Soy socialista, pero sobre todo soy maestra. Llevo casi 20 años dando clases y soy una fiel defensora de la educación, pero de la de calidad, que es la pública. Una educación laica, plural e inclusiva. Por eso estoy orgullosa del Gobierno del PSOE y de que podamos finalmente, después de muchas luchas y reivindicaciones, derogar la LOMCE y sacar adelante proyectos que van en nuestro ADN, en nuestros principios, en nuestra seña de identidad, como lo que ha ocurrido esta semana en el Congreso. La filosofía vuelve a ser una asignatura obligatoria.
Pero no me quiero quedar únicamente aquí, quiero un pacto donde se establezcan unos mínimos y quiero que la educación esté blindada en la Constitución. En otra ocasión diré esos mínimos que entiendo que deberán aparecer en un pacto, un pacto paralizado por la falta de entendimiento político. Pero no quiero callar la situación de Ceuta. No podemos consentir ser un ente de Madrid y no tener asiento en la conferencia Sectorial, tener una ratio elevada, no disponer de suficientes recursos, vivir rebosados, tener unas infraestructuras que se caen a trozos y mucho menos jugar al escondite con el tema de los terrenos para la construcción de unos colegios que siempre se anuncian pero nunca llegan.
Quiero creer y me gustaría presumir del PSOE, mi partido. Quiero una vez más poder afirmar que el PSOE es el que más ha invertido en Ceuta. Pero mientras esto ocurre, únicamente puedo exponer a nuestros políticos que dejen el tenis, que acaben con las culpas mutuas, que asuman responsabilidades y que anuncien esas construcciones cuando se vayan realmente a producir. La educación no es un canje de votos ni puede ser el parche del pirata que siempre ataca pero nunca avala. La educación es el futuro.