Teresa, una residente de Catarroja, describe su experiencia durante las inundaciones como una de las peores de su vida. Sentada sobre su andador, recuerda los días de aislamiento debido a la DANA, comparándolos con la gran riada de 1957. A pesar de sus limitaciones físicas, Teresa ha encontrado consuelo en la comunidad que la rodea.
Las inundaciones han afectado gravemente a las personas mayores en los pueblos de l’Horta Sud. Muchos ancianos, viviendo en viviendas bajas, se encontraron sin un lugar seguro al que acudir. Sin embargo, tras más de una semana de lucha contra el barro y los escombros, el sol ha vuelto a brillar en Les Barraques de Catarroja.
El antiguo barrio de pescadores, con sus calles estrechas, ha sido un desafío para la limpieza, pero también ha facilitado la cooperación entre vecinos. Familias y voluntarios han proporcionado comida y útiles de limpieza, mostrando una solidaridad admirable.
En Massanassa, las trabajadoras de una residencia se han convertido en heroínas al cuidar de sus ancianos sin descanso desde el inicio de la crisis. Su dedicación ha sido fundamental para garantizar la seguridad y el bienestar de los residentes.
Mientras tanto, en Catarroja, Pilar y su marido enfrentan la pérdida de su peluquería, destruida por el barro. A pesar de la devastación, la comunidad sigue unida, compartiendo recursos y apoyo emocional.
La situación es especialmente crítica para aquellos con problemas de salud. En Massanassa, Concha, que sufre de problemas renales, espera ansiosamente la llegada de su enfermera. Los voluntarios han trabajado incansablemente para abrir caminos seguros, pero el proceso es lento y complicado.
Estas historias reflejan la fortaleza y el espíritu de las comunidades afectadas. A pesar de las adversidades, la solidaridad y la resiliencia prevalecen, ofreciendo esperanza en tiempos difíciles.