El último Consejo de Ministros se celebró en Barcelona con la intención de abrir un proceso de diálogo con la Generalitat de Catalunya. En el mismo se aprobaron medidas importantes en relación a este territorio y se mantuvieron conversaciones entre todas las partes. El presidente también se reunió con Ada Colau, alcaldesa de Barcelona.
Pedro Sánchez demostró una actitud valiente desde el convencimiento de que esta situación enquistada necesita diálogo. La administración anterior decidió ignorar el problema durante mucho tiempo, esperar que escampara y terminar aplicando el artículo 155 cuando la situación se tornó insostenible. Más de un año después se demuestra que la aplicación de ese mecanismo constitucional no arregló absolutamente nada. El gobierno socialista, sin embargo, ha optado por la vía de hacer política.
Esta decisión no está carente de riesgos. Aunque es cierto que podría allanar el camino hacia unos nuevos presupuestos, no parece probable que favorezca la obtención de ningún rédito electoral; más bien al contrario. Pero hacer lo que necesita el país por encima de intereses partidistas es lo que se espera de un presidente. Su encuentro con Quim Torra, presidente de la Generalitat, ha contribuido a reforzar la posición de quienes apuestan por el diálogo.
La actitud de la derecha es la de poner palos en la rueda, la de una deslealtad sin límites que siempre practica cuando está en la oposición. Albert Rivera y Pablo Casado hacen de pirómanos cuando hablan de aceptar las tesis independentistas o de derramamiento de sangre, soflamas que ya en el pasado agravaron el espinoso asunto catalán. Muchos políticos populares admitieron el error de entonces, pero los dirigentes actuales están cegados por la sed de poder. Proponen aplicar el 155 nuevamente, y así enardecen a su polo extremista e intentan taponar la fuga de votos a VOX. ¿Ese es su proyecto para Catalunya? ¿Piensan así arreglar esta situación? Es bastante ridículo creer que así los más de dos millones de personas que votan opciones independentistas desaparecerán y abrazarán la constitución. Seguramente ocurrirá lo contrario, el voto independentista seguirá creciendo mientras no lleguen las soluciones políticas. Y desde la derecha, a la vista está, estas propuestas no existen.
El sector independentista parece ahora más dividido que nunca. Se celebraron manifestaciones contra el Consejo de Ministros y se produjeron algunos lamentables incidentes. Es extraño posicionarse contra el diálogo, pero ya en 2012 no fueron pocos los que alertaron de que la deriva del referéndum podría generar frustración. A la gente le dijeron que se convertían en república y siguen siendo una autonomía. Están desconcertados, descabezados y no saben hacia donde van. A esto ha llevado la irresponsabilidad y la estrechez de miras de un grupo de políticos. Es curioso ver como las críticas a Pedro Sánchez vienen de polos opuestos: desde la derecha y desde el independentismo más radical. Los dos sectores que nada proponen y contribuyen a incendiar y agrandar la brecha. Puede que sea una señal de que este acercamiento ha sido un acierto. Esperemos que el ruido no silencie las conversaciones.