La política institucional se nutre de simbolismo, de puesta en escena. Los partidos políticos quieren ser consecuentes con lo que se espera de ellos, y toda puesta en escena es merecedora de crítica posterior. Porque no es casualidad que Mohamed Ali estuviera solo, en una esquina taciturno, o que Manuel Hernández haya prometido, y no jurado, el cargo.
Como sus homólogos nacionales, la ultraderecha ha querido demostrar que sí, que han llegado a las instituciones. Con fuerza -seis diputados-, y acelerados. Tanto que media hora antes del inicio de la sesión ya estaban sentados en sus puestos. A la izquierda de la mesa y cara a cara con el PP, MDyC y Caballas. A su derecha, el PSOE mantiene la misma posición que en la anterior legislatura. Eloy Verdugo ha sido el presidente de la Mesa de Edad, puesto que es el mayor de los 25 diputados. Sin ser Valle Inclán, seguramente ha sido el que más ha gustado esta mañana. Con su papel bien aprendido, Verdugo ha regalado un «voto» cuando ha introducido su papeleta para elegir el presidente. Como primer observador del comicio, tenía que decir «vota». El público ha reído, porque Verdugo ha gustado.
El premio al personaje oscuro ha sido para Mohamed Ali. Se ha quedado solo, en la esquina superior derecha (izquierda para el espectador). Ha sido el más rápido en hacer el juramento a la Constitución y fidelidad al Borbón y ha sido el único que no ha aplaudido al finalizarse la sesión. Tan rápido iba que ha tenido que tirar de buenos reflejos para atrapar en el aire el obsequio con el que volvía a su escaño después de tropezarse. De hecho, ninguno de los líderes de la oposición ha aplaudido la investidura de Vivas, aunque sí algunos de sus diputados.
Carlos Verdejo (Vox), uno de los diputados más jóvenes, ha sido el más vehemente en su juramento y ha sido el único que no ha puesto la mano derecha encima de la Constitución. La socialista Sumaya Ahmed ha levantado la izquierda cual buena estatunidense y Mabel Deu, del PP, lo ha hecho con un rosario en la mano. Fatima Hamed, líder del MDyC, ha jurado como concejala, y su segundo en la Asamblea, Youssef Hamed, la imitado mirando todo el rato de soslayo a su secretaria general, que sonreía aprobando el gesto.
Poca emoción en general. Y la poca, contenida. Porque se tiene que demostrar que la Asamblea es cosa seria, y ser diputado o diputada también lo es. Tan poca emoción que nadie ha aplaudido la elección de las dos vicepresidentas. Una hora de sesión y no más. Hasta el rostro de Vivas era solemne una vez elegido. Antes, en las promesas y juramentos de los diputados, una media sonrisa se asomaba debajo del bigote con la serenidad y la complacencia de quien se sabe veterano ganador, complacido de ver que la partida de la democracia en que él tanto cree, se vuelve a jugar con las cartas a su favor.