Tras el colapso del régimen de Bachar al Asad, los grupos rebeldes han anunciado la formación de un gobierno de transición bajo la presidencia de Mohammed al Bashir. Este nuevo liderazgo, encabezado por Hayat Tahrir al-Sham (HTS), enfrenta el desafío de gobernar un país marcado por más de una década de conflicto.
El principal reto es lograr la unificación de Siria, un país con una rica diversidad étnica y religiosa que incluye cristianos, kurdos, suníes y alauitas. Las celebraciones recientes en las calles reflejan tanto esperanza como inquietud sobre el futuro.
La comunidad internacional ha recibido este cambio con sorpresa e incertidumbre. Julien Barnes-Dacey, del European Council on Foreign Relations, destaca la preocupación sobre el futuro, especialmente considerando el fracaso de otras transiciones en la región, como en Libia.
La falta de resistencia del ejército de Al Asad ha puesto en evidencia la disminución del apoyo de sus aliados tradicionales, principalmente Rusia e Irán. Esto plantea preguntas sobre su futura presencia en Siria.
El papel de Hayat Tahrir al-Sham es crucial en esta transición. Con orígenes en Al Qaeda, HTS ha trabajado para moderar su imagen y ganar legitimidad tanto interna como internacionalmente. Sin embargo, la administración de un país tan diverso será un gran desafío.
Turquía, bajo el liderazgo de Recep Tayyip Erdogan, ha sido un actor clave en el avance insurgente y se perfila como una potencia crucial para la reconstrucción política. Su interés en la gestión de la presencia kurda en el norte de Siria será determinante.
La cuestión kurda sigue siendo un tema delicado. El nuevo gobierno deberá encontrar un equilibrio entre las demandas de los kurdos y las preocupaciones de Turquía, que ha mantenido contactos informales con HTS.
En cuanto a la influencia de Irán y Rusia, la caída de Al Asad representa un golpe significativo. Irán podría perder su capacidad de proyección en la región, mientras que Rusia enfrenta un panorama incierto sobre su presencia militar en Siria.
El éxito del gobierno de transición dependerá de su capacidad para integrar a las diversas facciones y minorías, evitando que sean utilizadas como instrumentos políticos. La comunidad internacional observa con cautela, esperando que este cambio traiga estabilidad y paz duradera a Siria.