Corría el año 1916. Europa, como de costumbre, se desangraba en la Gran Guerra, cuya mayor batalla, la de Verdún, comenzaba a primeros de año y duraría hasta el final del mismo, regando sus tierras con la sangre de casi un millón de seres humanos. Pancho Villa despertaba la ira de Woodrow Wilson en Nuevo México, y Albert Einstein presentaba al mundo su inconmensurable “teoría general de la relatividad”. Un año infausto pero, como todo lo infausto, no desprovisto de esperanza.
Y es que, en ese contexto y en ese mismo año, la rúbrica del presidente de la nación argentina Hipólito Yrigoyen se extendía sobre el decreto que daba pistoletazo de salida a la materialización jurídica de un sentir que no era sino una expresión de un hecho indeleble en todo el mundo hispano. La realidad del hispanismo. Estela inherente a todas las naciones hispanas que se reparten por el orbe, en especial Europa y América. Y no es baladí que sucediera en Argentina, la punta de lanza del hispanismo, y que venía de ser la primera potencia mundial apenas unos años atrás y que aun en ese momento seguía pugnando por seguir siéndolo. No fue de extrañar entonces que todas las naciones hispanas imitaran el comportamiento, pues, de la que era la luz de las naciones con las que compartía cultura. Una a una todas, incluida España, la imitaron. Algo que encendió las alarmas del mundo anglosajón.
El día fue llamado inicialmente “día de la raza”. El hispanismo tenía otro sustrato diferente al mundo británico. No era una cuestión de razas. La raza hispana era un concepto abstracto. No era una cuestión de piel o de etnia. El concepto del primer imperio global de la historia fue, siempre, integrador. Con sus luces y sus sombras. El propio carácter evangelizador del proyecto (un carácter muy cuestionable, obviamente), enmarcaba el proyecto imperial bajo el paradigma de la unidad general y en igualdad bajo el yugo de la cruz, y fue esa la premisa que siempre sostuvo al imperio español bajo los pilares de la fe en el terreno espiritual, y la figura del rey como símbolo de unidad en el terreno físico. Pilares, repito, cuestionables.
Lo que es innegable es que este encuentro y este devenir histórico produjo un sincretismo cultural que ha puesto en nuestras manos la capacidad de ocupar una posición preponderante a nivel global que redunde en lo que, en última instancia, todo individuo añora. La alta calidad de vida que es la esencia del desarrollo de la verdadera libertad. Pero para ello es necesario la libre transacción en general. Cultural, material, o como queramos denominarla.
Es un axioma que en los lugares con más dificultades aparecen las personas más capaces. Como solía decir Antonio Gades, “el hambre hace al listo”. La selección natural agudiza el ingenio y elimina a los que carecen de él. Es por eso que, recientemente, estamos viendo un resurgir de los valores de libertad en el mundo hispano, acuciados, obviamente, por la presión de los totalitarismos socialistas que se están dando en torno a la hispanidad. El auge que están alcanzando el racismo, la extrema pobreza, la censura, la desigualdad entre sexos y el terrorismo de estado, auge directamente proporcional a la injerencia propia de los gobiernos comunistas, que se retroalimentan de este odio como cortina de humo, están produciendo una selección natural de genios intelectuales que, desde hace poco, están presentando una feroz resistencia en defensa de las libertades individuales y en contra de estos estados totalitarios que, con cada vez más virulencia, socaban los derechos que debieran ser inherentes a la condición de ser humano. Y es Argentina la que ha clavado en tierra la pica de la libertad para pelear por ella con mayor vehemencia. En este paradigma, varios factores son determinantes en este hecho. En este estado, que cuenta con que fue hace apenas un siglo la principal potencia mundial, lo cual ha dejado una estela de “anticuerpos culturales” que, pese a su estado actual de pobreza, cuenta con una élite cultural aun muy poderosa en cuanto a intelecto y capacidad se refiere, y el factor principal. La presión que el comunismo está ejerciendo en esta nación desde hace décadas y que ha destruido desde sus cimientos a la nación. Ahora se ha dado un proceso de unidad bajo la “espada ideológica” de uno de los mejores economistas del mundo hispano. Javier Milei, y el movimiento parece imparable, aglomerando bajo su ala a los principales pensadores argentinos. En esta tesitura, ¿Debe Argentina abanderar la lucha por las libertades de todo el hispanismo? Desde luego ellos están iniciando una lucha que aun está lejos de iniciarse en otros países, por encima incluso de Chile (al menos de forma organizada). Cierto es que la presión que existe en España, donde la agenda comunista está implantándose a un ritmo vertiginoso y donde ya la censura está al nivel de la que había en los años 50, se están dando focos de resistencia con grandes líderes, como Alvise Pérez, el prestigioso Daniel Lacalle, Juan Ramón Rallo, Javier Negre… pero lejos aún de constituirse en resistencia organizada contra el comunismo que gobierna.
Mi conclusión personal es que sí. Argentina debe constituirse como cabeza de lanza y eje vertebrador de una resistencia que tenga como base el hispanismo. Un conjunto de naciones libres con intereses y troncos comunes que deben mirar juntos al futuro. Que construyan. No destruyan. Que levanten. No que tumben. La base de esta unión pasada fue el pensamiento cristiano. No parece complicado, pues, utilizar como modelo, ciñéndonos al aspecto ontológico y no cosmológico, del mensaje de libertad que promulgaba el líder de la fe en su exégesis, que sirvió como argamasa al hispanismo, muy lejos del estatismo salvaje que practica la apropiación de lo ajeno para enriquecer a amigos y familiares y dejar un pequeño influjo percentil en forma de dádiva, que sirva como “lavado de cara” para justificar la apropiación de lo ajeno. Un nuevo bloque hispano, conjunto de libertades individuales, sustentados en el derecho a la vida, el derecho a tu propiedad, y el derecho al desarrollo personal tan lejos hoy de la mentalidad española imbuida por el destructivo “mito del buen salvaje de Rousseau” que tanto mal ha hecho a la sociedad, y que, esperemos, en España redunde en un movimiento de unidad como está sucediendo hoy en nuestra nación hermana. Argentina.
Uhmmmm….
En primer lugar, quiero tomar la oportunidad para felicitarte por tus escritos. Muy acertados puntos de vista y un lenguaje impecable. Sin embargo, hay algunos puntos en los que difiero:
Hispanoamerica es «española» y con eso me refiero a, no sólo a la conquista y luego las migraciones de españoles a territorio hispanoamericano, sino también la adopción de miles de elementos culturales que, de menor a mayor medida, han coloreado los países hispanos. Unos más, unos menos. Todavía habemos algunos que llamamos a España «la madre patria», cuando España es la madre patria de mi patria.
En segundo lugar, la idiosincrasia cultural de Argentina apenas comparte la lengua hispana. Argentina es un país en su mayoría blanco, fuertes lazos culturales con Italia y un elemento nórdico espolvoreado, gracias a los nazis escapistas y las migraciones danesas a principios del siglo xx. Por lo tanto, ellos ponen la pica en el suelo porque están habituados a hacerlo, son seres que no doblegan su cabeza a nadie y, por sí mismo, es admirable. Personalmente admiro a Argentina porque han acogido a muchísimos venezolanos sin xenofobia, con mucha fraternidad, y con cierto solemne respeto por todo lo que, en su momento, Venezuela hizo por Argentina.
Con respecto a la llegada del comunismo, sólo puedo decir que sólo atisbas la punta del iceberg. Desde México a Argentina están siendo cubiertos de la mentalidad comunista y así, va a ser difícil sacarlo. Lo peligroso aquí son todas las riquezas naturales del territorio: cuando vengan los tiempos de hambre y sed gracias a la contaminación ambiental, quién posea a Hispanoamerica pondrá al resto de los países de rodillas. Entiendo que suena fuerte, pero con el tiempo lo comprenderás. Argentina, aún si se lograse zafar, no tiene la fuerza para darle el frente al cáncer rojo (así lo llamo) y entonces se necesitaría la fuerza de varias naciones para pider replegarlos. Como decía mi abuela, a los comunistas hay que sacarlos a trancazos.
Estoy de acuerdo que Argentina tiene la posibilidad de curarse de ese cáncer, pero dudo mucho que haga algo por el resto. Tampoco deberíamos subestimar a Ecuador y Perú, ellos no temen usar la violencia.