El Banco de España, que fue Fundado en Madrid en 1782 por el rey Carlos III, forma parte hoy día del Sistema Europeo de Bancos Centrales y es la autoridad nacional de España encargada de supervisar la banca y el sistema económico nacional. El pasado jueves, el banco central español presentó su informe anual correspondiente a 2021, ante la Comisión de Asuntos Económicos y Transformación Digital del Congreso de los Diputados, en el que, en su línea, apuesta por un aumento de la tributación medioambiental que se destinaría a la transición ecológica, subir los impuestos indirectos -o sea, a los consumidores-, y una bajada de las cotizaciones sociales, además de otras recomendaciones que nos harían la vida más difícil a los españoles. Mientras tanto, las grandes empresas del IBEX 35 relacionadas con las energías, siguen acaparando ganancias de miles de millones de euros sin que al organismo supervisor se le ocurra vincular tan enormes beneficios a una mayor cotización al estado.
Siempre me ha llamado la atención los análisis y previsiones que el banco central español hace sobre cualquier cuestión que tiene que ver con el estado económico de nuestro país y más aún cuando, tirando del viejo manual que posee, se atreve a recetar medidas que supuestamente nos sacarían de las respectivas crisis que a lo largo de nuestra historia reciente estamos padeciendo. Todas cortadas por el mismo patrón.
Es normal pues, que los ciudadanos de clase media, trabajadores, pequeños autónomos, pensionistas, etc., recelen y se inquieten con las conclusiones de este banco al que, supuestamente, se le supone imparcialidad en sus informes, tratando de orientar sobre lo que más interesa a la economía de nuestro país y que redundaría en beneficio de todos.
También resulta curioso cómo, desde el punto de vista del Banco de España, en cada uno de los informes que emite, son los ciudadanos los que de una manera o de otra, forman parte del problema y nunca de la solución. Cabría pensar que, en algunos de estos informes dejara de culpar una y otra vez a la maquinaria productiva de nuestro país; al menos, eso es lo que se suele extraer de la mayoría de su recetario.
Por eso, ya hace tiempo que para muchos ciudadanos no tienen valor estratégico alguno, por estar basadas en una austeridad a piñón para los que menos tienen; favoreciendo sin complejo los intereses de los grandes lobbies. De ahí que pensemos que sus recomendaciones no son de utilidad pública alguna. Esto es así porque, se sabe también que, los pobres son cada día más pobres y los ricos más ricos y la clase media ha sido aniquilada prácticamente.
La eficacia, la eficiencia, la necesidad de aumentar la productividad en nuestro país, junto con la innovación y que pague más el que más tiene, como dice Joe Biden, no parece que esté en su ideario. A este ‘nuestro banco’ tal vez habría que recomendarle que prescindiera del polvo y los ácaros de su vademécum desfasado e intentara conectar con la nueva realidad.
A la vista de sus tradicionales informes es difícil distinguir a este de los demás bancos, que sólo defiende los intereses del capital de forma descarada y excesivamente conservadora cuando se trata de los problemas que afectan a los ciudadanos de a pie. Y no se trata de cuestionar ahora la existencia y el papel que juega el Banco de España en nuestro país y en Europa; entre otras cosas, porque sería ridículo. Tal vez, se trate de que se reoriente y distinga entre una recomendación y una intromisión.