unos días, deliberadamente, desde que se iniciaron las protestas contra la dictadura cubana para así desprenderme de cualquier halo de pasión y de cualquier camisa de fanatismo que pudiera entretejerse en mis argumentos para analizar la situación de Cuba en estos momentos, sus orígenes y consecuencias. Esta premisa no ha sido involuntaria. Creo que los datos y los números, a pesar de esa estela de misticismo romántico que los medios de comunicación, los medios gubernamentales, y la sociedad civil en general, de forma masiva, en poder de la extrema izquierda como consecuencia del gramscismo, revisten sobre la perversa dictadura cubana, son tan contundentes, que no he querido dejar ningún hilo suelto que pueda servir como anécdota para que los entes afines a la dictadura se agarren para eludir argumentos y matemáticas.
Antes he mencionado el fanatismo. Si atendemos a la raíz, y yo siempre creo que hay que atender a la raíz de las cosas, la propia palabra fanático tiene como origen el fanum, que significa precisamente templo en latín, y cuyo significado se pierde en el fans del sanscrito, con idéntico significado. No es este asunto baladí. Desde su origen se asocia este fanatismo a una creencia ciega. Inmutable. Una creencia sobre unas bases dogmáticas e incuestionables y, lo que es peor, ininvestigables. Investigar es dudar y dudar es sacrílego. Por eso se mueven por la fe. La fe es creencia y si se investiga la creencia se permuta por la ciencia, y, por antonomasia, no hay fe en la ciencia.
Quiero citar un ejemplo que, a pesar de parecer inconexo con el argumento central del artículo, es fundamental para la comprensión de la fuerte implicación moral que tiene la filosofía que subyace bajo las botas de la dictadura cubana, y este no es otro que el confucianismo chino. Cuando observamos el confucianismo chino este se estudia sin discrepancias ni interpretaciones como religión. Cuando atendemos al legado de Confucio y Mencio, estos hacen referencia dentro de su paradigma religioso a un conciso modelo de estado que jerarquiza y cuantifica cada aspecto de la vida privada y pública de los individuos, desde el modelo de selección y jerarquización del funcionariado hasta los métodos de cultivo comunal de arroz para contener la inflación monetaria. Desde un principio deja claro que el individuo no es nada más que una pieza, sin valor intrínseco, dentro de un conjunto de individuos que componen un colectivo, contenedor por sí mismo de todo el valor que concentra una sociedad. Es un grave error, pues, asimilar al gobierno chino actual con un modelo comunista, cuando realmente es un gobierno claramente confucionista, con una filosofía que han mantenido casi toda la historia y que solo fue despertado de nuevo por el avance soviético. Hasta tal punto que los misioneros jesuitas europeos que predicaron en China a partir del siglo XVI, terminaron por traer esa doctrina a Europa e influenciando a toda la futura filosofía europea siendo en gran medida un catalizador para el germen del “contrato social” del errático Rousseau. Precursor del manifiesto comunista de Karl Marx.
Podemos vislumbrar de forma más o menos clara, pues, que existe una conexión entre el marxismo y el confucianismo. Pero no me refiero a una conexión histórica que entrelaza ambas ideologías de una forma modélica lineal sino a un concepto subyacente equivalente en ambos. Los dos son una religión. El marxismo es de forma clara y evidente una religión, con su propia mitología. El patrón capitalista que come trabajadores prácticamente, e incluso su propio paraíso al que todo buen soldado socialista llegará cuando finalice su “lucha proletaria”. Un paraíso donde, finalmente, todo el mundo será socialista, y producirá feliz para el estado, donde nadie tendrá deseos personales y vanidosos y el mundo será un completo paraíso de igualdad y prosperidad proletaria. Algo que no nos suena nuevo. La historia y la ciencia ha avanzado en estos ciento cincuenta años lo suficiente como para dejar claro que el socialismo es a la ciencia económica en la actualidad lo que el terraplanismo es a la ciencia geográfica, o lo que el paroxismo histérico es a la psiquiatría. El socialismo se sustenta en la lucha de clases. Ello debe llevar por supuesto inherente que existe un pueblo y un antipueblo. Sin esa premisa no hay socialismo. El pueblo es lo que decida el marxismo y el antipueblo lo opuesto. En sus orígenes fueron el proletariado y el patrón. Hoy día, debido al estrepitoso fracaso del modelo comunista de economía planificada basado en un modelo rígido liberticida y represivo con las libertades, hubo que mutar esa polarización del conflicto a otros estratos. Hombres – mujeres, heterosexuales – homosexuales, blancos – negros… llegando a ver manifestaciones tan surrealistas como homosexuales con camisetas con la cara del Che, conocido genocida de homosexuales. Algo tan surrealista como lo sería ir por las calles de Tel Aviv y ver gente con la cara de Hitler en sus camisetas. Las grandezas del socialismo y sus mentes preclaras… Volviendo al tema, esta dualidad pueblo y antipueblo es sencilla. Nosotros somos pueblos y todo el que no sea nosotros es antipueblo. Punto. Eso deriva inexorablemente a modelos de elección como el de Cuba. Hay elecciones, si, pero con un solo partido, porque un solo partido puede representar al pueblo. Solo el marxismo oficialista puede ser digno de representación, y todo lo que no sea eso, debe ser reprimido hasta las últimas consecuencias porque es el mal. No solo es una religión, sino que es una religión ineludiblemente inquisitorial.
Cuando el pueblo cubano se levantó contra la dictadura, curiosamente el dictador Díaz Canel decía literalmente: “estamos dispuestos a todo si quieren enfrentar a la revolución. Estaremos en la calle combatiendo. Habrá una respuesta revolucionaria”. Voy a dejar en cuarentena el hecho de que, se mire como se mire, y me ciño a la RAE, los revolucionarios son los que se han levantado contra la dictadura cubana. Según esta, una revolución es “un cambio profundo en las estructuras políticas y socioeconómicas de una comunidad nacional”. También, en su siguiente acepción, matiza que es un “levantamiento o sublevación popular”. Llamar “revolucionario” a una dictadura con sesenta y dos años y “contrarrevolucionario” a un pueblo masacrado que se revuelve pacíficamente para pedir cambios democráticos y de los cuales casi todos ellos han nacido bajo la bota de la propia dictadura, es cuanto menos surrealista. Cabe destacar que comunismo, socialismo, nacionalsocialismo, fascismo o socialdemocracia son distintas tonalidades del mismo color. La misma perversión estatalista, represiva, liberticida y con tendencia al genocidio. El genocidio de judíos del socialista estado nazi, las persecuciones del fascismo italiano (una escisión del propio partido socialista), los gulags soviéticos, o los campos de concentraciones de homosexuales en la cuba castrista… los más grandes genocidas de la historia moderna, Hitler, Stalin, Che Guevara, Kim il Sung, Santiago Carrillo, Pol Pot, Mao Zedong… eran socialistas. Los genocidios son aceptables si eres capaz de vender que su consecuencia será “el beneficio del colectivo”. Poder totalitario y concentración del mismo. Mala mezcla. Por desgracia, miembros “lights” de esta ideología criminal (y no lo digo yo, lo dicen las matemáticas), ocupan nuestro gobierno, y miembros absolutamente fanatizados del sector más radical de esta religión ocupan importantes puestos del gobierno, haciendo convertido el modelo de gobierno español en una teocracia socialista, incluyendo entes tan importantes como la televisión pública. Alejandra Jacinto, diputada de podemos en la asamblea de Madrid, en esta misma televisión financiada coactivamente, fue interrogada sobre si Cuba era una dictadura, su respuesta es que Cuba ha inventado dos vacunas. No me imagino si le preguntaran a cualquier político sobre qué opinan de los campos de concentración de Auschwitz o Mauthausen donde el socialista Hitler masacró a millones de personas, y respondieran que Hitler prohibió las vivisecciones de animales vivos, aprobó la ley nacional de caza que protegía las especies animales, promulgó leyes antitabaco, los programas sociales caritativos, inventó las autopistas, el Volkswagen, asequible por el mismo precio que una moto pequeña, los cohetes modernos, la marca adidas, o sus avances en conocimientos como la hipotermia gracias a los excesos cometidos a prisioneros en Dachau. Delito de odio seguro, movilizaciones por todo el país y cientos de improductivos con las manos pintadas de blanco y cantando “imagine”. Finalmente, ante la insistencia para que por favor se ciñera a la pregunta, Alejandra Jacinto responde de forma clara y concisa “yo no lo considero una dictadura”. Es decir, para podemos, un estado totalitario donde solo puede existir y mandar un único partido y que solo ese partido puede representar al estado y al pueblo, no es una dictadura. No obstante, identifican a gobiernos como el de Tump o Bolsonaro como dictaduras. Pero vamos a ver un poco de Pitágoras y vamos a coger la calculadora. Cuba, por supuesto, no ofrece datos económicos para análisis. Pero se estima que debe rondar una renta parecida o incluso inferior a la de Haití o Nicaragua. Antes del golpe de estado, el nivel de vida de Cuba y su renta per cápita era superior al de España o Portugal, y equiparable al de Italia. Cuando una persona empieza a seguir un comportamiento que va en contra de los preceptos religiosos de la religión socialista, rápidamente lo identificamos como una mala influencia del diablo, quien sin duda intenta llevarnos por mal camino y tenemos que reconducirnos. En la religión socialista, a este diablo se le llama “fascista”. Si haces cálculos sobre la caída del PIB y la productividad, o sobre la generación de inflación masiva por la impresión descontrolada de moneda, o de lo absurdo y contraproducente de que la destrucción es positiva porque genera demanda, todo muy keynesiano (admirador de Hitler), se acabó el debate. Eres un fascista. No importa lo que digas a partir de ahí, no importa cuál será tu verdadera ideología, si es que la tienes. Eres un fascista y solo puedes ser eso (una gran paradoja, teniendo en cuenta que el fascismo es un modelo de socialismo).
No obstante, como todo fanático de toda religión, cuando algo no funciona jamás puede ser por la aplicación de sus preceptos religiosos, que son incuestionables y divinos, sino porque no se ha aplicado con suficiente fanatismo y rigor, y/o por algún enemigo externo al que culpar. Nunca falla. Otra cosa que nunca falla es la predicción de como termina un sistema socialista. Sin entrar en escabrosos detalles sobre que la economía venezolana haya conseguido el logro de que su moneda, el bolívar, haya alcanzado menos valor que la moneda virtual del videojuego World of Warcraft, el modelo socialista es un verdadero oráculo de lo incorrecto. Un oráculo perverso que, cual Atila, allá donde pisa no vuelve a crecer la hierba. Solo la apisonadora totalitaria y genocida del socialismo es capaz de conseguir una Cuba sin azúcar, una Venezuela sin combustible, una Argentina sin carne o una Bolivia sin gas. Entre todas, no suman ni la mitad de la renta per cápita de Suiza. País sin recursos, pero con libertad. Al menos un reloj roto acierta dos veces al día. Cuando a un socialista le hablas de los millones de cubanos exiliados y los miles de cubanos asesinados por discrepar, y una vez habiéndote identificado como “fascista”, viene el momento de emitir un rezo destinado a alejar de sí al diablo. A su fascista. Su “vade retro, satanás”, es que Cuba es pobre por el bloqueo. De nada vale que intentes explicarle que comparar un embargo comercial con un bloqueo es como comparar una astilla en el dedo con ser empalado por Vlad Tepes, aunque una buena forma de explicárselo, si sus aciagos gritos de “¡fascista! ¡Fascista!” te lo permiten, es explicarle que se parece más a un bloqueo lo que tiene Taiwan que lo que tiene Cuba. Un embargo es la mera prohibición de comerciar con sus nacionales, y esto es debido simplemente a que, tras el golpe de estado de Cuba, el gobierno socialista se encargó de expropiar a coste 0 todas las inversiones estadounidenses, lo cual es un robo directo de una propiedad privada y un casus belli en potencia, lo que derivó en que EEUU embargó la capacidad de Cuba de comerciar con las empresas estadounidenses salvo para materiales de primera necesidad. Cuba comercia con el resto del mundo (uno de sus principales socios comerciales es España), pero es una masa improductiva, con lo que no puede enriquecerse. Esa improductividad es la que hace que los socialistas siempre se jacten de que están generando igualdad. Lo que no cuentan es que es la misma igualdad que genera un criminal que asalta un autobús y les quita la cartera a todos los usuarios reduciendo a todos a una masa monetaria equitativa. De 0 unidades, o la igualdad que generaba el griego Procusto cuando le cortaba las piernas y los brazos a alguien más alto que la media para generar igualdad. Cuando le robas todo a todos, generas igualdad. Bueno, salvo por los descendientes de Fidel Castro, que son las mayores fortunas de américa, o la hija de Hugo Chavez, otra de las mayores fortunas de américa, con varios millones de dólares en su cuenta bancaria. Y es que al final, de la misma forma que la versión socialista del fascismo, estos construyen muros, la única diferencia es que estos los construyen para que su gente, masacrada, asesinada, empobrecida y torturada, no huyan de la miseria que genera el socialismo.
Y para finalizar, no es ningún secreto que este Think Tank es una agrupación de tendencia paleolibertaria minarquista, con lo que no tenemos pelos en la lengua a la hora de llamar basura dictadura socialista a lo que hay en Cuba, y condenarla sin paliativos. Las personas deben dejar de vivir en un régimen tutelado paternalista basado en la coacción y en el liberticidio constante como evolución del despotismo ilustrado retrotrayéndose a una pseudomonarquía electiva cada cuatro años. Debemos empezar a ser libres y responsables, como ya aclarara Hayek cuando dijo que “libertad no significa solamente que el individuo tiene tanto la oportunidad como la carga de la elección; también significa que debe soportar las consecuencias de sus acciones. Libertad y responsabilidad son inseparables”.