Las mujeres transfronterizas en Ceuta, trabajadoras domésticas la gran mayoría, llevan dos años sin poder volver a sus casas y ver a sus familiares. Muchas no han podido abrazar en 24 meses a sus hijos por no perder el único trabajo que les da de comer todos los días. Algunas están solas, hacinadas en pisos que comparten entre ellas o acogidas en alguna vivienda de un conocido porque no pueden permitirse un alquiler, ya sea por su situación económica o legal, ya que carecen de los papeles necesarios y se encuentran en un limbo burocrático que vulnera completamente sus derechos como trabajadoras y como personas.
Hemos visto muchos lunes en las concentraciones que realizan frente a la Delegación del Gobierno lágrimas de desesperación mientras explicaban lo mal que se encuentran, las depresiones por la que están pasando o lo abandonadas que se sienten. En entrevistas, he podido sentir y ver el dolor en los ojos de estas mujeres que a la pregunta de «qué sueñan en un futuro» respondían “estar tranquila, con mi familia, y dejar de trabajar. Estoy muy cansada”.
Pero al parecer la trágica situación de estas mujeres, que muchas llevan más de 20 años limpiando las mierdas de los ceutíes, a algunos les hace mucha gracia. En el Concurso de Agrupaciones de Carnaval tuvimos que escuchar como un grupo de señores disfrazados se burlaba del problema de estas trabajadoras a las que trataban como objetos por los que se pelean las familias adineradas de la ciudad, porque desde el cierre de la frontera quedan menos empleadas domésticas. Las han tratado como si fueran, directamente, las fregonas que limpian sus casas. Fregonas por las que pueden pagar haciendo que pierdan toda su identidad como ser humano.
Pues no, Manolo, no son tu fregona.
Nos gusta el carnaval, pero eso no es carnaval. El carnaval es una fiesta para divertirse. Una fiesta en la que las podemos olvidar nuestros problemas y reírnos de ellos, señalando a los poderosos y no a los más vulnerables.
Habrá quién diga que esto es humor, pero es que para nosotras no tiene ni pizca de gracia. Lo que desprende es muy poca empatía, poco corazón y poca vergüenza. No es humor, es humillación. Esta chirigota no dedicó una canción de su popurrí a las transfronterizas para dar voz a sus graves problemas o reivindicar soluciones, lo que hicieron fue humillarlas con una letra que no solo era racista y clasista, también machista.
“Aquí está la muchacha, la frontera está cerrá. Ella es de Castillejos, pero está aquí encerrá”, cantaban mientras salía al escenario uno de los componentes del grupo supuestamente disfrazado de una mujer transfronteriza, con un pañuelo e imitando el acento marroquí.
“Nosoooo… Nosotras nos peleamos por ella para que venga a mi casa, que yo no quiero limpiar”, cantan solo esta parte los hombres disfrazados de mujeres, porque claro, las mujeres son las tienen que limpiar. Pero las mujeres con dinero, pueden pagar a otras mujeres para que lo hagan por ellas. Esto cantado por hombres, recordemos, a los que no se les cae la cara al hacerlo.
“Hoy viene conmigo te lo pido por favor”, canta uno forzando la voz aguda para imitar a una mujer. “Que dise tú Manoli que hoy la he cogido yo”, le contesta otro, como si estuvieran hablando de una thermomix compartida o algo así.
“Y la Fatima a mí me dice sonriendo: y tú y tú y tú, te acuerdas de eso tu me pagas 5 euros… y tú, tú no vas a comer el cuscús”. Ni se entiende bien esta parte porque la canta el hombre disfrazado de transfronteriza imitando su acento. Sí, seguro que Fatima te sonríe. Seguro que a Fatima le hace muchísima gracia que haya quién la tenga explotada limpiando sus mierdas y haciéndoles la comida por 5 euros, mientras lleva sin ver a su familia dos años.
Y esta chirigota ganó el COAC. Aunque claro, la otra era todavía peor. No sé si me da más pena o vergüenza.