La pandemia de coronavirus nos obliga a reconducir nuestra relación con el medio natural. Y es que, de entre todas las enseñanzas que hemos de extraer de esta crisis sanitaria global, hay una que destaca especialmente sobre todas las demás: no será posible asegurar la salud pública, si antes no preservamos la salud medioambiental.
La ONU ha elegido este año el lema «Nuestras soluciones están en la naturaleza» para celebrar el Día Internacional de la Diversidad Biológica (22 de mayo), con el fin de enfatizar la importancia de una acción concertada, a todos los niveles, para construir un futuro de vida en armonía con la naturaleza, en un año que nos está interpelando a la reflexión en la búsqueda de soluciones basadas en la resiliencia de los territorios «aplanando la curva» de la pérdida de biodiversidad.
Un medio ambiente sano nos proporciona servicios esenciales para la salud, para la seguridad y para la prosperidad económica. Los recursos biológicos son los pilares de nuestra calidad de vida. Más del 80% de la dieta humana se sostiene sobre aportes vegetales; los océanos proveen el 20% de las proteínas animales a unos 3.000 millones de personas; el 80% de las personas que viven en las zonas rurales de los países en desarrollo dependen de medicamentos tradicionales basados en plantas… Pese a ello, en los últimos cincuenta años la biodiversidad y los servicios de los ecosistemas han venido deteriorándose en todo el mundo, a un ritmo como no se ha conocido en otro momento de la historia.
Las principales causas que provocan la pérdida de biodiversidad son bien conocidas: la degradación y fragmentación de los hábitats, la sobreexplotación de los recursos naturales, la propagación de especies exóticas invasoras, la contaminación y el cambio climático. Si atendemos a que en el origen de este deterioro está siempre la acción del hombre, hemos de concluir que de nuestra voluntad depende MANIFIESTO 2 incorporar los objetivos y metas para la biodiversidad como parte esencial de todas las políticas sectoriales, en particular de aquellas que tocan a la gestión del territorio y los recursos naturales: políticas agrarias, forestales, pesqueras, de agua, energéticas, de transporte, de comercio, de turismo… No sólo mediante el impulso que ha de liderarse desde la gestión pública, sino también desde el compromiso de la iniciativa privada.
Ahora más que nunca la transición ecológica de la economía debe ser la base sobre la que asentar la reconstrucción del país, porque estamos en un momento crítico para decidir el futuro.