Un grupo de milicianos vigila el hospital militar de Harasta, ubicado en las afueras de Damasco. Este lugar, que alguna vez fue un bastión del régimen de Bachar Al Asad, ahora es testigo de los horrores cometidos bajo su mandato. En la entrada, se acumulan muebles rotos, camillas y material médico, evidencia de los saqueos recientes que las nuevas autoridades intentan controlar.
Dentro del hospital, la morgue ha revelado un descubrimiento macabro: 40 cuerpos sin identificar, algunos con evidentes signos de tortura. Estos cuerpos, encontrados en frigoríficos, podrían pertenecer a detenidos de la infame prisión de Sednaya, conocida por ser un símbolo de la represión del régimen de Al Asad.
Durante la ofensiva rebelde, el hospital fue evacuado, pero no antes de que los militares quemaran un ala entera del edificio. Esta sección contenía informes y archivos que, según los rebeldes, podrían haber proporcionado información valiosa sobre detenciones irregulares y otras violaciones de derechos humanos.
En los sótanos del hospital, todavía se pueden ver pilas de documentos quemados. El hedor en los pasillos subterráneos es insoportable, especialmente cerca de la morgue, donde los cuerpos fueron descubiertos. Hassan, uno de los milicianos presentes, explica que estos cuerpos estaban almacenados en frigoríficos, y que muchos presentan signos de tortura.
Las familias de los presos de Sednaya, desesperadas por encontrar a sus seres queridos desaparecidos desde 2013, tienen la esperanza de que este hallazgo pueda arrojar luz sobre el destino de sus familiares. Sin embargo, la identificación de los cuerpos llevará tiempo y las respuestas aún son inciertas.
Hahmed, un miliciano paramédico, comenta que el hospital era utilizado exclusivamente para militares y prisioneros. ‘Los traían aquí y cuando morían, los metían en los frigoríficos’, asegura. Aunque estas afirmaciones están siendo investigadas, el hecho es que más de 100,000 personas siguen desaparecidas en Siria, sin rastro alguno.
Este descubrimiento en el hospital de Harasta es un recordatorio escalofriante de las violaciones de derechos humanos que ocurrieron durante el régimen de Al Asad. Las familias continúan buscando respuestas, mientras el país intenta reconstruirse tras años de conflicto y represión.