El título parece ser la opinión que muchos tienen sobre la situación política actual. Y no les falta cierta razón.
La tensión política de una sociedad se transforma en crispación cuando los posicionamientos en entornos próximos, familia y amigos, se tornan irreconciliables y no existe posibilidad de dialogo o debate bien entendido sino silencios, gritos o improperios. Sin duda para llegar a esta situación es absolutamente necesaria la implicación del cuarto poder y del cuarto poder sub uno, las redes sociales. Junto a discursos populistas de odio desde tribunas partidistas, políticas o no.
Al llegar a este punto, la intolerancia y el sectarismo se han impuesto holgadamente al sentido de comunidad, al de libertad de pensamiento y a la empatía.
Es el momento en el que los cuatro jinetes de la necedad cabalgan furiosos destrozando con sus cascos cuantas briznas de solidaridad encuentran a su paso. Fanatismo, Fatalismo, Prejuicio y Egoísmo.
El primer jinete, Fanatismo, viaja en un caballo blanco siendo el más violento e irracional. Perdido el sentido de la vista ha desarrollado sobremanera el del oído, pero su capacidad de escucha es unidireccional y nada activa. Su mensaje posee idénticas características.
El segundo jinete, Fatalismo, montado en corcel rojo, traerá consigo sombras grises de resignación y su voz tronará alabando a la adversidad para propagar miedo y resentimiento.
El tercer jinete, Prejuicio, a lomos de un rocín negro, sembrará suspicacia y hostilidad, para recoger una cosecha de negatividad, injusticia y discriminación.
Cuando lo que existe es un sometimiento pleno a una ideología o a las estructuras de control y arribismo creadas artificialmente en el seno de los partidos o instituciones aparecen los radicalismos que destruyen el curso natural por el que debiera transitar la política.
Nada de lo que ocurre en una sociedad es casual, normalmente a los ciudadanos se nos presenta un menú cerrado sin opciones reales, por el que además ¡pagamos! y en demasiadas ocasiones un alto precio.
Lo curioso es que la principal forma de potenciar la polarización de un sistema es el bipartidismo encubierto si confundimos identidades con ideología, o si en lugar de buscar la pluralidad serena e inclusiva se enzarza la singularidad excluyente.
¿Y qué entendemos por bipartidismo encubierto? Aquella forma de entender el contexto social de forma binaria, diferenciado en bloques constituidos desde la alteridad.
Podemos comprobar objetivamente si esto está sucediendo fijándonos en la actitud de los partidos que conforman la oposición. Si ésta no es leal ni constructiva y se aleja de la consecución del bien común dirigiéndose a entorpecer la labor de gobierno con la única finalidad de desgastarlo y desacreditarlo, es que está ocurriendo. Esto sólo conlleva un perjuicio para la ciudadanía y el descrédito para la política y el propio país.
En definitiva, este proceder es una de las piedras angulares del tránsito hacia la desintegración de la diversidad social y de la implementación de la desafección ciudadana hacia la política, cuando en realidad el rechazo debiera ser hacia quienes promueven este escenario.
En nuestro país el centro es la nada y queda de manifiesto segundo a segundo tanto en las instituciones, Congreso y Senado, como en las redes sociales, la prensa y en gran parte de la oferta audiovisual.
Albert Rivera oxidó tanto la bisagra que quedó fija en la derecha y está a punto de romperse por su eje de puro agotamiento.
En España, hasta hace bien poco, existían dos posturas hegemónicas, el PSOE (considerado centroizquierda) y el PP (considerado centroderecha). El punto de unión era el centro, que propiciaba que gran parte del PSOE se escorase a la derecha desde el centro, considerándose de izquierdas. La irrupción de Podemos los dejó con las “vergüenzas al aire” y marcadamente a la derecha. Por su parte el PP jamás caminó hacia el centro de forma decidida, sino que su horizonte se encontraba más a la derecha que la derecha, lo que propició que desde sus filas surgiese VOX.
Si España llegará a un colapso social, éste tendría su origen más en las dinámicas surgidas en torno al centro que por la propia polarización del sistema de partidos. Pluralismo sí, pero moderado, es lo que parece que puede funcionar en nuestro país. Y lo que parece haber entendido alguna que otra nueva corriente política.
Matemáticamente (por no entrar en disquisiciones políticas), sólo es posible obtener mayorías de Gobierno en nuestro país desde el dominio del centro. Al menos para la izquierda. El moderado progresista de centro es un objetivo si se desea gobernar. El PP va a por los ultras y ese no sólo es otro cantar sino quizás un llorar.
El PP se está adelantando al PSOE y está dominando perfectamente los tiempos políticos, si bien son perfectos conocedores de que solo triunfarán si es unido a la ultraderecha. ¡Y no les importa!
El adelanto de las elecciones en Madrid fue el pistoletazo de salida, con permiso de Murcia, de esta estrategia. Ahora toca Castilla y León. Y en breve, poco antes de agotar la legislatura, en Andalucía.
En este entorno no se debe descartar que el PSOE mueva ficha y las próximas elecciones generales pueden estar a la vuelta de la esquina, entendiendo que la esquina supone un marco temporal supeditado (en mi opinión) a las elecciones andaluzas. Y menos aún que la labor que no supo o no quiso realizar Ciudadanos la ejerza una “España Vaciada” que apunta alto, tan alto como para ser decisiva para la gobernabilidad. Castilla y León tiene visos de ser el primer experimento sobre lo que depara el futuro político a los españoles.
Ramón Rodríguez Casaubón