Jesús María González Barceló, Presidente
Jota Bravo Barbero, Vicepresidente
“La política no es el arte de lo posible. Es el arte de hacer posible lo necesario.”
— Isabel Díaz Ayuso
I. El fuego que no pide permiso
En tiempos de líderes de cartón y gestos huecos, surge una figura que no se presenta: se impone. Isabel Díaz Ayuso ha dejado de ser una presidenta autonómica para convertirse en un arquetipo político-cultural: la Tigresa que cabalga sobre el caos, desafiando la hegemonía progresista y las estructuras patriarcales sin exigir cuotas ni clemencia.
Al igual que Daenerys Targaryen, surgida del fuego con dragones a sus espaldas, Ayuso no ha apelado a su condición de mujer para justificar su poder. Su legitimidad no nace del género, sino del combate. Como escribió Simone Weil: “La fuerza es lo que convierte al hombre en cosa; pero también es lo que lo revela.”
II. El rugido entre los hombres
La política española ha sido durante décadas una guerra de baronías, pasillos y silencios. Ayuso ha roto esa lógica con lo que Maquiavelo llamó virtù: la capacidad de imponer el orden sin renunciar al carácter.
“No vine aquí a agradar, sino a cambiar las cosas”, ha dicho. Su estilo directo, sin maquillaje conceptual, es un mazazo a una política de eufemismos y sonrisas vacías. Como diría Séneca: “La verdad se adelgaza, pero no se rompe, y siempre acaba por imponerse sobre la mentira.”
III. El Triángulo de Fuego: sus tres dragones
Ninguna reina sobrevive sola al campo de batalla. Isabel ha cultivado y proyectado a tres figuras jóvenes que encarnan, cada una a su manera, una vanguardia política sin complejo, sin victimismo, sin concesiones:
- Elisa Vigil, inteligencia estratégica, aguijón firme y temple académico. En su voz hay razón y en su pulso, constancia. Como Antígona ante el poder injusto, no teme al castigo si la causa es noble.
- Alma Ezcurra, la más afilada. Su estética sobria esconde una mente volcánica. Belleza severa, lógica letal. A cada intervención, un paso más hacia el futuro. Es la prueba viva de que el conservadurismo español no es retrato, sino evolución.
- Noelia Núñez, la leona dormida, se ha retirado del frente, pero no del imaginario. Quien haya sentido su zarpazo dialéctico sabe que su ausencia es táctica, no final. Su estilo recuerda al de Catón: silencio reflexivo, pero cuando habla, cae una muralla. Su regreso —si llega— será devastador. Porque, como decía Napoleón: “Nunca interrumpas a un enemigo cuando está cometiendo un error.”
IV. El azote del relato sanchista
Díaz Ayuso es el antirrelato de Pedro Sánchez. Donde él despliega propaganda, ella clava hechos. Donde él es gesto, ella es decisión. Y donde él genera culto al líder, Ayuso recibe culto sin pedirlo. No por mística planificada, sino por magnetismo natural.
Sus apariciones públicas han dejado un rastro de miedo político en el PSOE, como si se tratase del ángel de la muerte recorriendo provincias socialistas. Algunos incluso afirman que se aparece en sueños sobre el cadáver político del presidente, como la Erinia que viene a ajustar cuentas por los pecados del poder absoluto.
V. Musa, Reina, Mito
La devoción hacia Díaz Ayuso no es solamente electoral: es espiritual. En ella, sus seguidores no ven una política, sino un símbolo. No una gestora, sino una consagración.
Mitad Reina, mitad Musa. Hay en ella algo de Juana de Arco (fe y fuego), de Margaret Thatcher (determinación feroz), y de Daenerys Targaryen (el aura mítica de quien no suplica el trono: lo reclama con derecho ancestral).
Sus detractores no entienden el fenómeno porque no cabe en las lógicas racionales de partido. Como decía Ortega y Gasset: “Las masas no siguen ideas; siguen imágenes que arden.” Ayuso arde. Y el pueblo la sigue.
VI. La Orquídea de Hierro
En un país donde la flor oficial del socialismo es la rosa, Ayuso ha elegido florecer como orquídea de hierro: exótica, resistente, impenetrable. La orquídea no necesita sol constante: se basta a sí misma en la oscuridad. Como ella en sus momentos más duros.
Soportó el ataque del Gobierno central, el cerco mediático, la burla de las élites, y salió más fuerte, más afilada, más imparable.
Madrid es su fortaleza. El liberalismo sin miedo, su bandera. La batalla cultural, su ecosistema. Y la victoria, su lengua materna.
VII. Epílogo: el símbolo que atraviesa el tiempo
Cuando este ciclo político pase, cuando los nombres de Sánchez, Yolanda, Puigdemont o Feijóo se fundan en el bronce de lo anecdótico, Ayuso quedará como una figura tallada en mármol. No por haber gestionado una región, sino por haber encarnado un estilo de liderazgo que no pide permiso, no llora, no huye, no finge, no se excusa.
Como dijo Eurípides: “El fuego que brilla más intensamente es el que no espera encenderse.”
Ayuso no esperó. Simplemente encendió Madrid.
