Como ya indicábamos en la primera parte, la herencia biológica permite que una célula u organismo está predispuesta a adquirir las características de sus progenitores. Estas características pueden transmitirse a la generación siguiente o dar un salto y aparecer dos o más generaciones después. En el caso que nos ocupa es muy probable que esas características se hayan transmitido de abuelo a nieto.
Siguiendo con la ajetreada biografía del general golpista que, como ya vimos, llegó a ser Alto Comisario de España en Marruecos y por tanto acumuló todo el poder en el antiguo protectorado español, así como en las ciudades de Ceuta y Melilla, lo que sin lugar a duda facilitó el enriquecimiento de su familia y que ésta acumulara un importante patrimonio inmobiliario en la zona.
Como destaca la escritora María Rosa de Madariaga en la Revista de Historia Contemporánea “Hispania Nova”, concretamente en un amplio dossier publicado en 2018 y titulado El lucrativo “negocio” del Protectorado Español: “aquel tinglado había costado miles de vidas humanas y millones de pesetas, sólo para beneficio de unos pocos, que hicieron allí su agosto y se enriquecieron gracias a negocios sucios como el estraperlo, los desfalcos y otras corruptelas”
En el citado artículo, la autora no deja títere con cabeza y desmenuza muchas de las situaciones que se daban en el Protectorado desde incluso antes de 1912, año en que se firma el Tratado Hispano-Francés del 27-11-1912, por el que Francia reconoció a España la zona norte de Marruecos y algunas posesiones en el sur.
Pocas investigaciones han sido tan certeras en dar a conocer los desmanes que se cometieron durante décadas en el Protectorado, lo que contribuyó de forma decidida a que las diferentes cabilas que poblaban el norte de Marruecos, hartas de tanta corrupción y de vivir en muy malas condiciones, comenzaran a rebelarse hasta llegar a conseguir la independencia.
Las andanzas del general golpista y su relación con Marruecos empiezan desde muy joven, ya que como recordarán en 1920 se incorporó a la Mehala Jalifiana con sede en Tetuán, ciudad donde fue teniendo distintos destinos hasta su encumbramiento como Alto Comisario. Su conocimiento de todo cuanto se cocía en el territorio y sus relaciones en la zona norte del Marruecos español es evidente.
María Rosa de Madariaga también describe muy ampliamente como la corrupción era uno de los males endémicos en la administración colonial, ya que la tradicional “compra de voluntades” aparece con Beigbeder en su más perfecta y alta expresión. Durante el mandato de éste como alto comisario las condiciones de vida se hicieron cada vez más difíciles y el malestar iba en aumento. Los mecanismos que se habían creado para el control de las monedas, las importaciones y las exportaciones se veían gravemente lastrados por los sobornos.
Había tal nivel de corruptelas que de cualquier cosa se hacía un negocio muy lucrativo. Por ejemplo, podían obtenerse por sumas que iban desde las 50 a las 200 pesetas. Los paquetes se franqueaban por libras, calculadas a 90 pesetas por libra, más una importante prima. Dado que muchos paquetes eran declarados como muestras, la fuerte prima iba a parar a los bolsillos de algunos funcionarios.
Sin embargo, a pesar del clima de corrupción que siempre había imperado en las cercanías del poder de la zona del protectorado, fue con la llegada del General Varela a la jefatura máxima de la administración colonial cuando se acentúa la corrupción generalizada, debido principalmente al racionamiento de artículos de primera necesidad. Como en su momento informó el cónsul británico en la zona, el general Varela era honrado, pero permitió que en su entorno prosperaran los asuntos turbios de forma inusitada.
A modo de ejemplo, veamos como funcionaba la Oficina Territorial de la cabila de Anyera, cercana a Tánger. En 1.951 (quédense con este año), la intervención territorial de Anyera había tenido 90.000 cartillas de racionamiento impresas en los talleres de impresión de Mahdiya, de donde procedían las informaciones. Las cartillas de racionamiento contenían cupones para todos los artículos racionados. Si se tenía en cuenta que una familia rural marroquí estaba compuesta por un promedio de cuatro personas, la población de esta región tendría 360.000 personas (cuando en realidad de acuerdo con el censo en 1951 la población era de alrededor de 36.000 habitantes), es decir, un cuarto de aceite de oliva por persona a la semana, o cuatro litros al mes para cada cartilla de racionamiento. La Intervención comarcal hacía los arreglos necesarios para hacerse cargo de las raciones anuales para 360.000 personas. Cuando llegaban los suministros, de aceite o de otros alimentos, quedaban “congelados”, o sea, sólo se expedía, por ejemplo, un litro de aceite al mes para cada cartilla, lo que significaba para cada familia. La fabulosa cantidad de productos alimentarios que quedaban, eran distribuidos entre los diversos interventores territoriales elegidos por la Delegación de Asuntos Indígenas, quienes se dedicaban luego a venderlos a precios exorbitantes.
Según De Madariaga, con Varela, la contribución del Estado español al presupuesto únicamente civil de Marruecos casi se triplicó. De 50 millones de pesetas en 1944 pasó a 140 millones en 1950 y había muy poco que justificara tal aumento, salvo algunos nuevos edificios gubernamentales. El cónsul británico en Tetuán resumía así la gestión de Varela: “Hizo demasiado poco por los más y en exceso por los menos”.
Fallece el general Varela y el 30 de marzo de 1951, (recuerden el año que ya destacábamos antes), era nombrado alto comisario el general Rafael García Valiño. Desde su llegada a Tetuán, aunque dijo que se reducirían las obras públicas (uno de los sectores donde más proliferaban los casos de corrupción), a medida que pasaba el tiempo, aquello no tenía visos de cambiar. Todos los jefes de las delegaciones del gobierno jalifiano conservaban sus puestos.
A pesar de que el nuevo Alto Comisario pretendía desde su llegada que bajaran los precios de los productos alimentarios, las raciones de los artículos básicos seguían siendo tan escasas como antes, y, en el mercado negro, el aceite no sólo era más caro que antes, sino casi imposible de obtener.
La corrupción estaba tan generalizada que afectaba a todas las capas de la sociedad. Hubo un incidente muy sonado con el hermano menor del Jalifa, Muley Ahmed, en la aduana con Tánger, donde se le requisaron mercancías que llevaba por valor de 250.000 pesetas de la época.
En nuestro próximo capítulo trataremos en profundidad la gestión del conocido general García Valiño como máximo responsable de la administración española en el Protectorado, sus vínculos más conocidos, su caída en desgracia con Franco y su paso por los negocios inmobiliarios.